domingo, 17 de junio de 2018

Una fiebre escalofriante...


En este ejercicio clínico se presenta un caso que es discutido por un médico internista al que se le van proporcionando datos de la historia clínica en forma secuencial, y este analiza el cuadro a la luz de los nuevos elementos, de una manera análoga al proceso diagnóstico en la práctica real de la medicina.


Un estudiante graduado de 30 años de edad se presentó en el departamento de emergencia en marzo y reportó fiebre asociadas con escalofríos y fuertes dolores de cabeza. Había estado bien hasta 1 semana antes de la presentación, cuando comenzó a tener episodios de fiebre diariamente, con temperaturas tan altas como 39.4 ° C,   con escalofríos, náuseas y dolores de cabeza asociados. Los episodios de fiebre eran  más notables en la noche; por la mañana, el paciente estaba afebril y se sentía lo suficientemente bien como para asistir a clase. Había estado tomando paracetamol, sin alivio de los síntomas.

PONENTE
Los episodios de fiebre que empeoran por la noche se asocian a muchas afecciones y el hecho en sí no es específico debido al ritmo circadiano de la temperatura corporal; en consecuencia, este patrón no implica necesariamente una verdadera "fiebre periódica". Aunque la fiebre de inicio agudo en un adulto joven por lo demás sano suele ser viral, la presencia de escalofríos sugiere la posibilidad de bacteriemia; las fuentes potenciales incluyen pielonefritis, infección del árbol biliar y neumonía. Otras consideraciones incluyen endocarditis, infección por salmonela, fiebre tifoidea y tularemia. Se le debe preguntar al paciente sobre cualquier uso de drogas inyectables y sobre viajes recientes, contacto con animales e ingestión de agua no tratada o leche o productos lácteos no pasteurizados. Aunque los escalofríos con sacudidas sugieren bacteriemia, también se deben considerar enfermedades virales (por ejemplo, infección aguda con el virus de inmunodeficiencia humana [VIH]) y causas no infecciosas de fiebre (por ejemplo, cáncer o enfermedad reumatológica). Se debe obtener una historia sexual para identificar comportamientos asociados con un mayor riesgo de infección por VIH, con información obtenida sobre el número de parejas sexuales y una historia de sexo a cambio de dinero o drogas ilícitas o de sexo con hombres.


EVOLUCIÓN
El paciente no refirió rigidez en el cuello, artralgias, rigidez matutina, enfermedad gastrointestinal o pérdida de peso, pero refería sudoración con la fiebre. No había alteraciones en el estado mental. Entre sus antecedentes médicos  solo presentaba artroscopias de rodilla pero no tenía ningún dispositivo de fijación interna. El único medicamento que estaba tomando era acetaminofén. No había recibido la vacuna contra la influenza y tenía un historial de erupción frente a tratamiento con cefalosporinas. El paciente vivía en el área de Boston con su esposa, que era su única pareja sexual, y no había antecedentes de enfermedades de transmisión sexual. No fumaba ni usaba drogas ilícitas, y bebía una o dos bebidas alcohólicas en ocasiones sociales. Pasó varios días en Cape Cod, Massachusetts, 3 semanas antes de la presentación. Su único viaje al extranjero fue un viaje a Uganda 2 años antes. Había recibido vacunas apropiadas antes de ese viaje e informó una excelente adherencia a la profilaxis de la malaria.


PONENTE
Dado el reciente viaje a Cape Cod, se deben considerar las enfermedades transmitidas por garrapatas con un período de incubación de 1 a 6 semanas. En el área de Cape Cod, las enfermedades predominantes transmitidas por garrapatas son la enfermedad de Lyme, la anaplasmosis y la babesiosis, todas las cuales pueden causar una enfermedad inespecífica similar a la gripe con fiebre, malestar general, mialgias y dolor de cabeza. Aunque la incidencia máxima generalmente ocurre de mayo a agosto, las infecciones pueden ocurrir en cualquier época del año. La enfermedad de Lyme se manifiesta de manera característica como eritema migratorio, un exantema macular eritematoso con aclaramiento central (conocido como erupción de ojo de buey). En la enfermedad de Lyme localizada temprana, la erupción se desarrolla en el sitio de la picadura unas semanas después de la picadura; múltiples de tales lesiones, que se pueden ver en la enfermedad de Lyme diseminada temprana, pueden desarrollarse semanas o meses después de la infección. Aunque muchos pacientes no notan la erupción, los pacientes con sospecha de enfermedad de Lyme deben ser interrogados sobre cualquier erupción cutánea reciente. Los médicos también deben consultar sobre las actividades relacionadas con la exposición a garrapatas, como caminar en campos de hierba, áreas boscosas o arbustos.
El viaje de este paciente a Uganda merece consideración por las infecciones que se pueden adquirir en África oriental y que se manifiestan mucho después de la adquisición. Estas enfermedades incluyen malaria, tuberculosis, filariasis (aunque esta infección es poco probable después de un viaje de corta duración), leishmaniasis visceral y fiebre Q. Las recaídas de la malaria son más propensas a comenzar con escalofríos que la infección primaria. El examen físico debe enfocarse en el hígado y el bazo (ya que la hepatoesplenomegalia puede desarrollarse en asociación con malaria, leishmaniasis visceral o fiebre Q), los pulmones (particularmente el lóbulo superior, que a menudo está involucrado en la tuberculosis), el corazón (desde frotes pericárdicos), o soplos en asociación con la fiebre Q), y las extremidades y el escroto (debido a que la linfangitis y el linfedema pueden desarrollarse en asociación con fiebres por filarias).


EVOLUCIÓN
En la presentación, la temperatura del paciente era de 36.7 ° C, su frecuencia cardíaca de 90 latidos por minuto, la presión arterial de 121/57 mm Hg y la saturación de oxígeno del 97% mientras respiraba el aire ambiente. Parecía fatigado, pero no presentaba compromiso agudo. No había ictericia escleral ni palidez conjuntival. Su orofaringe era limpia,  sin eritema ni exudados. El cuello era flexible. La presión venosa yugular fue de 5 cm de agua. La frecuencia cardíaca era regular, sin soplosos, galope o frote pericárdico, y los pulmones estaban limpios a la auscultación. El abdomen era blando y no doloroso, con sonidos intestinales normales. No había hepatomegalia. Una punta del bazo no doloroso era palpable en el borde costal izquierdo. No había edema periférico ni linfadenopatía cervical, axilar o inguinal. Los pulsos distales fueron 2+ bilateralmente. Petequias dispersas estaban presentes en las espinillas anteriores (caras anteriores de las piernas) y ambos pies. El examen neurológico estaba dentro de los límites normales.


PONENTE
El examen es notable por esplenomegalia y petequias, hallazgos que deben considerarse en el contexto de la fiebre informada por el paciente. Las petequias pueden ocurrir con una variedad de infecciones virales y con sepsis por infecciones meningocócicas o neumocócicas. Las causas no infecciosas de fiebre y erupción petequial incluyen púrpura trombocitopénica trombótica, una afección en la que la fiebre y la erupción petequial se acompañan de insuficiencia renal, síntomas neurológicos y anemia hemolítica. Sin embargo, en presencia de esplenomegalia, las petequias pueden representar las consecuencias hemostáticas del secuestro esplénico de plaquetas. El diagnóstico diferencial de esplenomegalia y fiebre incluye cánceres hematológicos, enfermedades vasculares de colágeno y múltiples causas infecciosas, siendo la mononucleosis infecciosa la causa más probable de infección en un adulto joven. Aunque la linfadenopatía cervical, que se asocia comúnmente con la mononucleosis, no está presente, la mononucleosis sigue siendo una posibilidad; un hallazgo de linfocitosis atípica en un hemograma completo apoyaría este diagnóstico. Otras causas infecciosas de fiebre y esplenomegalia incluyen hepatitis viral, babesiosis, infección por citomegalovirus, endocarditis bacteriana y malaria.


EVOLUCIÓN
El panel metabólico básico y las pruebas de función hepática fueron normales. El recuento de leucocitos fue de 5400 por milímetro cúbico, con un 80% de neutrófilos, un 7% de linfocitos y un 5% de monocitos. El nivel de hemoglobina fue de 11.9 g por decilitro, el hematocrito de 35.1% y el recuento de plaquetas de 50,000 por milímetro cúbico. El volumen corpuscular medio fue 84.4 fl. El tiempo de protrombina fue de 16.3 segundos (rango normal, 12.2 a 14.6), tiempo de tromboplastina parcial de 34.7 segundos (rango normal, 23.8 a 36.6), y el RIN 1.3 (rango normal, 0.9 a 1.1). El análisis de orina fue normal. El nivel de lactato deshidrogenasa se elevó a 283 U por litro (rango normal, 135 a 225). La detección rápida de un hisopado nasal para virus de influenza fue negativa.



PONENTE
El recuento normal de glóbulos blancos hace poco probable la infección bacteriana severa. La anemia leve y la trombocitopenia moderada pueden ocurrir con una variedad de infecciones virales y parasitarias. La ligera elevación en el nivel de lactato deshidrogenasa es un marcador inespecífico que se puede observar en una variedad de afecciones, que incluyen anemia hemolítica, cáncer y mononucleosis infecciosa. Entre las enfermedades transmitidas por garrapatas, la babesiosis y la anaplasmosis siguen siendo consideraciones. La babesiosis puede causar anemia hemolítica, trombocitopenia y esplenomegalia, pero también se refleja a menudo en anormalidades en las pruebas de función hepática. La anaplasmosis causa leucopenia y anemia, trombocitopenia y anomalías de la función hepática. La malaria puede causar anemia, trombocitopenia y esplenomegalia. Sería útil obtener un frotis de sangre periférica, que podría revelar parásitos intraeritrocíticos (como los presentes en babesiosis y malaria), inclusiones intracitoplásmicas (se observan mórulas en 20 a 80% de los neutrófilos en pacientes con anaplasmosis) o mielocitos anormales o linajes de linfocitos (que sugieren cáncer hematológico).


EVOLUCIÓN
Un frotis de sangre periférica reveló parásitos intraeritrocíticos.


PONENTE
Los parásitos intraeritrocíticos se observan tanto en la malaria como en la babesiosis. Aunque Babesia microti es endémica en Cape Cod, la infección a fines del invierno o principios de la primavera es inusual. El historial de viaje del paciente lo pone en riesgo de exposición a la malaria, y su presentación clínica podría explicarse por una recaída de la malaria. El frotis de sangre periférica debe examinarse cuidadosamente para distinguir entre estos agentes infecciosos.
El plasmodio metaboliza el hem para formar un pigmento cristalizado intracelular, la hemozoina. Aunque la hemozoin no se identifica invariablemente en casos de malaria, su presencia distingue de manera confiable la infección por malaria de la infección por babesia. Los parásitos de la malaria se pueden distinguir de B. microti por la presencia de gametocitos reconocibles (característicamente con forma de banano en Plasmodium falciparum y redondos, con aspecto granular, en especies no falciparum). Los gametocitos son precursores de las formas sexuales del parásito de la malaria. Además, las vacuolas intracelulares y los merozoitos extracelulares son inusuales en la malaria, pero son comunes en la babesiosis, y la clásica "cruz de Malta" (una tétrada de parásitos que brotan en ángulo recto) es exclusiva de las especies de babesia.
Cuando se diagnostica la malaria, la especie debe ser identificada. Dado la demora en la presentación del paciente, años después de la presunta exposición, puede descartarse la presencia de P. falciparum, ya que no da lugar a recaídas. Las características morfológicas de los parásitos y los eritrocitos infectados permiten diferenciar entre otras dos especies, P. vivax y P. ovale, que pueden causar recaídas meses o años después de la infección inicial.


EVOLUCIÓN
En un examen posterior del frotis de sangre periférica, se observaron los puntos de Schüffner (granulación intracitoplásmica causada por la maduración de P. vivax o P. ovale dentro de una célula), además de las formas de anillos intraeritrocíticos. También se detectaron trofozoítos ameboides más maduros (Figura 1), así como gametocitos redondeados que contienen pigmentos, cuya presencia es consistente con P. vivax. La carga del parásito fue baja al 0,4%.






FIGURA 1
Frotis fino  de sangre periférica.
El frotis muestra un glóbulo rojo agrandado con los puntos de Schüffner (granulación intracitoplásmica) y una forma de anillo intraeritrocítico (flecha corta), un trofozoíto ameboide en un glóbulo rojo agrandado (flecha larga) y un gametocito con pigmento (punta de flecha).




PONENTE
La parásitemia superior al 5% se correlaciona con una infección grave. La baja carga de parásitos de este paciente es característica de P. vivax. El tratamiento de la malaria se guía por la susceptibilidad anticipada a los medicamentos. Mientras que el P. falciparum de muchas partes del mundo es resistente a la cloroquina, las infecciones no falciparum de la mayoría de las regiones responden bien a la cloroquina; Se espera que las infecciones por P. vivax adquiridas en Uganda sean sensibles a la cloroquina. Mientras que la cloroquina debe terminar eficazmente con esta recaída al eliminar la parasitemia, no evitará futuras recaídas, ya que no afecta las formas latentes de P. vivax (hipnozoitos) en el hígado. También se debe prescribir un ciclo de 2 semanas de primaquina para eliminar el reservorio hepático de la malaria, evitando así futuras recaídas. Dado el riesgo de hemólisis en pacientes con deficiencia de glucosa-6-fosfato deshidrogenasa (G6PD) que reciben tratamiento con primaquina, el paciente debe someterse a pruebas de deficiencia de G6PD.



EVOLUCIÓN
El paciente recibió 1 g de fosfato de cloroquina, seguido de 500 mg a las 6, 24 y 48 horas. Las fiebres y dolores de cabeza se resolvieron dentro de las 12 horas posteriores al inicio del tratamiento. Una nueva muestra de sangre a las 24 horas mostró solo dos gametocitos por frotis. Una prueba para la deficiencia de G6PD fue negativa. Después de recibir las cuatro dosis de cloroquina, se le indicó a la paciente que tomara 30 mg de primaquina diariamente durante 14 días. En una visita de seguimiento de 2 semanas, permaneció afebril y no presentó síntomas residuales a excepción de un poco de fatiga leve. Una repetición del frotis de sangre periférica obtenido en ese momento no mostró indicios de parasitemia.


COMENTARIO
En retrospectiva, es tentador referirse a la fiebre del paciente como cíclica, dado la asociación clásica de la fiebre cíclica (periódica o recidivante) con la malaria. Aunque el diagnóstico diferencial para la fiebre periódica es diferente del de la fiebre recurrente aleatoria1, muchas enfermedades febriles siguen un patrón de fiebre nocturna con defervescencia matutina. En la malaria, el patrón febril es inicialmente irregular, pero posteriormente se regulariza si se desarrolla una crecimiento dominante de parásitos que se reproducen sincrónicamente. Típicamente, la periodicidad de la fiebre es de 72 horas con P. malariae y de 48 horas con otras especies. Sin embargo, cualquier fiebre en un paciente que haya tenido una posible exposición a la malaria debería provocar la consideración de este diagnóstico.
En la práctica clínica, la malaria a menudo se clasifica como falciparum versus no-falciparum (que incluye P. vivax, P. ovale y P. malariae). P. falciparum conlleva el mayor riesgo de muerte. Entre las especies no falciparum, P. vivax representa el mayor número de casos, y entre todas las especies tiene el rango geográfico más amplio. P. vivax se encuentra ampliamente en los trópicos, está presente en algunas zonas templadas y rara vez se encuentra en el África subsahariana. 2,3 En los Estados Unidos, la incidencia anual de malaria es de aproximadamente 1500 casos4. En 2010, se reportaron un total de 1691 casos a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), la mayor cantidad registrada desde 1980; Se identificaron P. falciparum, P. vivax, P. malariae y P. ovale en 58%, 19%, 2% y 2% de los casos, respectivamente.5
El ciclo de vida de la malaria en la infección inicial es idéntico en todas las especies, comenzando con la inoculación de mosquitos anofeles hembra inmaduros (esporozoitos) que migran a través del torrente sanguíneo del huésped al hígado, donde invaden los hepatocitos y se replican por medio de la esquizogonia (que es una división asexual dentro de células multinucleadas llamadas esquizontes que contienen muchos merozoitos). Los esquizontes maduros rompen el hepatocito, liberando decenas de miles de merozoitos en el torrente sanguíneo, donde invaden los eritrocitos y sufren otra ronda de esquizogonia, formando trofozoitos (la forma adoptada durante la etapa de alimentación del parásito) .3 Los trofozoitos se convierten en esquizontes en estadio sanguíneo que generalmente contienen hasta 24 merozoitos que, al romperse el eritrocito, ingresan al torrente sanguíneo e infectan a otros eritrocitos. La fiebre, los escalofríos y otros síntomas del paroxismo de la malaria son consecuencia de la ruptura de los glóbulos rojos y la liberación de merozoítos3.
En el caso de P. vivax y P. ovale, algunos esporozoitos no se replican inmediatamente cuando invaden los hepatocitos pero permanecen latentes (como hipnozoitos) durante períodos prolongados antes de sufrir esquizogonia y dar lugar a una recaída clínica, 6 como ocurrió en este caso. El tiempo promedio de recaída es de aproximadamente 9 meses, pero puede variar de semanas a años. El intervalo de recaída depende de la cepa (antes con cepas tropicales y luego con cepas templadas), el inóculo inicial y los factores del huésped (p. Ej., Las enfermedades febriles pueden desencadenar una recaída asociada con P. vivax) .7 Ninguno de los agentes profilácticos comúnmente utilizados (cloroquina, mefloquina, doxiciclina o atovacuona-proguanil) eliminan los hipnozoítos. La primaquina, el único fármaco efectivo contra los hipnozoitos inactivos, no ha sido aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos para la profilaxis primaria, 8 pero el CDC respalda su uso para la profilaxis en los países de América Latina donde predomina P. vivax, porque el medicamento puede prevenir ataques y recaídas causados ​​por todas las especies que son una fuente de infección palúdica.9 Es poco probable que este paciente haya recibido primaquina para la profilaxis antipalúdica. En cambio, su terapia profiláctica lo protegió de una infección inicial clínicamente aparente, pero no previno la infección latente en el hígado.
En regiones donde la malaria es endémica, el riesgo de enfermedad se puede reducir limitando las picaduras de mosquitos; es útil usar ropa protectora, aplicar repelentes como N, N-dietil-3-metilbenzamida (DEET) o picaridin a la piel y permetrina a la ropa, dormir bajo mosquiteros tratados con insecticida y evitar las actividades al aire libre durante los momentos pico de picaduras ( en la mayoría de las áreas, entre el anochecer y el amanecer) .10 Incluso con estas medidas, la quimioprofilaxis es esencial para los viajeros en áreas en las que la enfermedad es endémica. Debido a la resistencia generalizada de P. falciparum a la cloroquina, los principales agentes para la quimioprofilaxis son la mefloquina y la doxiciclina, que actúan contra los parásitos del torrente sanguíneo y previenen la enfermedad clínica, y atovacuona-proguanil, que actúa contra parásitos en el hígado y el torrente sanguíneo pero no contra hipnozoites. La elección del medicamento debe tener en cuenta el destino del viaje y la duración de la estadía, las condiciones médicas concurrentes, el perfil de eventos adversos y el costo.
En pacientes con infección aguda o recurrente por malaria, el tratamiento depende de la especie y del estado de resistencia en el área donde se adquirió la infección. P. falciparum es resistente a la cloroquina en la mayoría de las regiones en las que es endémica y resistente a la mefloquina en partes del sudeste asiático. Por el contrario, los parásitos de la malaria no falciparum no tienen una resistencia sustancial a la mefloquina, y la distribución de la malaria por P. vivax resistente a la cloroquina es limitada, y se produce principalmente en Indonesia y Papua Nueva Guinea. 11 Después de iniciar el tratamiento, se deben obtener frotis de sangre periférica diariamente durante 4 días (la parasitemia se elimina típicamente el día 4), los días 7 y 28 para confirmar la erradicación, y en cualquier momento los síntomas reaparecen, lo que sugiere un fracaso del tratamiento.
En áreas distintas a aquellas con resistencia conocida a la cloroquina, la cloroquina, seguida de un ciclo de primaquina de 14 días para prevenir recaídas posteriores, sigue siendo el tratamiento estándar para la parasitemia de P. vivax.2 Entre los pacientes con una contraindicación para la terapia con primaquina (p. Ej., Mujeres embarazadas o personas con deficiencia de G6PD), el tratamiento con cloroquina sola conlleva un 20% de riesgo de recaída12; la profilaxis extendida con cloroquina puede ofrecerse a pacientes que tienen recaídas frecuentes.
Este caso resalta la importancia de la historia de viajes (reciente y remota) en la construcción del diagnóstico diferencial de una enfermedad febril. Aunque la babesiosis era una posibilidad en este paciente, ya que había viajado solo 3 semanas antes de la presentación a un área en la que la enfermedad es endémica, la consideración de la posibilidad de recaída de la malaria por P. vivax años después de la exposición inicial provocó una revisión cuidadosa del frotis de sangre y condujo rápidamente al diagnóstico correcto y terapia apropiada.



Fuente: 
A Chilly Fever
Christin Price, M.D., Cameron Ashbaugh, M.D., Amy Leigh Miller, M.D., Ph.D., and Joseph Loscalzo, M.D., Ph.D.

N Engl J Med 2014; 371:1833-1837November 6, 2014DOI: 10.1056/NEJMcps1313772


Referencias 
1Long SS. Distinguishing among prolonged, recurrent, and periodic fever syndromes: approach of a pediatric infectious diseases subspecialist. Pediatr Clin North Am 2005;52:811-835
CrossRef | Web of Science | Medline
2Maguire JD, Baird JK. The `non-falciparum' malarias: the roles of epidemiology, parasite biology, clinical syndromes, complications and diagnostic rigour in guiding therapeutic strategies. Ann Trop Med Parasitol 2010;104:283-301
CrossRef | Web of Science | Medline
3Dhorda M, Nyehangane D, Renia L, Piola P, Guerin PJ, Snounou G. Transmission of Plasmodium vivax in south-western Uganda: report of three cases in pregnant women. PLoS One 2011;6:e19801-e19801
CrossRef | Web of Science | Medline
4Malaria facts. Atlanta: Centers for Disease Control and Prevention (http://www.cdc.gov/malaria/about/facts.html).
5Malaria surveillance -- United States, 2010. MMWR Surveill Summ 2012;61:1-17
6Mueller I, Galinski MR, Baird JK, et al. Key gaps in the knowledge of Plasmodium vivax, a neglected human malaria parasite. Lancet Infect Dis 2009;9:555-566
CrossRef | Medline
7White NJ. Determinants of relapse periodicity in Plasmodium vivax malaria. Malar J 2011;10:297-297
CrossRef | Web of Science | Medline
8Chen LH, Wilson ME, Schlagenhauf P. Controversies and misconceptions in malaria chemoprophylaxis for travelers. JAMA 2007;297:2251-2263
CrossRef | Web of Science | Medline
9Steinhardt LC, Magill AJ, Arguin PM. Review: malaria chemoprophylaxis for travelers to Latin America. Am J Trop Med Hyg 2011;85:1015-1024
CrossRef | Web of Science | Medline
10Freedman DO. Malaria prevention in short-term travelers. N Engl J Med 2008;359:603-612
Free Full Text | Web of Science | Medline
11Baird JK. Chloroquine resistance in Plasmodium vivax. Antimicrob Agents Chemother 2004;48:4075-4083
CrossRef | Web of Science | Medline
12Griffith KS, Lewis LS, Mali S, Parise ME. Treatment of malaria in the United States: a systematic review. JAMA 2007;297:2264-2277
CrossRef | Web of Science | Medline




SIMPLE Y COMPLEJO...


En este ejercicio clínico se presenta un caso que es discutido por un médico internista al que se le van proporcionando datos de la historia clínica en forma secuencial, y este analiza el cuadro a la luz de los nuevos elementos, de una manera análoga al proceso diagnóstico en la práctica real de la medicina.


Un hombre de 44 años acudió al servicio de urgencias con dolor en el pecho que había empezado una hora antes y lo había despertado del sueño. El dolor era severo, subesternal, ardiente, irradiando al brazo izquierdo, y acompañado de náuseas y vómitos no biliosos y sin sangre. Durante el último mes, había experimentado dolor torácico intermitente de carácter similar pero menos intenso. El dolor no estaba relacionado con el esfuerzo y duraba desde horas a días a veces. Los antiácidos y el omeprazol proporcionaban alivio temporal. No refería disnea, edema de las extremidades inferiores, inmovilidad, fiebre, tos o trauma.



PONENTE
Las condiciones que deben descartarse primero son las causas letales del dolor torácico: síndromes coronarios agudos, embolia pulmonar, disección aórtica, neumotórax, taponamiento pericárdico y mediastinitis. De estas condiciones, un síndrome coronario agudo es el más probable, basado en el dolor de tórax como se describe y la presencia de episodios similares pero menos intensos durante el mes anterior. Las náuseas y los vómitos pueden ocurrir en los síndromes coronarios agudos, pero son inespecíficos. También son posibles otras causas de dolor en el pecho, como reflujo gastroesofágico o trastornos musculoesqueléticos.



EVOLUCIÓN
Los antecedentes médicos del paciente no eran relevantes, pero no había visto médicos durante años. Los medicamentos incluían omeprazol y antiácidos según necesidad.  Dijo no consumir tabaco, alcohol o drogas ilícitas. El paciente era  médico. No había antecedentes familiares de enfermedad coronaria prematura. En el examen físico, estaba afebril; la presión arterial era 133/83 mm Hg (aproximadamente la misma en ambos brazos), la frecuencia cardíaca 61 latidos por minuto y la saturación de oxígeno 97% mientras respiraba aire ambiente. Parecía estar comprometido, apretando su pecho. Era delgado. La tráquea estaba la línea media. El examen cardíaco reveló un ritmo regular sin ruidos cardíacos adicionales, sin distensión venosa yugular y sin edema de las extremidades inferiores. Los ruidos respiratorios eran normales en ambos pulmones. La palpación en el tórax no producía dolor. El abdomen era blando, indoloro, con sonidos intestinales normales. No había organomegalia o linfadenopatía. El examen de la piel no mostraba alteraciones.



PONENTE
El paciente no tiene factores de riesgo ateroscleróticos conocidos, pero aparentemente no se ha sometido a exámenes de detección de diabetes o hiperlipidemia. Él informa que no usa drogas recreativas, lo que podría conferir una predisposición a la isquemia coronaria, aunque dicha información no es necesariamente confiable. Sus signos vitales son estables, un hallazgo algo tranquilizador.



EVOLUCIÓN
El nivel de troponina fue de 0.08 ng por mililitro (valor normal, menos de 0.10). El recuento de glóbulos blancos fue de 22,000 por milímetro cúbico, con 74% de neutrófilos, 18% de formas de bandas, 2% de linfocitos, 4% de monocitos, 1% de eosinófilos y 1% de basófilos. El conteo de plaquetas fue de 771,000 por milímetro cúbico. El nivel de hemoglobina fue de 17,5 g por decilitro. El tiempo de protrombina fue de 14.9 segundos (rango normal, 11.7 a 15.3), índice internacional normalizado de 1.2, y tiempo de tromboplastina parcial de 27.6 segundos (rango normal, 22.7 a 35.6). El nivel de glucosa en suero en ayunas fue de 192 mg por decilitro. Los resultados de otras pruebas químicas de sangre y de función hepática no fueron notables. Una radiografía de tórax mostró un mediastino normal sin edema pulmonar, cardiomegalia o enfermedad del espacio aéreo. Un electrocardiograma de 12 derivaciones obtenido 2 horas después del inicio del dolor en el pecho reveló un ritmo sinusal normal; Elevaciones del segmento ST en las derivaciones V2 a V6, I y aVL; y depresión del segmento ST en D III (Figura 1).




Figura 1 Electrocardiograma.
Un electrocardiograma obtenido 2 horas después del inicio del dolor torácico reveló elevación del segmento ST en las derivaciones V2 a V6, I y aVL y depresión del segmento ST en D III.



PONENTE
El electrocardiograma muestra un patrón de injuria aguda en la pared anterolateral del corazón que es compatible con infarto de miocardio con elevación del segmento ST (SCACEST) en el territorio de la arteria coronaria descendente anterior izquierda. Dado que el paciente se presentó temprano después de la aparición del dolor en el pecho, el nivel normal de troponina no descarta SCACEST. También se deben considerar otras afecciones que pueden simular SCACEST, como la pericarditis; sin embargo, los cambios localizados en el electrocardiograma y el carácter del dolor argumentan en contra de este diagnóstico. El paciente debe someterse a una angiografía coronaria de emergencia con intervención coronaria percutánea planificada si las instalaciones están disponibles rápidamente. La administración de aspirina, heparina intravenosa y una tienopiridina es razonable, junto con oxígeno y morfina. Sería cauteloso sobre la prescripción de betabloqueantes, dado que la frecuencia cardíaca es relativamente baja para un SCACEST anterolateral.
 El manejo inmediato debe ser la prioridad, pero también es importante considerar si algo en la presentación sugiere una condición predisponente subyacente. El alto nivel de glucosa en ayunas del paciente despierta preocupación sobre la posible diabetes, aunque se necesita documentación de un nivel de glucosa en ayunas de 126 mg / por decilitro o más en la medición repetida (o un nivel de hemoglobina glicosilada de 6.5% o más) para establecer  este diagnóstico También me impresionan los resultados anormales en el recuento sanguíneo completo. Los hallazgos de leucocitosis con desplazamiento hacia la izquierda no son inusuales en pacientes con IAMEST, pero se debe considerar la posibilidad de una neoplasia mieloproliferativa (con un estado de hipercoagulabilidad asociado), dado el recuento de células más altas de lo esperado. Después de realizar la angiografía coronaria, volvería a verificar el nivel de glucosa y el hemograma y examinaría el frotis de sangre periférica.



EVOLUCIÓN
El paciente recibió aspirina (325 mg por vía oral), atorvastatina (80 mg por vía oral), clopidogrel (300 mg por vía oral) y un bolo de 5000 U de heparina intravenosa. Continuas infusiones de heparina y nitroglicerina se iniciaron, y fue trasladado a un hospital universitario. Allí se sometió a un cateterismo cardíaco izquierdo, que mostró un 100% de oclusión de la arteria descendente anterior izquierda (Figura 2A).
El tronco de la  arteria coronaria izquierda, la circunfleja izquierda y la arteria coronaria derecha no tenían enfermedad clínicamente significativa. Se realizó intervención coronaria percutánea de la arteria descendente anterior con trombosucción y se colocaron dos stents liberadores de fármacos, con restauración posterior del flujo normal (TIMI grado 3, según el sistema de clasificación de la trombólisis en la prueba de infarto de miocardio) (figura 2B). ) La ecocardiografía transtorácica mostró una fracción de eyección del 40%, con hipocinesia del ápex, la pared anterior media y distal y el tabique anterior medio y distal. Después del procedimiento, se inició el tratamiento con metoprolol.









Figura 2 Angiograma coronario.
El panel A muestra una vista caudal oblicua anterior derecha de una arteria coronaria circunfleja izquierda angiográficamente normal, pero una arteria descendente anterior ocluida (flecha). El panel B muestra la misma vista después de la trombosuccción y la colocación de un stent liberador de fármaco. El flujo sanguíneo ha sido restaurado a la arteria descendente anterior izquierda.



PONENTE
La angiografía coronaria ha confirmado el diagnóstico de STEMI, y la intervención percutánea parece haber tenido éxito. El uso de stents liberadores de fármacos no afecta la mortalidad entre los pacientes con SCACEST, pero sí reduce la necesidad de procedimientos posteriores. Tengo la esperanza de que la función de la pared ventricular izquierda del paciente y la fracción de eyección, que puede estar deprimida debido al aturdimiento del miocardio antes de SCACEST, se recuperarán. Sigo preocupado por el recuento sanguíneo completo.


EVOLUCIÓN
El nivel máximo de troponina fue de 127 ng por mililitro. El nivel de colesterol de lipoproteínas de baja densidad (LDL) fue 104 mg por decilitro, colesterol de lipoproteína de alta densidad 36 mg por decilitro y triglicéridos 48 mg por decilitro ) En la medición repetida, el nivel de glucosa sérica en ayunas fue de 109 mg por decilitro, y los niveles subsiguientes se mantuvieron por debajo de 110 mg por decilitro. El nivel de hemoglobina glucosilada fue del 5.7%. Los niveles de proteína C y proteína S fueron normales. La actividad de la antitrombina III fue del 78% del rango normal, que es del 85 al 140%. Una prueba para la mutación del gen de la protrombina fue negativa. Los niveles de anticuerpos anticardiolipina y anti-β2-glicoproteína fueron normales. Un ensayo de neutralización de fosfolípidos de fase hexagonal para evaluar el anticoagulante lúpico fue positivo.



PONENTE
El nivel elevado de troponina confirma la lesión del miocardio. Iniciar el tratamiento con una estatina es razonable, dada la reconocida enfermedad coronaria y el nivel elevado de colesterol LDL. Se debe recomendar asesoramiento dietético y de estilo de vida, ya que el perfil lipídico del paciente y su glucosa en ayunas y los niveles de hemoglobina glucosilada sugieren un mayor riesgo de diabetes. Se realizaron varias pruebas para detectar hipercoagulabilidad, la mayoría de los cuales mostraron resultados poco notables. Hubo un ligero descenso en la actividad de antitrombina, pero esto puede ocurrir transitoriamente después de un evento trombótico agudo (como resultado del consumo de antitrombina) o con el uso de heparina, y el valor no es lo suficientemente bajo como para ser típico de la deficiencia de antitrombina. La presencia de un anticoagulante lúpico es difícil de interpretar, ya que puede ocurrir en personas normales o puede ser un resultado falso positivo en pacientes que toman heparina. El diagnóstico del síndrome de anticuerpos antifosfolípidos requiere la confirmación de la prueba positiva para el anticoagulante lúpico al menos 12 semanas después. La evaluación de los trastornos hipercoagulables anteriores no se realiza rutinariamente en este entorno clínico y, en general, proporciona poca información. Es probable que el rendimiento sea mayor en pacientes relativamente jóvenes, como este, que en pacientes mayores, pero no realizaría pruebas de trastornos hipercoagulables hasta que se hayan descartado las causas más probables de infarto de miocardio, a menos que haya una persona o familia historia de trombosis Si se realizan las pruebas, lo ideal es que se realicen cuando el paciente no esté recibiendo anticoagulantes y cuando no haya indicios de trombosis aguda.



EVOLUCIÓN
Al volver a verificar el día después del cateterismo cardíaco, el recuento de glóbulos blancos era de 13.800 por milímetro cúbico (91% de neutrófilos, 4% de linfocitos y 5% de monocitos), el nivel de hemoglobina era de 15.6 g por decilitro y el de plaquetas era de 610,000 por milímetro cúbico El paciente recordó haber sido informado sobre un recuento alto de plaquetas, aproximadamente 600,000 por milímetro cúbico, cuando donó plaquetas 12 años antes, pero este hallazgo no fue investigado aún más en ese momento. No informó sangrado u otros eventos trombóticos y no tuvo dolor ardiente en las manos o los pies, dolor de cabeza, mareos u otros síntomas neurológicos. Informó de prurito intermitente y generalizado después de tomar duchas con agua caliente. Un frotis de sangre periférica mostró un aumento en el número de plaquetas y ocasionalmente plaquetas gigantes. No había glóbulos rojos nucleados circulantes, dacriocitos o células mieloides inmaduras.


PONENTE
El paciente había tenido un conteo de plaquetas elevado años antes. En este punto, es importante determinar si esta trombocitosis es primaria o secundaria. La trombocitosis primaria es el resultado de un trastorno hematológico clonal, mientras que la trombocitosis secundaria es un proceso reactivo comúnmente debido a afecciones tales como infección, inflamación, cáncer, reacción al medicamento o deficiencia de hierro. La presentación clínica del paciente no sugiere trombocitosis secundaria. La respuesta inflamatoria intensa de SCACEST puede causar elevaciones transitorias en los niveles de plaquetas, pero su recuento elevado de plaquetas hace 12 años sugiere una condición subyacente más antigua. El prurito con exposición a agua tibia, como informa este paciente, es un hallazgo clásico, aunque inespecífico, asociado con neoplasias mieloproliferativas. Dado que la trombocitosis primaria confiere una predisposición tanto a la hemorragia como a la trombosis, es importante realizar un diagnóstico definitivo para reducir el riesgo de complicaciones en el futuro.



EVOLUCIÓN
La prueba de sangre periférica para la mutación de Janus quinasa 2 (JAK2) V617F fue positiva. El nivel de lactato deshidrogenasa sérica fue de 445 U por litro (valor normal menos de 171).  La médula ósea mostró 70% de celularidad en las tres líneas con un leve aumento de la relación mielo eritroide.El número de blastos no estaba aumentado. Los megacariocitos estaban muy aumentados en número mostrando una marcada tendencia al agrupamiento (clustering), con formas grandes y atípicas. Se observó fibrosis  de reticulina, pero no colágena, (Figura 3). Las características histológicas confirmaron una neoplasia mieloproliferativa, que concuerda con mielofibrosis o la trombocitemia esencial. La hipercelularidad de las tres líneas hemopoyéticas en la  médula  y la leucocitosis de sangre periférica apoyaron el diagnóstico de mielofibrosis primaria. Los resultados del análisis del cariotipo fue normal.






Figura 3 Muestra de biopsia de médula ósea.
El panel A es una vista a bajo aumento de una muestra de biopsia de médula ósea que muestra celularidad aumentada (70%) con hematopoyesis de las tres líneas (hematoxilina y eosina). La vista de mayor aumento en el Panel B muestra un mayor número de megacariocitos, que son dismórficos y están agrupados (hematoxilina y eosina). El panel C muestra fibrosis reticulínica (tinción de reticulina). Esta constelación de hallazgos de médula ósea es diagnóstica de una neoplasia mieloproliferativa y es más consistente con  mielofibrosis.





PONENTE
El hallazgo de una neoplasia mieloproliferativa explica la presentación de este paciente. Sospecho que el resultado positivo en la prueba de anticoagulante lúpico notada anteriormente es un resultado falso positivo; es poco probable que el paciente tenga un trastorno hipercoagulable adicional, y en cualquier caso, esto no cambiaría el manejo inmediato de su condición. El nivel de lactato deshidrogenasa a menudo aumenta en la mielofibrosis, pero como también puede aumentar después de un infarto de miocardio reciente, no es un hallazgo diagnóstico útil en este caso. La ausencia de esplenomegalia, que ocurre como resultado de la hematopoyesis extramedular, sugiere que el paciente se encuentra en la fase proliferativa y prefibrótica de la mielofibrosis.
Las neoplasias mieloproliferativas se asocian con trombosis arterial y venosa, pero también con hemorragia. Esto complica la toma de decisiones con respecto a la terapia antiplaquetaria doble a largo plazo, que normalmente se recomienda durante al menos 12 meses después de la colocación de los stents liberadores de fármacos. En este punto, continuaría la terapia con dosis bajas de aspirina y clopidogrel, aunque puede ser necesario volver a consultar este régimen, según el curso clínico del paciente. También continuaría con la atorvastatina y el metoprolol y agregaría un inhibidor de la enzima convertidora de la angiotensina para reducir el riesgo de eventos recurrentes.



EVOLUCIÓN
Se inició tratamiento con hidroxiurea, a una dosis de 500 mg dos veces al día, y el paciente fue dado de alta a domicilio. En la visita de seguimiento de 6 meses, no había presentado  más angina ni presentado sangrado. Sus recuentos de plaquetas, glóbulos rojos y glóbulos blancos se normalizaron, y un ecocardiograma  mostró una fracción de eyección del 50%.


COMENTARIO
 Cuando se produce un infarto de miocardio en un paciente que no tiene factores de riesgo tradicionales para la enfermedad arterial coronaria, se deben buscar otras causas. Las causas importantes incluyen estados de hipercoagulabilidad, vasoespasmo coronario (p. Ej., por consumo de cocaína), inflamación coronaria, arterias coronarias anómalas, disección coronaria y embolización(1). Como señala nuestro comentarista, la trombocitosis del paciente sugirió la presencia de una neoplasia mieloproliferativa, particularmente porque la elevación en el recuento de plaquetas parecía ser de larga data. Este grupo de trastornos mieloproliferativos, que consisten principalmente en policitemia vera, trombocitemia esencial, mielofibrosis primaria y leucemia mielógena crónica, (2) se asocia con hipercoagulabilidad (3-6).
La incidencia de trombosis en pacientes con neoplasias mieloproliferativas no está clara, pero es significativamente elevada, en comparación con la incidencia en una población general (6,7). Las trombosis arteriales son más comunes que las trombosis venosas; los accidentes cerebrovasculares son más frecuentes, seguidos del infarto de miocardio y la oclusión arterial periférica. Paradójicamente, los pacientes con neoplasias mieloproliferativas también son propensos a la hemorragia, que generalmente es mucocutánea y es menos frecuente y grave que la trombosis. Múltiples mecanismos pueden explicar estas diatesis sanguíneas: hiperviscosidad, anormalidades de la agregación de plaquetas, leucocitosis que conduce a una mayor activación del sistema de coagulación y varios efectos posteriores de la mutación JAK2 (3,4).

La mutación JAK2 V617F (una mutación somática adquirida en el gen que codifica la proteína JAK2) da como resultado una tirosina quinasa mutada capaz de activar de forma independiente las vías aguas abajo en la señalización de trombopoyetina y eritropoyetina, así como otros receptores de células y citocinas. Las células que expresan la mutación tienen una ventaja de proliferación y supervivencia y son hipersensibles a factores de crecimiento hematopoyéticos. Esta mutación está presente en más del 95% de los pacientes con policitemia vera y en el 50% de los pacientes con trombocitemia esencial y mielofibrosis. Su presencia es diagnóstica de una neoplasia mieloproliferativa, pero no se puede utilizar para distinguir entre los diversos trastornos ( 2,8).

Al evaluar una trombocitosis, es importante distinguir entre causas reactivas (secundarias) y clonales (primarias). Las causas secundarias comunes incluyen infección, daño tisular, inflamación, cáncer y anemia por deficiencia de hierro. Las causas primarias más comunes son los trastornos  mieloproliferativos, pero en casos raros, algunas formas de mielodisplasia subyacen a este hallazgo. Los pacientes con procesos clonales pueden referir prurito, generalmente después del baño. En el examen físico, la esplenomegalia es más común con la trombocitosis clonal que con la reactiva. Aunque el grado de trombocitosis no indica la causa, las plaquetas gigantes son más comunes en la trombocitosis clonal que en la trombocitosis reactiva. El examen de médula ósea se recomienda cuando se sospecha una neoplasia mieloproliferativa. Hallazgos como megacariocitos gigantes o displásicos, hipercelularidad en las tres líneas o series hemopoyéticas y fibrosis  de reticulina o fibrosis colágena sugieren un proceso clonal (2,9,10). Finalmente, las pruebas para la mutación JAK2 se ha vuelto importante para el diagnóstico; la presencia de esta mutación o una mutación funcionalmente similar es ahora uno de los principales criterios diagnósticos para la policitemia vera, la trombocitemia esencial y la mielofibrosis (2).

Distinguir entre las neoplasias mieloproliferativas puede ser difícil. La trombocitosis puede ser la característica que presenta no solo la trombocitemia esencial, sino también la policitemia vera y la mielofibrosis. La fibrosis de reticulina puede verse en la trombocitemia esencial y puede estar ausente en la mielofibrosis temprana. Se recomienda la aplicación cuidadosa de los criterios de diagnóstico actuales (Tabla 1) y la consulta con un especialista (2,11)





Tabla 1 Criterios de diagnóstico para policitemia vera, trombocitemia esencial y mielofibrosis primaria (OMS, 2008).


El tratamiento de la trombocitosis en pacientes con neoplasias mieloproliferativas actualmente implica el uso de terapias antiplaquetarias y citorreductoras. En un ensayo aleatorizado, se demostró que la aspirina reduce el riesgo de trombosis en pacientes con policitemia, pero no redujo la mortalidad (7 ). No existe evidencia similar que respalde el uso de aspirina en pacientes con otras neoplasias mieloproliferativas, y sus beneficios potenciales en la reducción del riesgo de trombosis debe sopesarse contra el aumento del riesgo de hemorragia. Las terapias citorreductoras se consideran para pacientes con policitemia vera y para pacientes con otras neoplasmas mieloproliferativas que se consideran de alto riesgo de trombosis o hemorragia, incluidos los mayores de 60 años, aquellos con antecedentes de trombosis o hemorragia importante y aquellos con antecedentes de trombosis o hemorragia mayores,  con recuentos de plaquetas mayores a 1.5 millones por milímetro cúbico. Las terapias citorreductoras incluyen flebotomía, hidroxiurea e interferón alfa. En un ensayo aleatorizado reciente que involucró a pacientes con policitemia vera, Marchioli et al. objetivos comparados para la citorreducción (es decir, un hematocrito inferior al 45%, en comparación con el 45 al 50%) y encontraron que el objetivo inferior se asoció con una tasa de muerte significativamente reducida por causas cardiovasculares o eventos trombóticos importantes (12).

La hidroxiurea reduce eficazmente los recuentos celulares elevados, el tamaño del bazo y el riesgo trombótico. Existe la preocupación de que la hidroxiurea aumente el riesgo de transformación leucémica, pero ninguna evidencia definitiva ha establecido una asociación (13).  El interferón alfa también es citorreductor, pero faltan datos de ensayos aleatorizados sobre su uso en pacientes con neoplasias mieloproliferativas. Ninguno de los dos agentes mejoró la supervivencia (3,5,9,13). La decisión de utilizar hidroxiurea para este paciente se basó en la gravedad de su evento trombótico y el perfil de eventos adversos del medicamento, en comparación con el interferón alfa (5,9).  El fármaco ruxolitinib, un inhibidor de JAK1 y JAK2 recientemente aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos, ha demostrado eficacia para reducir la esplenomegalia y los síntomas constitucionales en pacientes con mielofibrosis de riesgo intermedio-2 o alto (14,15). También se mostró Ruxolitinib para mejorar la supervivencia, en comparación con el placebo, en un ensayo, (14) pero no se ha demostrado que induzca la remisión histológica o molecular (14-16)

El infarto de miocardio, un diagnóstico que se considera de manera rutinaria cuando un paciente presenta dolor en el pecho, llevó a este paciente a buscar atención. Nuestro caso ilustra que incluso una presentación aparentemente sencilla de una enfermedad común puede implicar un trastorno subyacente más complejo, que, cuando se reconoce, cambia el enfoque del paciente. La capacidad de alternar regularmente entre lo sencillo y lo complejo es una de las muchas habilidades que desarrollan los médicos experimentados.


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UN PACIENTE JOVEN CON SÍNCOPE...



En este ejercicio clínico se presenta un caso que es discutido por un médico internista al que se le van proporcionando datos de la historia clínica en forma secuencial, y este analiza el cuadro a la luz de los nuevos elementos, de una manera análoga al proceso diagnóstico en la práctica real de la medicina.


Un hombre de 35 años de edad se presentó al servicio de urgencias después de tener un episodio de síncope mientras jugaba fútbol. La pérdida de conciencia duró solo unos segundos y fue precedida por un breve período de aturdimiento. Cuando recuperó la conciencia, no tenía náuseas, diaforesis, dolor en el pecho o disnea. Él no resultó herido y no tuvo incontinencia intestinal o vesical. Los testigos informaron que no hubo movimientos tónico-clónicos. El paciente no tenía antecedentes de desmayos o mareos previos.

PONENTE
En la evaluación del síncope, la historia del episodio es crítica; se debe prestar especial atención a cualquier síntoma que haya ocurrido antes de la pérdida de conciencia, el contexto dentro del cual se produjo el síncope y cualquier consecuencia (por ejemplo, lesión o confusión post-ictal). El síncope neuralmente mediado o vasovagal se asocia típicamente con un pródromo de náuseas, diaforesis y visión en túnel. En ausencia de  pródromos, es más probable un diagnóstico de síncope cardíaco, aunque la presencia de  pródromos no descarta el síncope cardíaco. El síncope cardíaco generalmente está relacionado con un gasto cardíaco inadecuado, que puede ser consecuencia de una obstrucción del tracto de salida, taquicardia o bradicardia. La aparición de una lesión traumática, aunque no es específico,  el síncope cardíaco. Sin embargo, la ausencia de lesiones no descarta el síncope cardíaco.
El síncope vasovagal suele ser situacional, se produce en asociación con actividades específicas (por ejemplo, tos o micción) o con dolor, y generalmente ocurre cuando el paciente está de pie. Es atípico que el síncope vasovagal ocurra cuando una persona está sentada o reclinada y es aún más atípica durante el ejercicio, lo que respalda aún más el diagnóstico de síncope cardíaco en este paciente. El estado mental normal del paciente en la recuperación de la conciencia y la ausencia de incontinencia intestinal o de vejiga argumentan contra una convulsión. El paciente no tuvo sacudidas tónico-clónicas, pero su presencia en cualquier caso no son específica de convulsiones como causa subyacente. Se debe obtener una historia más detallada para identificar cualquier factor de riesgo de enfermedad cardíaca, incluidos los antecedentes familiares de enfermedad cardíaca o muerte súbita.


EVOLUCIÓN
El paciente no tomaba medicamentos, no consumía tabaco ni drogas ilícitas, y bebía alcohol solo ocasionalmente. Había nacido en México, había emigrado a los Estados Unidos cuando era adolescente y vivía con su esposa en el oeste de Massachusetts, donde trabajaba como granjero lechero. No recordaba ninguna enfermedad importante de la infancia. Su abuela materna y su tío materno habían muerto repentinamente a los 65 años de edad sin una conocida enfermedad cardiovascular previa. Tenía cinco hermanos y tres hijos, todos estaban bien.


PONENTE
El hecho de que el paciente no haya tomado medicamentos elimina un punto de preocupación, ya que algunos medicamentos, en particular los bloqueadores beta, los bloqueadores del canal de calcio, los agentes antihipertensivos y los medicamentos que prolongan el QT, pueden causar síncope. La ausencia de factores de riesgo para enfermedad coronaria argumenta contra la isquemia miocárdica, y una infancia aparentemente saludable reduce el índice de sospecha de cardiopatía congénita no diagnosticada. Aunque el paciente tenía dos parientes que murieron repentinamente, ninguno de los dos murió a edad temprana.


EVOLUCIÓN
En la presentación inicial, el paciente tenía signos vitales normales, y el examen físico no era relevante. Un electrocardiograma (ECG) era normal. La ecocardiografía mostró un corazón estructuralmente normal. El paciente fue dado de alta con un monitor de eventos, y 2 semanas más tarde tuvo un episodio de taquicardia monomórfica de complejo ancho, con una frecuencia cardíaca de casi 300 latidos por minuto, mientras jugaba fútbol. En ese momento, notó una leve disnea y molestias en el cuello, pero no informó dolor en el pecho, palpitaciones o mareos. Fue admitido para una mayor evaluación y manejo de su condición.


PONENTE
Las taquicardias monomórficas de complejo ancho incluyen taquicardia supraventricular con conducción aberrante, taquicardia supraventricular con preexcitación y taquicardia ventricular. Aunque la taquicardia ventricular es la causa más común de taquicardia de complejo ancho, en un paciente joven y sano, las taquicardias supraventriculares siguen siendo una posibilidad clara. En general, sin embargo, se debe suponer que los pacientes tienen taquicardia ventricular hasta que se demuestre lo contrario. Un antecedente de enfermedad coronaria aumenta la probabilidad de taquicardia ventricular, mientras que las anomalías cardíacas estructurales pueden asociarse con una mayor probabilidad de preexcitación, taquicardia ventricular o ambas. En consecuencia, se justifica la evaluación tanto de  isquemia como de  cardiopatía estructural en pacientes que presentan taquicardia de complejo ancho.
En un paciente con taquicardia de complejo ancho sostenida, hemodinámicamente estable, los hallazgos físicos que sugieren una disociación auriculoventricular pueden ser diagnósticos. En la mayoría de los casos, sin embargo, el diagnóstico se realiza sobre la base del ECG o pruebas invasivas. Un hallazgo de disociación auriculoventricular en ECG es diagnóstico de taquicardia ventricular; otras características, como el eje QRS, el ancho del QRS y las características morfológicas, son informativas pero no definitivas. Desafortunadamente, las grabaciones obtenidas por medio de monitoreo ambulatorio rara vez brindan información  diagnóstica. En tales casos, la estimulación programada (un estudio electrofisiológico) a menudo puede inducir la taquicardia, permitiendo el diagnóstico definitivo y el tratamiento apropiado.
El curso clínico de este paciente subraya el riesgo de dar de alta a un paciente con posible síncope cardíaco con un plan para el monitoreo ambulatorio. La intensidad de la evaluación inicial del síncope depende de la estratificación del riesgo clínico. En un paciente que presenta síncope asociado al ejercicio, se debe realizar una prueba de esfuerzo como parte de la evaluación inicial; en este paciente, una prueba de estrés podría haber reproducido la arritmia en un entorno controlado.

EVOLUCIÓN
Los resultados de la angiografía coronaria fueron normales. Un estudio electrofisiológico invasivo mostró una taquicardia ventricular que se originaba en un foco endocardíaco e inferolateral en el ventrículo izquierdo; un mapa de voltaje endocárdico no reveló cicatrices significativas. Después de la ablación endocárdica por radiofrecuencia, ya no se pudo inducir la taquicardia ventricular.

PONENTE
Al evaluar la taquicardia ventricular monomórfica, la primera consideración es la presencia o ausencia de cardiopatía estructural. En este paciente joven y saludable cuyo ecocardiograma mostró un corazón estructuralmente normal, el principal diagnóstico es la taquicardia ventricular idiopática, que con frecuencia ocurre con el ejercicio o el estrés emocional y se explica más a menudo por un foco automático, aunque los circuitos reentrantes que involucran las fibras de Purkinje también pueden producir taquicardia ventricular idiopática. Tiende a ser paroxística y termina espontáneamente y a menudo se asocia con latidos ventriculares prematuros del mismo foco automático. El síncope no es típico de la taquicardia ventricular idiopática, pero puede asociarse con esta. Aunque el sitio de origen más común es el tracto de salida del ventrículo derecho, que da como resultado un patrón de bloqueo de rama izquierda con un eje inferior, se pueden observar taquicardias ventriculares idiopáticas inferolaterales. No hay hallazgos que sugieran una causa más siniestra de arritmia, como la taquicardia ventricular múltiple que involucra diferentes circuitos (lo que sugeriría procesos como la sarcoidosis), un mapa electroanatómico que sugiere cicatrización marcada (que se manifestaría como un nivel de voltaje reducido) o anormalidades concomitantes de la conducción.
Dado que el paciente pasó su infancia en México, la enfermedad de Chagas es una consideración importante. En la enfermedad de Chagas, las anormalidades de la conducción (bloqueo de rama derecha o hemibloque anterior izquierdo, bloqueo nodal auriculoventricular de alto grado, disfunción del nódulo sinusal o una combinación de estas anormalidades de conducción) a menudo preceden a otras anomalías. En ausencia de anomalías de la conducción, la taquicardia ventricular idiopática sigue siendo el diagnóstico más probable, pero debe considerarse como un diagnóstico de exclusión. La resonancia magnética cardíaca (RMN), que tiene una mayor sensibilidad para detectar anomalías más sutiles que la ecocardiografía, se debe considerar para descartar una enfermedad cardíaca estructural. Aunque la isquemia se asocia con taquicardia ventricular polimórfica y fibrilación ventricular en lugar de arritmias ventriculares monomórficas, dada su alta prevalencia y la disponibilidad inmediata de tratamientos, la isquemia debe descartarse en pacientes con arritmias ventriculares nuevas. Como en este caso, el cateterismo cardíaco se realiza a menudo en pacientes con taquicardia de complejo ancho, ya que se puede utilizar para descartar enfermedades o anomalías de enfermedad o anomalías obstructivas de  arteria coronaria.


EVOLUCIÓN
Una resonancia magnética cardíaca no mostró anomalías además de las lesiones creadas por la ablación por radiofrecuencia. En las pruebas de esfuerzo de ejercicio de seguimiento, el paciente logró 17.8 equivalentes metabólicos; tuvo frecuentes contracciones ventriculares prematuras con las mismas características morfológicas que su taquicardia ventricular, pero no hubo arritmia sostenida. Dado la ectopia continua, que fue consistente con su arritmia clínica, y dado la naturaleza hemodinámicamente significativa de esa arritmia, se tomó la decisión de colocar un desfibrilador cardioversor implantable (CDI) antes del alta.


PONENTE
Mientras que los CDI están claramente indicados para la prevención secundaria de eventos cardíacos relacionados con una cardiopatía estructural, la taquicardia ventricular idiopática rara vez es una indicación para la colocación de CDI, ya que estas arritmias generalmente no son letales y en la mayoría de los casos pueden eliminarse mediante ablación con catéter. Sin embargo, se deben considerar enfoques alternativos para el manejo de la atención cuando existe la preocupación de que la arritmia vuelva a aparecer después de un intento inicial de ablación; Las opciones incluyen un segundo intento de ablación, particularmente si hay una carga ectópica sustancial o una terapia farmacológica a largo plazo. La elección del agente farmacológico para la supresión de las arritmias ventriculares depende en parte del mecanismo propuesto de la taquicardia ventricular. Los betabloqueantes pueden prevenir la taquicardia ventricular inducida por el ejercicio mediante la supresión de la reentrada, la reducción del  automatismo o la reducción de la demanda de oxígeno del miocardio. Algunas taquicardias ventriculares izquierdas idiopáticas son exquisitamente sensibles al verapamilo; estas "taquicardias ventriculares sensibles a verapamilo" son típicamente inducidas por el ejercicio y en casos clásicos se caracterizan por un patrón de bloqueo de rama derecha con un eje superior. Se pueden considerar los agentes antiarrítmicos (por ejemplo, amiodarona o sotalol), ya que pueden reducir la carga de la arritmia y disminuir su velocidad. Algunos pacientes son reacios a someterse a un tratamiento a largo plazo con medicamentos. Al considerar las opciones de tratamiento, se deben analizar los riesgos asociados con los medicamentos y con la colocación del CDI, este último incluye descargas inapropiadas y trastorno de estrés postraumático.


EVOLUCIÓN
Un año más tarde, durante una relación sexual, el paciente tuvo un episodio de taquicardia ventricular monomórfica, que se terminó con un único shock de su CDI.


PONENTE
Dado la recurrencia de las arritmias ventriculares, se debe considerar seriamente otra ablación con catéter. Aunque se podría contemplar la terapia antiarrítmica, la ablación con catéter es preferible a la siguiente intervención terapéutica, dado la corta edad del paciente. Se debe repetir el ecocardiograma para reevaluar al paciente por cardiopatía estructural, ya que la arritmia recurrente plantea la cuestión de si el diagnóstico inicial de taquicardia ventricular idiopática fue incorrecto o (aunque es mucho menos probable), si se pudo haber desarrollado una arritmia diferente no relacionada. Desafortunadamente, la presencia de un CDI impide repetir la resonancia magnética cardíaca, pero el mapeo de voltaje en el laboratorio de electrofisiología puede ser muy informativo con respecto a la carga de la cicatrización.


EVOLUCIÓN
Al ingreso, el paciente estaba afebril, con una frecuencia cardíaca de 92 latidos por minuto, presión arterial de 125/66 mm Hg y una saturación de oxígeno del 99% mientras respiraba aire ambiental. Los hallazgos notables en el examen físico incluyeron un impulso precordial no desplazado y un segundo sonido del corazón ampliamente dividido sin soplos ni galope. Un ECG reveló un  bloqueo de rama derecha nuevo (Figura 1).




FIGURA 1
Electrocardiograma obtenido en la admisión, que muestra el bloqueo de rama derecha y  desviación del eje a la derecha.


Un ecocardiograma mostró un tamaño y grosor ventricular izquierdo normal, con una función sistólica mínimamente reducida (fracción de eyección, aproximadamente del 50 al 55%); era por lo demás normal. Un estudio electrofisiológico mostró una gran cicatriz endocárdica y epicárdica en la pared lateral del ventrículo izquierdo que era compatible con  fibrosis miocárdica (Figura 2). Después de la ablación endocárdica y epicárdica a lo largo de la cicatriz, la taquicardia ventricular ya no era inducible.





FIGURA 2
Mapa electroanatómico que muestra la superficie endocárdica del corazón del paciente.
La representación del corazón en la esquina inferior derecha muestra la orientación. El voltaje normal en el mapa endocardial está indicado por rosa; el voltaje es cada vez más anormal a medida que el color cambia de azul a verde a rojo. El mapa revela una cicatriz significativa en la pared lateral del ventrículo izquierdo. Las esferas rojas y blancas indican puntos de ablación, y las esferas grises indican una cicatriz densa donde la estimulación no puede capturar el tejido local.



PONENTE
El desarrollo de una nueva anormalidad estructural, una cicatriz clínicamente significativa, sugiere una miocardiopatía progresiva. Aunque la taquicardia ventricular puede provocar una depresión transitoria en la función sistólica global, las anomalías observadas en el mapeo electroanatómico no pueden atribuirse a la arritmia ni a la ablación anterior. En ausencia de enfermedad coronaria, estos hallazgos sugieren ciertas miocardiopatías, que incluyen sarcoidosis cardíaca, miocarditis de células gigantes, cardiomiopatías genéticas y enfermedad de Chagas.
La causa de la enfermedad de Chagas es el parásito protozoario Trypanosoma cruzi, que es endémico en América Central y del Sur. La infección con T. cruzi debe sospecharse en personas que han emigrado de estas áreas, incluido este paciente, que nació en México. Aunque la infección aguda a menudo no se reconoce, la enfermedad crónica se desarrollará en hasta un 30% de los pacientes con infección aguda. Un sello distintivo de la enfermedad crónica es la miocardiopatía. Las anormalidades de conducción, como el bloqueo de rama derecha observado en este paciente, son características de la enfermedad de Chagas, y la afectación de la pared posterolateral del ventrículo izquierdo es muy común.
La sarcoidosis cardíaca también puede causar anomalías de la conducción y arritmias ventriculares, pero por lo general es un proceso fragmentado que es menos probable que la enfermedad de Chagas produzca una única gran región de fibrosis. No obstante, se debe considerar la sarcoidosis en pacientes con arritmias ventriculares recurrentes inexplicables. Cuando la sarcoidosis es una posibilidad, se debe realizar una RMN cardíaca (que está contraindicada en este paciente debido a su CDI) o una tomografía de emisión de positrones combinada y una tomografía computarizada (PET-TC). Otras posibilidades menos probables incluyen la miocarditis de células gigantes, una enfermedad autoinmune que ocasiona insuficiencia cardíaca grave y arritmias ventriculares refractarias caracterizadas por un curso mucho más acelerado que el observado en este paciente, y miocardiopatías genéticas, incluidas las causadas por mutaciones en la lámina A (LMNA) y genes desmosomales.


EVOLUCIÓN
La PET-TC combinada con 18F-fluorodesoxiglucosa (FDG) no mostró avidez por la FDG, pero reveló un defecto de perfusión transmural que se extendía desde la pared basal a la lateral, sugiriendo la formación de un aneurisma (Figura 3). Las pruebas para T. cruzi con un ensayo de inmunofluorescencia y un ensayo de inmunoabsorción ligado a enzimas (ELISA) fueron positivas. El paciente fue remitido a un especialista en enfermedades infecciosas para el inicio de la terapia antiparasitaria y fue tratado con un ciclo de 60 días de benznidazol. En el seguimiento 9 meses después, permaneció sin síntomas.




FIGURA 3
Imágenes obtenidas con tomografía de emisión de positrones con 18F-fluorodesoxiglucosa y TC, que muestran un defecto de perfusión transmural en el corazón del paciente.
Las flechas apuntan al defecto de perfusión en la pared del miocardio izquierda basal a mediolateral.




COMENTARIO
Aproximadamente 10 millones de personas en todo el mundo están infectadas con T. cruzi, el parásito responsable de la enfermedad de Chagas1, que es endémico en zonas rurales de América Latina.1,2 Aunque históricamente la enfermedad de Chagas ha sido rara en los países desarrollados, se espera que su prevalencia aumente en los Estados Unidos y otros países desarrollados a medida que más personas emigran de regiones donde la enfermedad es endémica.2
La enfermedad de Chagas crónica, cuyas señas de identidad son cardiomiopatía, megaesófago y megacolon, ocurre en 10 a 30% de las personas infectadas, generalmente se manifiesta de 10 a 30 años después de la infección inicial.2 Predominan las manifestaciones cardíacas; las manifestaciones gastrointestinales son mucho menos comunes y generalmente se restringen a pacientes en la parte sur de Sudamérica. 3 El mecanismo del daño cardíaco en la enfermedad de Chagas sigue siendo difícil de alcanzar. Los factores incitantes pueden representar una respuesta a la persistencia de T. cruzi dentro del miocardio o un proceso autoinmune desencadenado por su presencia.1 Independientemente de la causa, la inflamación en curso da como resultado una disfunción cardíaca progresiva.
En la enfermedad de Chagas, las arritmias y anomalías de la conducción (en particular bloqueo de rama derecha, bloqueo hemifascicular anterior izquierdo y taquicardia ventricular) suelen preceder a la disfunción miocárdica evidente, el aneurisma apical y la disfunción sistólica biventricular progresiva que culmina en insuficiencia cardíaca. 2,4 Los pacientes con enfermedad avanzada pueden morir por insuficiencia cardíaca, mientras que aquellos con etapas cardíacas más tempranas pueden morir a causa de una arritmia repentina. Este patrón de enfermedad de la conducción y la arritmia que acompaña o precede a la cardiopatía estructural no es exclusivo de la enfermedad de Chagas; también se puede observar en personas con enfermedades isquémicas, inflamatorias, genéticas o infiltrativas.5 El diagnóstico de la enfermedad de Chagas generalmente se basa en pruebas serológicas de anticuerpos IgG contra antígenos de T. cruzi en un paciente con hallazgos clínicos de apoyo. Ninguno de los ensayos disponibles (ELISA, ensayo de inmunofluorescencia y ensayo de hemaglutinación) tiene sensibilidad y especificidad adecuadas para el diagnóstico. Se requieren dos pruebas, en las cuales se usan diferentes antígenos o técnicas, para hacer el diagnóstico; cuando los resultados son discordantes, se deben realizar pruebas adicionales.3 Las posibles causas de las manifestaciones clínicas distintas de la enfermedad de Chagas también deben descartarse con pruebas apropiadas (p. ej., 18F-FDG PET-CT se usaría para descartar sarcoidosis).
La mejor estrategia de manejo para la enfermedad cardíaca crónica de Chagas sigue siendo incierta. La mayoría de las pautas de manejo para la miocardiopatía de Chagas se extrapolan a partir de datos sobre miocardiopatía dilatada isquémica y no isquémica.6 Debido a la naturaleza de recursos escasos de las regiones en las que la enfermedad de Chagas es endémica, los datos primarios se limitan a estudios retrospectivos y pequeños registros. Mientras que la taquicardia ventricular sostenida es una indicación aceptada para el implante de CDI 7, la tasa de mortalidad anual es alta entre los pacientes con enfermedad de Chagas que tienen un desfibrilador cardioversor 8 y existe incertidumbre con respecto a la eficacia de un desfibrilador cardioversor comparado con amiodarona (el medicamento antiarrítmico preferido para pacientes con miocardiopatía  Chagásica) .6,9 En pacientes con enfermedad de Chagas que han sufrido taquicardia ventricular, la aparición de síncope no parece augurar un mal pronóstico 10, pero la disfunción ventricular sistólica moderada o grave augura un mal pronóstico para pacientes con taquicardia ventricular sostenida o no sostenida11; la fracción de eyección relativamente preservada en este paciente es tranquilizadora. El trasplante cardíaco se ha realizado con éxito en algunos pacientes con enfermedad de Chagas.
Los medicamentos antitripanosómicos ahora se utilizan en el tratamiento de la enfermedad de Chagas. Los datos observacionales indican que su uso se asocia con una reducción en la probabilidad de progresión de la miocardiopatía, aunque los problemas gastrointestinales pueden no resolverse.1,3,12 El benznidazol y el nifurtimox han establecido una eficacia antitripanosómica; ningún agente está ampliamente disponible en los Estados Unidos.3,13,14 El benznidazol generalmente tiene menos efectos secundarios que el nifurtimox y se recomienda como tratamiento de primera línea3,12. Adultos menores de 50 años que tienen una infección aguda o crónica sin enfermedad cardíaca avanzada debe generalmente tratarse con medicamentos antitripanosómicos.3 Un ensayo aleatorizado, continuo y ciego de benznidazol (ClinicalTrials.gov number, NCT00123916) debería aclarar aún más el papel de los medicamentos antitripanosómicos en pacientes con infección crónica de Chagas y afectación cardíaca.15 La anticoagulación no está indicada en ausencia de trombos intracavitarios. 6
Mientras que la taquicardia ventricular idiopática fue el diagnóstico más probable en el momento de la presentación inicial de este paciente, las características clínicas de la arritmia recurrente y la región de origen del paciente abogaron por un proceso más complicado. En estos casos, es esencial realizar una reevaluación de la presencia de cardiopatía estructural, que puede evolucionar con el tiempo. Este caso subraya la importancia de tal reevaluación y de la consideración de enfermedades endémicas de la región de origen del paciente.


Fuente: 
A Patient with Syncope

Michelle C. Fox, M.D., Neal Lakdawala, M.D., Amy Leigh Miller, M.D., Ph.D.,
and Joseph Loscalzo, M.D., Ph.D.
NEJM


REFERENCIAS
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