En este ejercicio clínico se presenta
un caso que es discutido por un médico internista al que se le van
proporcionando datos de la historia clínica en forma secuencial, y este analiza
el cuadro a la luz de los nuevos elementos, de una manera análoga al proceso
diagnóstico en la práctica real de la medicina.
Lo
primero que me viene a la mente son las causas usuales de dificultad respiratoria
tales como neumonía, insuficiencia cardíaca y embolia pulmonar.
Dos
días antes ella había notado malestar en el pecho, tos productiva con emisión
de esputo amarillo, y dificultad respiratoria que empeoró al punto de que no
podía hablar sin agitarse.
Mientras
recibía oxígeno en el departamento de emergencias, ella podía comunicarse con
dificultad, pero pudo explicar que nunca antes había tenido ningún episodio
similar, dolor torácico ni asma. Refirió
un bulto en la garganta y ocasionalmente dificultad para tragar. Dos semanas
antes un médico le dijo que tenía agrandada la tiroides pero su función
tiroidea era normal. Por lo demás ella explicó que estaba en buen estado de
salud.
No
hay nada que sugiera enfermedad crónica. La congestión y la dificulta
respiratoria me hacen sospechar un
problema de la vía aérea, pero la sensación de tener un bulto en la garganta
especialmente si existe estridor, localizaría la causa de la dificultad
respiratoria en la vía aérea superior. La dificultad para tragar me hace
sospechar algún tipo de anormalidad esofágica que ocasione aspiración o
agrandamiento de tiroides, pero esto no explica el comienzo agudo. La
tiroiditis viral y las miocarditis pueden tener una relación entre sí, pero la
tiromegalia y el distress respiratorio pueden no tener nada que ver entre
ellos.
La mujer estaba en una posición sentada con obvia
dificultad respiratoria. Su presión arterial era de 120/80 mm Hg, el pulso de
120 por minuto y su frecuencia respiratoria de 40 por minuto y muy laboriosa.
La temperatura era de 36,9°C. No se escuchaba estridor. Había una tiromegalia
leve difusa. Se auscultaban en todo el examen del tórax unos roncus y sonidos
bronquiales gruesos, pero no se auscultaba rales ni sibilancias. No había tromboflebitis.
El resto del examen era normal.
Los roncus y los
sonidos bronquiales sugieren enfermedad de la gran vía aérea. La ausencia de
estridor me hace sospechar que la tiromegalia no está relacionada con la
dificultad respiratoria. El examen físico no sugiere un problema cardíaco
primario.
Los resultados de laboratorio incluían los siguientes resultados:
hematocrito 32 por ciento; hemoglobina 10,7 g/dl; glóbulos blancos 8000/mm3,
con 82 por ciento de polimorfonucleares, 11 por ciento de linfocitos, y 7 por
ciento de monocitos; urea 7 mg/dl; creatinina 0,6 mg/dl; sodio 138 mmol/l;
potasio 3,2 mmol/l; cloro 103 mmol/l; bicarbonato 22 mmol/l. Un
electrocardiograma impresionaba normal, y no mostraba cambios agudos. La
radiografía de tórax era normal sin infiltrados. Con la paciente respirando
oxígeno a 10 litros por minuto por máscara facial el valor de los gases en
sangre arterial eran pH 7,39; presión parcial de oxígeno 63 mm Hg; presión
parcial de dióxido de carbono 38 mm Hg.
Su hematocrito levemente disminuido puede ser debido a muchas causas.
Estoy sorprendido de que su presión parcial de dióxido de carbono sea de 38 mm
Hg en una paciente con distress respiratorio y severa hipoxia. Ella debiera
estar desembarazándose de dióxido de carbono con tal frecuencia respiratoria.
La paciente bien puede tener algún elemento de hipoventilación alveolar. No hay
evidencias de neumonía u obstrucción de la vía aérea superior, pero el asma
puede producir un sustancial atrapamiento aéreo sin sibilancias. Probablemente
tenga enfermedad de la vía aérea, y quizás la radiografía sea normal porque
está deshidratada. Podemos estar frente a un cuadro infeccioso, posiblemente
viral dado que el recuento de glóbulos blancos no sugiere infección bacteriana.
La infección por legionella es posible. Finalmente la paciente puede tener
tromboembolismo pulmonar a pesar de la ausencia de tromboflebitis. Dado la
severa hipoxemia y el sustancial gradiente alvéolo-arterial que tiene, me
inclino por una embolia de pulmón a quien coloco primero en mi lista de diagnósticos
diferenciales.
Dado que la
paciente tenía un distress respiratorio progresivo, la paciente fue intubada en
el departamento de emergencias. La laringoscopía directa fue negativa. La
tinción de gram de las secreciones revelaron moderada cantidad de polimorfonucleares
neutrófilos con algunos diplococos Gram-positivos. Un scan de ventilación
perfusión obtenido durante el traslado del departamento de emergencias a la
unidad de terapia intensiva fue informado como de baja probabilidad de embolia
pulmonar. Su temperatura aumentó a 39,7°C. Se comenzó con ceftriaxona y
eritromicina por vía intravenosa.
Yo asumo que fue intubada porque el esfuerzo respiratorio la estaba
poniendo al límite de sus fuerzas las cuales se estarían agotando. Dado la
magnitud del gradiente alvéolo-arterial, si ella tuviera embolia de pulmón, el
scan tendría que haber sido anormal. La tinción de Gram aumenta la probabilidad
de que se trate de neumonía neumocóccica, y la paciente puede tener un síndrome
de distress respiratorio del adulto, antes de que se vean alteraciones en la
radiografía de tórax. Estoy de acuerdo con la elección de los antibióticos.
Ceftriaxona daría una cobertura de amplio espectro, y eritromicina agregaría
cobertura para legionella.
En las siguientes
18 horas la condición de la paciente mejoró. Su temperatura cayó a 37,8 °C. Con
una fracción inspirada de oxígeno de 40 por ciento sus gases arteriales eran:
pH 7,40; presión parcial de oxígeno 189 mm Hg; y presión parcial de dióxido de
carbono de 38 mm Hg. Su mecánica respiratoria fue considerada adecuada: su
fuerza inspiratoria era de 24 cm de agua, y su capacidad vital de 0,63 litros.
El tubo de ventilación fue removido, pero en las siguientes horas la paciente
tuvo dificultad en toser y en arrancar las secreciones por lo que fue
nuevamente intubada. Su diafragma se movía en forma paradojal con las
respiraciones profundas.
¿Cuál es el
diagnóstico?
El movimiento paradojal del diafragma puede ser debido a una masa
mediastínica que afecta el nervio frénico. Después de la reintubación habría que haber realizado a esta paciente una tomografía computada. La poca fuerza
inspiratoria va de la mano del movimiento anormal del diafragma. No tenemos
información de que la enferma padezca alguna enfermedad neurológica que
justifique estos hallazgos.
Dos horas más
tarde, la paciente notó ptosis bilateral y cayó hacia adelante en la cama. Dado
que estos hallazgos eran sugestivos de enfermedad neuromuscular se interrogó a
la hermana de la paciente acerca de episodios de debilidad previas. La hermana dijo
que cinco años antes la paciente había tenido un episodio de debilidad severa
en sus brazos y dificultad para tragar y que debía tomar líquidos a través de
un sorbete. La debilidad había mejorado y empeorado en el curso de los
siguientes años. A veces era incapaz de levantar un bebé.
Con un nievel de potasio de 3,2 mmol/litro, me viene a la mente la
parálisis periódica hipokalémica, pero dudo que ese sea el problema en este
caso. En este momento el cuadro me impresiona más como una enfermedad
neuromuscular con un evento agudo sobreimpuesto, algo como una crisis
miasténica. Considerando la historia de disfagia estoy más preocupado por
miastenia gravis, esclerosis múltiple, o aún esclerosis lateral amiotrófica.
Las fluctuaciones en la fuerza a lo largo del tiempo me hacen pensar más en
miastenia gravis.
Un neurólogo
observó que la paciente tenía moderada debilidad muscular en sus extremidades,
más proximal que distal. Con el testeo repetido se notó aumento de la fatiga en
los grupos musculares afectados. Los reflejos estaban intactos.
Con un agrandamiento de la tiroides y la posibilidad de una masa
mediastinal interfiriendo con la función del nervio frénico, se me ocurre un
síndrome de Eaton-Lambert paraneoplásico, aunque me sigue impresionando más
como miastenia.
Un test de
edrofonio fue positivo, y un electromiograma fue consistente con miastenia
gravis. Los anticuerpos contra el receptor de acetilcolina estaban presentes.
La eritromicina fue discontinuada pero el tratamiento con ceftriaxona fue
completado para una supuesta sobreinfección bacteriana de una bronquitis viral.
La paciente fue tratada con neostigmina, prednisona y plasmaféresis. Se sometió
a timectomía pero no se encontró timoma en la cirugía.
Después de que su
condición mejoró con el tratamiento, la paciente admitió que no había
comunicado sus síntomas por miedo a perder su empleo si empleaba tiempo en
averiguar el origen de su enfermedad. En el momento de ansiedad durante esta
internación en el departamento de emergencias la paciente no comentó de su
problema de debilidad. Varios meses después, la paciente no tenía debilidad y
se le comenzó a bajar la dosis de esteroides.
Comentario.
Aunque una imagen
da a veces más información que mil palabras, los clínicos de experiencia saben
que el examen físico del paciente, aun cuando esté acompañado de imágenes, es
por lejos mucho menos efectivo en establecer un contexto para el razonamiento
diagnóstico que una detallada historia clínica. Nosotros enseñamos a los
estudiantes a tomar una correcta historia clínica, comenzando por el motivo de
consulta y continuando con los comienzos de la enfermedad actual y sus
antecedentes; como consultantes, nosotros mismos interrogamos a los pacientes y
los re interrogamos una y otra vez, para descubrir matices que clarifiquen el
diagnóstico. Pero en el contexto de una emergencia médica se requiere una
terapia rápida y efectiva. Si los pacientes están cursando un cuadro de
insuficiencia respiratoria, inestabilidad hemodinámica, arritmia, hemorragia, o
una complicación metabólica seria, nosotros debemos primero estabilizar la
situación a menudo antes de que se aclare el diagnóstico. La insuficiencia respiratoria aguda es una
situación particularmente problemática debido a que una terapia efectiva en
estos casos como es la intubación, puede empeorar la comunicación con el
paciente, y hacer que datos claves de la
información no puedan ser obtenidos a partir de entonces.
En el caso de esta
mujer, el reciente inicio de distress respiratorio agudo y disfagia condujo a
los médicos que la asistían y al que analizó el caso a enfocar tenazmente el
problema como de causa parenquimatosa pulmonar o de la vía aérea alta, a pesar
de que existían varias inconsistencias. La paciente tenía una frecuencia de 40
por minuto pero su presión parcial de dióxido de carbono era cercana a lo
normal (1). Ella tenía una severa hipoxemia a pesar de que los pulmones se
auscultaban claros en el examen físico y que no presentaba cardiomegalia en la
Rx de tórax. Aunque no existía tromboflebitis declarada, el gran gradiente
alvéolo-arterial sugería fuertemente embolismo pulmonar. Tal presunción
diagnóstica fue abandonada sin embargo, cuando el scan pulmonar se interpretó
como “baja probabilidad” de embolismo. Cuando la paciente se tornó febril, se
pensó en infección pulmonar temprana para explicar la hipoxemia a la luz de una
Rx de tórax normal.
Con el desarrollo
de fiebre y un Gram consistente con infección neumocóccica se consideró
apropiada la utilización de amplia cobertura antibiótica usando ceftriaxona y
eritromicina. Cuando la condición de la paciente mejoró con la terapia
antibiótica, el diagnóstico de infección neumónica temprana con distress respiratorio
agudo incipiente pareció correcto. A la luz de la mejoría del cuadro se decidió
la extubación de la paciente. Los clínicos no jerarquizaron la baja fuerza
inspiratoria y la baja capacidad vital. Algo pareció andar mal sólo cuando
recurrió la insuficiencia respiratoria. El médico que analizó el caso remarcó
que el movimiento paradojal del diafragma podía reflejar tanto una enfermedad
neuromuscular sistémica, o un compromiso local del nervio frénico; ambas
situaciones podrían explicar tanto su baja fuerza en la inspiración como la
necesidad de reintubación. Sin el antecedente de episodios de debilidad previa
o sin el sorprendente hallazgo de la ptosis que apareció después en la
evolución, el médico que analizó el caso se orientó más hacia una parálisis
frénica y solicitó una TC de tórax.
Una vez que el
cuadro sugirió enfermedad neuromuscular generalizada al médico que analizó el
caso le fue fácil pensar en miastenia gravis (2,3), que fue confirmado por
tests neurológicos. Hasta que la paciente tuvo algunos signos de alarma, había
pocas razones para dudar de la apreciación inicial, ya que se desconocía la
presencia de episodios similares en el pasado.
Aunque la miastenia aparece en todos los libros de
texto de medicina como causa de fallo respiratorio (4), y aunque la mayoría de
los clínicos cuando se los presiona lo suficiente la consideran en el
diagnóstico diferencial, la relativa poca frecuencia de esta entidad cuando se
la compara por ejemplo con neumonía, EPOC, fallo cardíaco, o aún embolismo
pulmonar, colocan a la miastenia en el extremo de la lista de probabilidades,
especialmente para pacientes de los cuales se desconoce la presencia de
enfermedad neuromuscular. No se piensa generalmente en este diagnóstico a menos
que un elemento específico de la presentación empuje a esta causa por encima de
las otras posibilidades diagnósticas. En forma retrospectiva, había varias
pistas en el cuadro clínico de este
paciente (disfagia, una inesperadamente casi normal presión parcial de dióxido
de carbono, hipoxemia a pesar de una radiografía de tórax “limpia” y un
centelleograma de baja probabilidad, una baja fuerza inspiratoria, y la súbita
necesidad de reintubación), pero ninguno de ellos fue lo suficientemente
específicos para orientar el proceso diagnóstico de los clínicos, hasta que los
signos de enfermedad neuromuscular fueron lo suficientemente avasallantes.
Si ninguna de las
inconsistencias que reveló el comienzo del cuadro por separado fueron lo
suficientemente específicas para elevar la probabilidad de que se considerara
enfermedad neuromuscular como diagnóstico abarcativo, ¿por qué el efecto
acumulativo de esas pistas tampoco fue suficiente? La explicación descansa en
la naturaleza incremental del razonamiento clínico. En base a la presentación,
los clínicos formulan un orden de hipótesis diagnósticas, desde las categorías
más amplias (tales como obstrucción de la vía aérea), hasta otros diagnósticos
más específicos (tal como neumonía por legionella). A medida que aparecen
nuevos datos clínicos, los médicos modifican las estimaciones de probabilidades
de esas hipótesis, a menudo categorizando nuevos hallazgos y cotejando
consistencias o inconsistencias con cada hipótesis. A veces nuevos hallazgos
traen nuevas posibilidades diagnósticas a la mente; por ejemplo, la severa
hipoxemia de este paciente en el contexto de una radiografía de tórax normal
sugirió embolia pulmonar, y la aparición de ptosis sugirió miastenia gravis. Pero
a veces nosotros colocamos esas inconsistencias en una lista mental para
analizarlas más adelante.
Muchos clínicos
aprenden a tener un enfoque diagnóstico completamente estrecho, y usan
“casilleros” específicos para saltar de una hipótesis a otra. Aún para los
clínicos experimentados el esfuerzo cognitivo de abandonar todas las hipótesis
sobre las que se estaba trabajando y empezar de cero suele ser desalentador tanto
que la mayoría de las veces se evita este ejercicio. Nuestra memoria inmediata
de trabajo (“memoria RAM”) es limitada lo que hace que no podamos manejar todas
las posibilidades sino solamente las más simples. Quizás para compensar estas
limitaciones nosotros formulamos hipótesis rápidas que sirven como contexto
para el razonamiento y proveen un formato para recordar los hallazgos del
paciente. Aunque esos contextos de razonamiento pueden oscurecer o quitar una
visión más amplia del horizonte diagnóstico, no se puede abandonar ese approach
debido a nuestra acotada capacidad de memoria.
Conscientes del riesgo de “cierre prematuro” del diagnóstico (5),
tratamos de validar cuidadosamente nuestras hipótesis y a veces usamos reglas
generales o consultamos textos de medicina y revisamos temas para ampliar
nuestra visión. Cuando aun así no podemos cerrar nuestro diagnóstico
consultamos a colegas; ellos a veces traen luz o una “mirada fresca” y objetiva
y un nuevo contexto diagnóstico. A veces nos pasa que tratando de resumir
nuestro paciente y organizar sus estudios diagnósticos en una nota para
presentársela a un colega vemos el caso desde una nueva perspectiva nosotros
mismos. A veces sólo necesitamos considerar los hallazgos en una secuencia
diferente.
¿Por qué la
debilidad de esta paciente progresó tan marcadamente durante el primer día de
internación? No estuvo expuesta a aminoglucósicos, ni relajantes musculares,
pesticidas, alimentos contaminados o sustancias que puedan alterar la
transmisión neuromuscular. La fiebre
puede ocurrir sea por una crisis miasténica o por infección, y el stress de la
infección en sí mismo a menudo exacerba
la crisis miasténica (3). Pero el neurólogo consultado ofreció la explicación
más probable. Él recordó varios reportes que sugerían que la eritromicina podía
desenmascarar una miastenia hasta ese momento desconocida, o exacerbar un
cuadro ya conocido tanto en niños (6), como en adultos (7,8,9,10,11).
La terapia empírica
con antibióticos con drogas relativamente “benignas” exacerbó la miastenia de
una manera que pocos clínicos podrían haber reconocido. Sin embargo, un
cuidadoso razonamiento y la adecuada consulta por debilidad generalizada pudo
hacer que finalmente se comprendiera que la reacción inesperada a una droga
condujera a un correcto diagnóstico.
From the Divisions of Clinical Decision Making and General Internal
Medicine, New England Medical Center, Tufts University School of Medicine,
Boston.
Conclusiones del
caso.
Antes de la
aparición de ptosis palpebral, signo semiológico fuertemente orientador en el
contexto de un paciente con insuficiencia respiratoria aguda, esta paciente
presentó algunas pistas de enfermedad neuromuscular con compromiso respiratorio
restrictivo. El antecedente de “dificultad ocasional para tragar”, la presencia
en oportunidades de una “sensación de bulto en la garganta”, la ortopnea en
ausencia de insuficiencia cardíaca (que pueden interpretarse como insuficiencia
de la colaboración diafragmática), y fundamentalmente una pCO2 inesperadamente
“normal-alta” ( 38 mm Hg) en una paciente con una frecuencia respiratoria de 40
por minuto, debieran haber sugerido inicialmente a los médicos tratantes el
diagnóstico de enfermedad neuromuscular como responsable del cuadro. La taquipnea evidenciada al ingreso debiera
haber generado en el estudio de gases en sangre arterial una correspondiente
hipocapnia. Una pCO2 de 38 mm Hg en este contexto es evidencia de movimientos
respiratorios poco efectivos, superficiales, y que generan algún grado de hipoventilación alveolar. A veces la simple
observación detenida del paciente puede dar mucha información sobre la
fisiopatología del cuadro. En este caso, los médicos tratantes observaron
“movimiento paradojal del diafragma con las respiraciones profundas”. Durante
los movimientos respiratorios normales, tenemos evidencias de una normal
contracción del diafragma, principal músculo inspiratorio, por la presión
abdominal positiva que este movimiento genera, lo cual se traduce en la
observación por una elevación o prominencia del abdomen. En casos de ausencia
de actividad diafragmática (parálisis) o disminución de la misma (paresia),
este músculo es “chupado hacia el tórax” generando una presión intraabdominal
negativa y el consecuente ahuecamiento de la pared abdominal. Esta paciente
presentaba ortopnea. La misma evoca inmediatamente al médico observador un cuadro de
insuficiencia cardíaca izquierda. Sin embargo, cuando la ortopnea aparece
inmediatamente después que el paciente adopta el decúbito dorsal es fuertemente
sugestiva de parálisis diafragmática bilateral. La ortopnea de la insuficiencia
cardíaca suele tardar varios segundos o minutos en manifestarse.
Otro elemento que
debería haberse capitalizado hacia el fortalecimiento de la hipótesis
diagnóstica es la inmediata mejoría clínica y gasométrica cuando la paciente
fue asistida ventilatoriamente. Lejos de haber sido este elemento como
orientador, los médicos la retiraron de la asistencia respiratoria mecánica y
la desintubaron porque “su mecánica respiratoria fue considerada adecuada” a
pesar de una capacidad vital de 0,63 litros y de una fuerza inspiratoria de 24
cm de agua!!!
La capacidad vital
entendida como la cantidad máxima de aire que una persona puede expulsar de los
pulmones tras una inhalación máxima varía ampliamente con el sexo, la edad, la
contextura física etc, y en esta mujer de 40 años no debiera haber sido menor
de 3 litros. La presión inspiratoria máxima (PIMax) o fuerza máxima de la
musculatura inspiratoria. La disminución de la PIMax permite detectar cambios en la funcionalidad
muscular respiratoria, incluso antes de que estas sean detectadas por las
pruebas funcionales respiratorias. Por lo tanto si se hubiese puesto atención
en este dato, la paciente no debió habérsela retirado de la asistencia
respiratoria mecánica por lo menos hasta que un diagnóstico etiológico y un
tratamiento adecuado se hubiesen establecido. La PIMax se mide en cm de H2O y
también debe ser corregida por edad y sexo, siendo los valores normales para
los hombres de 143-(0.55 x edad), y en
las mujeres 104-(0.51 x edad). En la paciente en cuestión la PIMax debió ser de
83 cm de H2O!!!
Finalmente los
datos obtenidos de la hermana de la paciente sustentaron fuertemente la
hipótesis de una enfermedad neuromuscular caracterizada por exacerbaciones
periódicas y remisiones completas lo cual acota enormemente la oferta de
diagnósticos diferenciales. Descartada parálisis periódica hipo e hiperpotasémicas, la miastenia gravis es el
diagnóstico más plausible
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