jueves, 11 de diciembre de 2025

Una espiral del pasado no tan lejano...

 En este ejercicio clínico se presenta un caso que es discutido por un médico internista al que se le van proporcionando datos de la historia clínica en forma secuencial, y este analiza el cuadro a la luz de los nuevos elementos, de una manera análoga al proceso diagnóstico en la práctica real de la medicina

 

Un hombre de 83 años acudió al servicio de urgencias con prurito generalizado que había comenzado la noche anterior. Un mes antes, había sido evaluado en el servicio de neurología por una parálisis unilateral del nervio facial periférico. En aquel momento, los resultados de las pruebas de laboratorio mostraron un nivel de hemoglobina de 9,8 g por decilitro, un nivel de alanina aminotransferasa (ALT) de 110 UI por litro (valor normal, ≤41), un nivel de aspartato aminotransferasa (AST) de 92 UI por litro (valor normal, <37), un nivel de fosfatasa alcalina de 515 UI por litro (rango normal, 40 a 130), un nivel de albúmina de 2,8 g por decilitro (rango normal, 3,4 a 5,4) y un nivel de proteína C reactiva (PCR) de 45,4 mg por litro (valor normal, ≤5,0); Los niveles de bilirrubina total y directa fueron normales. La ecografía abdominal reveló esteatosis hepática y esplenomegalia (con un bazo de 14 cm de longitud [longitud normal: 11 cm]); no se observó dilatación biliar ni colelitiasis. Los hallazgos se atribuyeron a un presunto síndrome viral, dado un cuadro febril breve previo.

En la visita de seguimiento una semana después, persistieron las anomalías en las pruebas hepáticas. Las pruebas serológicas para el virus de Epstein-Barr, el citomegalovirus, el virus de la inmunodeficiencia humana y los virus de la hepatitis A, B, C y E resultaron negativas. La parálisis del nervio facial se resolvió tras un tratamiento de 10 días con metilprednisolona a una dosis de 48 mg una vez al día.

Durante las siguientes cuatro semanas, el paciente comenzó a presentar artralgias en rodillas y tobillos, junto con edema en piernas y pies; ocasionalmente, el edema también afectaba la cara, los brazos y las manos. Además, refirió malestar general, anorexia y un aumento de peso de 5 kg en el último mes. Negó fiebre, sudoración nocturna, cefalea, dolor torácico, tos, disnea, dolor abdominal, cambios en los hábitos intestinales y disuria, pero notó oscurecimiento de la orina a pesar de haber aumentado la ingesta de líquidos.

 

Ponente

La presentación del paciente se caracteriza por dos preocupaciones clínicas clave: alteraciones colestásicas persistentes en las pruebas hepáticas y el desarrollo de anasarca. En un adulto mayor con colestasis persistente y sin obstrucción biliar observada en las pruebas de imagen, deben considerarse causas intrahepáticas. Los medicamentos son una causa frecuente de daño hepático, por lo que se requiere una revisión exhaustiva de la medicación, incluyendo el uso de fármacos de venta libre. Entre los fármacos comúnmente implicados se encuentran la amoxicilina-clavulánico, la azitromicina, los esteroides anabólicos y ciertos suplementos herbales. También deben considerarse enfermedades infiltrativas (p. ej., amiloidosis, sarcoidosis o linfoma), enfermedades autoinmunitarias (p. ej., colangitis biliar primaria) y síndromes paraneoplásicos (p. ej., el síndrome de Stauffer en pacientes con carcinoma de células renales). Infecciones como la sífilis, la fiebre Q, la brucelosis y la tuberculosis, así como micosis o infecciones parasitarias (p. ej., equinococosis), también pueden causar infiltración hepática con colestasis, sobre todo en personas mayores o inmunodeprimidas. Si bien el prurito del paciente probablemente se deba a la colestasis, deben considerarse otras causas, como el linfoma.

La anasarca probablemente se deba a hipoalbuminemia, la cual puede ser causada por malnutrición, disfunción hepática o síndrome nefrótico. Otras posibles causas incluyen cardiopatía e inflamación sistémica con aumento de la permeabilidad capilar. Entre los diagnósticos que pueden explicar la combinación de alteraciones en las pruebas hepáticas, anasarca y artralgias se encuentran la crioglobulinemia, la hepatitis autoinmune con manifestaciones sistémicas y una enfermedad infiltrativa o infecciosa. La presencia de niveles elevados de proteína C reactiva (PCR) y anemia también es compatible con un proceso inflamatorio.

 

Evolución

El historial médico del paciente incluía hipertensión arterial de larga data, hipercolesterolemia, hiperplasia prostática benigna y enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Además, se le había diagnosticado adenocarcinoma rectal 20 años antes de la consulta actual, el cual fue tratado con quimioterapia y radioterapia; posteriormente, se le practicó una lobectomía por metástasis pulmonar 10 años antes de la consulta actual. Su medicación incluía olmesartán, simvastatina, tamsulosina y fluticasona-salmeterol inhalada. El paciente informó no tomar suplementos, consumir alcohol, tabaco ni sustancias ilícitas. Había vivido toda su vida en Bélgica y nunca había viajado fuera de Europa Occidental. Refirió mantener una relación monógama con su esposa desde hacía 50 años y no haber tenido relaciones sexuales desde que comenzó el tratamiento oncológico.

 

Ponente

La ausencia de consumo de alcohol o sustancias reduce la probabilidad de una lesión hepática tóxica o relacionada con el alcohol, y su residencia de toda la vida en Europa Occidental y su historial sexual hacen improbables ciertas infecciones, como la hepatitis viral o la sífilis; sin embargo, el consumo de sustancias y la actividad sexual pueden notificarse de forma inexacta. Las infecciones latentes o reactivadas, como la tuberculosis, la sífilis o la hepatitis, siguen siendo posibles diagnósticos. La simvastatina es una causa potencial de lesión hepática inducida por fármacos, aunque un patrón colestásico sería inusual. El olmesartán se ha asociado con lesión hepática colestásica inmunomediada en informes aislados. El antecedente de cáncer tratado sugiere considerar la posibilidad de una enfermedad paraneoplásica o metastásica, si bien el largo intervalo libre de enfermedad hace improbable la recurrencia. La exposición previa del paciente a quimioterapia y radioterapia sugiere la posibilidad de una lesión hepática o vascular tardía, como el síndrome de obstrucción sinusoidal o la hiperplasia nodular regenerativa.

 

Evolución

La temperatura axilar era de 36,7 °C, la frecuencia cardíaca de 63 latidos por minuto, la presión arterial de 181/70 mmHg, la frecuencia respiratoria de 18 respiraciones por minuto y la saturación de oxígeno del 98 % mientras el paciente respiraba aire ambiente. El índice de masa corporal de 24,4. El paciente se encontraba cómodo. No se observó ictericia escleral. No presentaba úlceras orales ni exudados faríngeos, ni linfadenopatía. La pulsación venosa yugular era normal. Los ruidos cardíacos eran normales, sin soplos, roces ni galopes. La auscultación pulmonar fue normal. El abdomen era blando y no distendido, sin dolor a la palpación ni hepatoesplenomegalia palpable. No se observó eritema palmar, ginecomastia ni angiomas aracniformes. Presentaba edema con fóvea de grado 2+ que se extendía hasta las rodillas, junto con un exantema eritematoso, descamativo y difuso ( Figura 1 ). No se observó inflamación ni dolor a la palpación en las articulaciones. El examen neurológico mostró pares craneales íntegros y fuerza motora, sensibilidad, reflejos, coordinación y marcha normales.

 


Figura 1. Fotografía de la erupción cutánea en la pierna del paciente.

Se observa una erupción eritematosa, escamosa y difusa. La erupción le producía picor, pero el paciente no la había notado antes de acudir al servicio de urgencias.

 

Ponente

Es poco probable que el edema en piernas y pies sea de origen cardíaco, dada la presión venosa yugular normal y los hallazgos cardiopulmonares sin alteraciones. No se observan hallazgos (eritema palmar, ginecomastia ni angiomas aracniformes) que sugieran cirrosis avanzada. La inflamación sistémica o la pérdida de proteínas renales parecen ser las explicaciones más probables para la hipoalbuminemia. Las manifestaciones cutáneas, junto con las alteraciones en las pruebas hepáticas, aumentan la sospecha de un trastorno inflamatorio sistémico.

 

Evolución

El nivel de hemoglobina fue de 9,2 g/dl, el volumen corpuscular medio de 98 fl, el recuento de leucocitos de 4980/µl y el recuento de plaquetas de 198 000/µl. El nivel de creatinina sérica fue de 1,8 mg/dl ( en comparación con 1,2 mg/dl un mes antes y 1,0 mg/dl un año antes). El nivel de ALT fue de 52 UI/l, el de AST de 52 UI/l y el de fosfatasa alcalina de 781 UI/l. La bilirrubina total fue de 1,9 mg/dl (32 mmol/l; valor normal: <1,2 mg/dl), la bilirrubina directa de 1,4 mg/dl (valor normal: <0,5 mg/dl), el índice internacional normalizado (INR) de 1,3 y la albúmina de 2,8 g/dl. Todas las pruebas hepáticas habían sido normales un año antes. La proteína C reactiva (PCR) fue de 29,1 mg/l. El análisis de orina mostró 18 eritrocitos/µl, 13 leucocitos/µl, proteinuria (4+) y ausencia de cilindros. La recolección de orina de 24 horas reveló proteinuria, con un nivel de proteínas de 19,8 g/l (valor normal: <0,2 g/l). La relación proteína/creatinina (con proteínas y creatinina medidas en gramos) fue de 7,80 y la relación albúmina/creatinina (con albúmina y creatinina medidas en gramos) fue de 6,76. Los resultados de análisis de sangre adicionales relacionados con la anemia del paciente, realizados después de la evaluación neurológica, mostraron un volumen corpuscular medio de 99,7 fl, un recuento absoluto de reticulocitos de 41 000 por microlitro (rango normal: 20 000 a 100 000), una concentración de lactato deshidrogenasa de 184 UI/l (rango normal: 135 a 250), una concentración de haptoglobina de 2,1 g/l (rango normal: 0,3 a 2,0), una concentración de ferritina de 482 μg/l (rango normal: 30 a 400) y una saturación de transferrina del 29 % (rango normal: 16 a 45). Las concentraciones sanguíneas de vitamina B12 y folato fueron normales. Se obtuvieron dos hemocultivos.

La tomografía computarizada (TC) de abdomen y pelvis ( Figura 2 ), realizada tras la administración de contraste intravenoso, reveló engrosamiento de la pared de la vesícula biliar y del conducto biliar extrahepático con infiltración grasa circundante, así como esplenomegalia leve. La radiografía de tórax no mostró infiltrados ni masas.

 


Figura 2. Imágenes de tomografía computarizada del abdomen y la pelvis.

Una imagen axial obtenida tras la administración de contraste intravenoso (Panel A) muestra engrosamiento de la pared de la vesícula biliar (asterisco) y del conducto biliar extrahepático (flechas) con infiltración grasa circundante. Una imagen coronal obtenida tras la administración de contraste intravenoso (Panel B) también muestra engrosamiento del conducto biliar extrahepático (flechas) con infiltración grasa circundante. Se observa esplenomegalia leve, con un bazo de 13 cm de longitud.

 

Ponente

La elevación persistente de la fosfatasa alcalina, la hiperbilirrubinemia directa y los hallazgos radiológicos de engrosamiento de la pared de la vesícula biliar y del conducto biliar son compatibles con un proceso colestásico. La presencia de infiltración grasa perirrenal y afectación difusa sugiere una colangiopatía inflamatoria o infecciosa, más que una obstrucción mecánica. La anemia parece ser compatible con inflamación.

La albuminuria predominante apunta a un origen glomerular de la proteinuria (es decir, glomerulopatía), en contraposición a la proteinuria tubular (p. ej., nefritis tubulointersticial) o la proteinuria por sobrecarga (p. ej., paraproteinemia). La combinación de anasarca, hipoalbuminemia y proteinuria (>3,5 g de proteína en 24 horas) es diagnóstica de síndrome nefrótico. Dada la disfunción hepatobiliar concomitante, deben considerarse las glomerulopatías asociadas a enfermedades sistémicas, como la glomerulonefritis membranoproliferativa, la amiloidosis y la nefropatía membranosa. Esta última merece especial atención, dada su asociación con el cáncer, las infecciones y las enfermedades autoinmunitarias.

 

Evolución

La prueba de anticuerpos antinucleares resultó positiva con un título de 1:160 y un patrón moteado fino. Las pruebas de anticuerpos anti-ADN de doble cadena, anti-antígenos nucleares extraíbles, anticitoplasma de neutrófilos, anti-músculo liso, antimitocondriales, antimicrosomales de hígado y riñón, título de anticuerpos anti-estreptolisina O, factor reumatoide y anticuerpos anti-péptido cíclico citrulinado fueron negativas. La electroforesis de proteínas séricas reveló un aumento policlonal de inmunoglobulinas; el nivel sérico de IgG4 se encontraba dentro de los límites normales. La prueba de crioglobulinas fue positiva, revelando una crioglobulinemia tipo II (IgM monoclonal e IgG policlonal). El nivel de C4 fue de 0,10 g/L (rango normal: 0,16 a 0,38), con un nivel de C3 normal. Los hemocultivos no mostraron crecimiento bacteriano a los 5 días. La ecocardiografía transtorácica mostró una función biventricular normal y ausencia de vegetaciones valvulares. La biopsia renal ( Figura 3 ) reveló evidencia de nefropatía membranosa. La inmunofluorescencia mostró una intensa tinción epimembranosa de IgG (intensidad 3+), C3 (3+), C1q (2+), kappa (3+) y lambda (3+), con trazas de IgM y ausencia de IgA. La tinción con rojo Congo fue negativa para amiloide. La prueba de anticuerpos contra el receptor de fosfolipasa A2 (PLA2R) en suero fue negativa.

 


Figura 3. Muestras de biopsia del riñón.

La tinción de plata de Jones (Panel A) muestra un glomérulo abierto con asas capilares permeables y sin espículas visibles ni otras alteraciones distintivas en la microscopía óptica, un patrón que puede observarse en pacientes con nefropatía membranosa incipiente. La inmunofluorescencia muestra positividad granular fina a lo largo de la pared capilar glomerular para IgG (de intensidad 3+; Panel B) y C1q (de intensidad 2+; Panel C), hallazgos compatibles con nefropatía membranosa.

 

La tomografía por emisión de positrones (PET-TC) con 18F -fluorodesoxiglucosa ( Figura 4 ) reveló múltiples focos hipermetabólicos en la periferia pulmonar con opacidades en vidrio deslustrado, infiltración grasa y calcificaciones, junto con linfadenopatía moderadamente hipermetabólica en el hilio hepático y ambas regiones axilares, y engrosamiento periportal del conducto hepático. La ultrasonografía endoscópica confirmó la presencia de engrosamiento del conducto colédoco, engrosamiento periportal del conducto hepático y linfadenopatía hiliar. No se realizó punción-aspiración con aguja fina ni biopsia tisular.

 


Figura 4. Imágenes de tomografía por emisión de positrones-TC con 18F-fluorodesoxiglucosa del tórax .

Una imagen axial obtenida a nivel del tórax (Panel A) muestra un foco hipermetabólico en la periferia del pulmón (flecha), junto con linfadenopatía hipermetabólica en ambas regiones axilares (asteriscos). Una imagen axial obtenida a nivel del abdomen (Panel B) muestra linfadenopatía hipermetabólica en el hilio hepático (flecha).

 

Ponente

Un resultado negativo en la prueba de anticuerpos anti-PLA2R descarta la nefropatía membranosa primaria, lo que sugiere una causa secundaria. Otros hallazgos, como la presencia de crioglobulinemia tipo II, infiltrados pulmonares y linfadenopatía difusa, refuerzan la hipótesis de un trastorno inflamatorio multisistémico. La presencia de anticuerpos antinucleares de bajo título es inespecífica, y la ausencia de otros marcadores serológicos autoinmunitarios descarta una enfermedad autoinmunitaria sistémica primaria. Se ha descartado la infección por el virus de la hepatitis C, la causa más común de crioglobulinemia mixta. Otras infecciones crónicas que pueden causar un cuadro clínico similar incluyen la tuberculosis, la sífilis, la endocarditis bacteriana subaguda y la fiebre Q crónica; en particular, las infecciones por micobacterias y espiroquetas son conocidas por simular enfermedades autoinmunitarias y linfoproliferativas.

En esta etapa, se debe priorizar una historia de exposición más detallada y pruebas serológicas específicas para detectar causas infecciosas. Entre los estudios tisulares adicionales se podría incluir la tinción del factor neurotrófico derivado de neuronas, altamente específica para la nefropatía membranosa asociada a la sífilis (aunque no está ampliamente disponible). Si no se identifica una causa infecciosa, estaría justificado realizar una biopsia, preferiblemente de un ganglio linfático, para descartar un trastorno linfoproliferativo.

 

Evolución

Tras un interrogatorio más exhaustivo, el paciente reveló que, durante su servicio militar en su juventud, había tenido múltiples relaciones sexuales sin protección con parejas ocasionales y había recibido tratamiento para varias infecciones de transmisión sexual, aunque no recordaba los diagnósticos específicos. Había recibido dos unidades de concentrado de hematíes tras una lobectomía realizada 10 años antes de la consulta actual. Negó haber estado expuesto a animales o haber ingerido productos lácteos no pasteurizados. No tenía antecedentes de exposición a garrapatas. La prueba QuantiFERON-TB Gold Plus (Qiagen) resultó negativa para tuberculosis y tampoco tenía antecedentes de exposición a la enfermedad.

La prueba de hemaglutinación para Treponema pallidum (TPHA) resultó positiva y el título de reagina plasmática rápida (RPR) fue superior a 1:256. La prueba de VIH repetida fue negativa. Las pruebas serológicas para especies de Brucella, Coxiella burnetii y Borrelia burgdorferi fueron negativas. Debido al reciente episodio de parálisis facial periférica, se realizó una punción lumbar. El análisis del líquido cefalorraquídeo (LCR) reveló 38 leucocitos por microlitro (de los cuales el 92% eran linfocitos) con niveles normales de proteínas totales y glucosa. La prueba de VDRL en LCR fue negativa. No se realizó una prueba de anticuerpos treponémicos en LCR, ya que en nuestro laboratorio hospitalario esta prueba se realiza de forma rutinaria solo cuando la prueba de VDRL en LCR es positiva.

 

Ponente

La prueba TPHA positiva (prueba específica para treponema), junto con el título elevado de RPR (>1:256) (prueba no treponémica), confirma el diagnóstico de sífilis activa. El conjunto de hallazgos del paciente —que incluye exantema papuloescamoso, malestar general, hepatitis colestásica, nefropatía membranosa, parálisis facial y linfadenopatía— es compatible con sífilis diseminada y corresponde principalmente a la fase secundaria de la enfermedad. Estas manifestaciones sistémicas reflejan el depósito de inmunocomplejos y la afectación endotelial generalizada, características de esta fase. Si bien la prueba VDRL en LCR es altamente específica, carece de sensibilidad, y un resultado negativo no descarta la neurosífilis. Dados los síntomas neurológicos y la pleocitosis linfocítica, se recomienda un tratamiento prolongado con penicilinas. Además, se debe informar del diagnóstico a la autoridad sanitaria local y notificar a las parejas sexuales.

 

Evolución

Se diagnosticó sífilis secundaria con neurosífilis incipiente. Debido a la incertidumbre inicial respecto a la afectación neurológica, el paciente recibió una dosis única intramuscular de penicilina G benzatínica mientras se esperaban los resultados confirmatorios. Este tratamiento fue seguido de un ciclo de 14 días de penicilina G intravenosa, el régimen recomendado para la neurosífilis. Tras la administración de la dosis intramuscular inicial, se observó la reacción de Jarisch-Herxheimer, que se manifestó como fiebre transitoria y malestar general que remitió con tratamiento de soporte. Se notificó el diagnóstico del paciente a las autoridades de salud pública y se informó a su cónyuge, quien fue remitido para realizarse las pruebas pertinentes. El tratamiento del síndrome nefrótico incluyó diuréticos de asa, anticoagulantes y una estatina. El prurito se trató sintomáticamente con bilastina y colestiramina.

En una visita de seguimiento en la consulta externa un mes después, el paciente refirió una notable mejoría clínica. Su presión arterial estaba bien controlada, sin edema residual ni erupción cutánea ni prurito. Los resultados de las pruebas hepáticas se habían normalizado y la proteinuria había desaparecido. El nivel de creatinina sérica había mejorado hasta 1,4 mg/dl. Una ecografía de control mostró la resolución de la esplenomegalia.

 

Comentario

Los hallazgos multisistémicos de este paciente —exantema papuloescamoso, nefropatía membranosa con anticuerpos anti-PLA2R negativos, hepatitis colestásica, linfadenopatía difusa, crioglobulinemia tipo II y parálisis facial periférica— sugirieron la posibilidad de un proceso autoinmune o infiltrativo. Se descartaron precozmente afecciones autoinmunes y diversas infecciones, incluida la infección por el virus de la hepatitis C. Solo mediante una revisión exhaustiva de la historia de exposición y pruebas específicas para causas infecciosas se llegó al diagnóstico unificado de sífilis secundaria con neurosífilis incipiente. El paciente presentó una respuesta clínica a un ciclo de penicilina G intravenosa.

La sífilis, considerada una «maestra del disfraz» debido a que sus manifestaciones a menudo se confunden con otras afecciones, es causada por la espiroqueta * Trichomonas pallidum* . Tras la inoculación, principalmente por contacto sexual o transmisión vertical, el patógeno se disemina rápidamente por vía hematógena.Clásicamente, progresa a través de una fase primaria (presencia de un chancro aproximadamente a las 3 semanas), una fase secundaria (diseminación sistémica aproximadamente a las 6 a 12 semanas) y una fase latente, con complicaciones terciarias (p. ej., enfermedad gomosa, sífilis cardiovascular, parálisis general y tabes dorsal) que aparecen años después si la infección no se trata. La neurosífilis puede desarrollarse en cualquier etapa tras la infección, a menudo durante el primer año, y puede manifestarse como meningitis asintomática, neuropatías craneales (que afectan con mayor frecuencia a los nervios craneales VII y VIII) o afectación meningovascular. La afectación del nervio facial suele responder al tratamiento antimicrobiano, aunque también se ha descrito la resolución espontánea o asociada a glucocorticoides, como ocurrió en el presente caso.

Los hallazgos comunes en pacientes con sífilis secundaria incluyen erupción cutánea (presente en el 48 al 70 % de los pacientes), linfadenopatía y síntomas generales como fiebre y malestar general. La afectación hepática y renal es infrecuente (en <10 % de los casos). La hepatitis sifilítica suele presentar un patrón colestásico, a menudo con una elevación desproporcionada de la fosfatasa alcalina. La nefropatía membranosa es la manifestación renal más común y se atribuye al depósito de inmunocomplejos; se han notificado remisiones completas tras el tratamiento antimicrobiano solo. 7

Aunque los antecedentes del paciente de múltiples infecciones de transmisión sexual durante su juventud motivaron la realización de pruebas para detectar la sífilis, no se esperaría que una exposición durante ese período explicara su cuadro clínico actual. La sífilis secundaria suele manifestarse durante el primer año tras una infección primaria no tratada y solo en raras ocasiones después de los 4 años. Si bien se podría hipotetizar que la profunda inmunosupresión debida al tratamiento con altas dosis de metilprednisolona podría haber reactivado una infección latente, se esperaría que esta cadena de eventos condujera a manifestaciones terciarias en lugar de una presentación florida de sífilis secundaria. Por consiguiente, debe considerarse una exposición más reciente no notificada. El temor al estigma puede dificultar la obtención del historial sexual, especialmente en personas mayores o casadas. La transmisión por transfusión sanguínea, aunque teóricamente posible, es altamente improbable en este caso, dadas las prácticas de detección actuales y el largo intervalo (>10 años) transcurrido desde la transfusión. Por lo tanto, el momento preciso y la fuente de infección en este paciente siguen siendo inciertos.

Las pruebas serológicas siguen siendo la piedra angular del diagnóstico de la sífilis. 8,9  Las pruebas treponémicas (p. ej., la prueba de hemaglutinación de proteínas [TPHA] y la prueba de absorción de anticuerpos treponémicos fluorescentes) detectan anticuerpos contra las proteínas de  T. pallidum y, por lo general, permanecen positivas de por vida. Las pruebas no treponémicas (p. ej., la prueba de RPR y la prueba VDRL) detectan anticuerpos anticardiolipina, se correlacionan con la actividad de la enfermedad y se utilizan para la estadificación y el seguimiento. Los títulos elevados de RPR (>1:32) son altamente sugestivos de enfermedad activa, sobre todo en presencia de hallazgos clínicos compatibles. El diagnóstico de neurosífilis se basa en los hallazgos clínicos, la pleocitosis o la elevación de proteínas en el LCR y la evidencia serológica de infección activa. Aunque la prueba VDRL en LCR es altamente específica (>95%), su sensibilidad es limitada (50 a 80%) y un resultado negativo no descarta la neurosífilis. En este caso, la combinación de afectación del nervio craneal VII, pleocitosis linfocítica en LCR y un título elevado de RPR en suero respaldó el diagnóstico de neurosífilis.

La sífilis secundaria sin afectación neurológica se trata habitualmente con penicilina G benzatínica intramuscular (una dosis de 2,4 millones de unidades), mientras que la neurosífilis se trata con penicilina G acuosa intravenosa (de 18 a 24 millones de unidades al día durante 10 a 14 días). La reacción de Jarisch-Herxheimer —caracterizada por fiebre transitoria, escalofríos y empeoramiento de los síntomas debido a la lisis de la espiroqueta— se presenta hasta en el 30 % de los casos y se trata de forma sintomática con antipiréticos.

En definitiva, este caso nos recuerda cómo la sífilis puede simular enfermedades autoinmunes, glomerulares, hepatobiliares y neurológicas. Resalta la importancia del reconocimiento de patrones, la reflexión crítica y una anamnesis detallada y empática. Si bien los factores de riesgo remotos del paciente tal vez no expliquen su sífilis secundaria actual, sí permitieron realizar las pruebas y el tratamiento adecuados. Finalmente, el diagnóstico de sífilis en este paciente implicó tanto el reconocimiento de un patógeno antiguo como la consideración de sus antecedentes médicos.

 

Traducido de:

Spiraling into a Distant Past

Authors: Jef Van den Eynde, M.D. https://orcid.org/0000-0002-5606-376X, Claire van der Pluijm, M.D., Pieter Schellekens, M.D., Thomas Vanhoutte, M.D., and Bert Bammens, M.D., Ph.D.Author Info & Affiliations Published November 5, 2025

N Engl J Med 2025;393:1844-1850 VOL. 393 NO. 18

https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/NEJMcps2507868?query=featured_secondary_home

 

 

Referencias

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