domingo, 31 de julio de 2011

SINDROME DE RECONSTITUCIÓN INMUNE.


INTRODUCCIÓN.

El término “síndrome inflamatorio de reconstitución inmune” o “síndrome de reconstitución inmune (SRI), describe un grupo de procesos inflamatorios asociados al empeoramiento paradojal de procesos infecciosos preexistentes, que siguen a la iniciación de terapia antirretroviral de gran actividad (TARGA) o highly active antiretroviral therapy (HAART), en pacientes  infectados con VIH (1-6).

Las infecciones preexistentes en individuos con SRI pueden haber sido previamente diagnosticas y tratadas, o pueden haber sido subclínicas, y más tarde desenmascaradas por la recuperación de la respuesta inflamatoria por el huésped (7).

Si la función inmune mejora rápidamente siguiendo al TARGA, las reacciones sistémicas o locales pueden ocurrir en el sitio, o los sitios de la infección preexistente. Esta reacción inflamatoria es generalmente autolimitada, sobre todo si la condición infecciosa preexistente es tratada en forma efectiva. Sin embargo, raramente ocurren daños fatales o los pacientes quedan con serias secuelas, sobre todo cuando en el paciente afectado está involucrado el sistema nervioso.

Digamos que el SRI no es patrimonio de los pacientes con VIH-SIDA, sino que se han visto síndromes muy similares en pacientes VIH negativos, siguiendo al tratamiento de tuberculosis (10-13), o lepra lepromatosa (14). Enfermedades similares han ocurrido también en algunos pacientes no-VIH, después del retiro de los corticosteroides, o después del retiro de anti factor de necrosis tumoral (TNF) alfa, en la recuperación de la neutropenia después de quimioterapia citotóxica, en pacientes transplantados infectados con Cryptococcus neoformans en quienes se retira la inmunosupresión, y en el engrafment del transplante de  stem cell (8,15,16).


INMUNOBIOLOGÍA Y PATOGÉNESIS.

La infección por VIH produce efectos deletéreos en el sistema inmune tanto cualitativos como cuantitativos, los cuales son tiempo dependientes.  La probabilidad de ocurrir y la severidad del SRI se correlacionan con dos factores a su vez interrelacionados: 1) la severidad de la disminución del nivel de CD4 antes de la iniciación de la terapia antirretroviral de gran actividad (TARGA), y 2) el grado de supresión viral y la recuperación inmune siguiendo a la iniciación del TARGA.  

Dado que la vida media del VIH es generalmente entre uno a cuatro días. La TARGA puede producir una reducción del 90 por ciento en la carga viral en el término de dos a tres semanas desde el comienzo del tratamiento. Esta declinación en la carga viral persiste usualmente en su curva descendente durante las siguientes 8 a 12 semanas, y posteriormente se estabiliza. Un aumento en las células efectoras inmunes ocurre en proporción inversa a la caída de la carga viral VIH en la mayoría de los pacientes tratados.

La típica recuperación del nivel de linfocitos T CD4+ siguiendo a la TARGA es bifásica (17-19). Un rápido aumento en las células CD4+ ocurre durante los primeros tres a seis meses de la TARGA. Este aumento inicial es principalmente debido a un aumento en el número de las células T de memoria CD45RO+, y se presume que es debido a una disminución en la apoptosis linfocitaria, y a una redistribución simultánea de los linfocitos desde los tejidos periféricos hacia la circulación. Posteriormente, un lento incremento de las células T CD4+ predominantemente naive (CD45RA+, CD62L+), ocurre en la mayoría de los pacientes tratados. Este aumento secundario en las células T CD4+ es considerado secundario a la expansión de los clones de células T producidos por el timo antes de su declinación relacionada a la edad, y/o por timopoyesis (20-22). Los linfocitos T CD8+ también aumentan rápidamente después del comienzo de la TARGA. Sin embargo, el número total de linfocitos T CD8+ se estabiliza eventualmente como células de memoria, con subsecuente declinación y reemplazo por linfocitos T naive CD8+ (18).

El aumento en los linfocitos T después de la iniciación del TARGA se acompaña de respuestas linfocitarias proliferativas in vitro, aumento de marcadores de activación inmune, aumento de la hipersensibilidad retardada hacia patógenos específicos (18,19,23,24). Como ejemplo, un grupo de investigadores estudiando un pequeño grupo de pacientes infectados con VIH, demostró que la proliferación linfocitaria inducible aumentó casi tres veces después de tres semanas de TARGA, para finalmente cuadruplicarse, y después de ello, estabilizarse a los dos años (18). La proliferación linfocitaria in vitro contra antígenos de Cándida, así como aumentos de la estimulación in vitro contra antígenos de CMV y tuberculina ocurrieron también después de la iniciación de TARGA en pacientes infectados conVIH (19,23). Otro estudio demostró que 90% de los pacientes infectados por VIH tuvieron anergia cutánea antes de comenzar TARGA; doce semanas después, 30 por ciento de esos pacientes recuperaron su capacidad de responder a los tests antigénicos cutáneos (23).


CRITERIOS DIAGNÓSTICOS DE SRI.

No existen criterios universalmente aceptados para la definición de SRI. Sin embargo, generalmente se acepta que el diagnóstico de SRI requiere el empeoramiento de una infección conocida previamente (SRI “paradójico”), o no conocida (SRI “desenmascarado”), en el contexto del mejoramiento de la función inmune (25,26).

La mayoría de los siguientes elementos tienen que estar presentes para hacer diagnóstico de SRI.

  • La presencia de SIDA con bajos niveles de CD4 pre-tratamiento (generalmente menos de 100 células/ml) (27,28). Una excepción importante a esta regla general es la tuberculosis. El SRI secundario a infección por M. tuberculosis preexistente, puede ocurrir en individuos con recuentos de más de 200 CD4.

  • Una respuesta virológica e inmunológica positiva al tratamiento (29,30).

  • Una asociación en el tiempo de la iniciación de TARGA y el inicio de los síntomas clínicos de la enfermedad. La presencia de manifestaciones clínicas consistentes en una condición inflamatoria.

  • La ausencia de evidencia de infección resistente a drogas, sobreinfección bacteriana, alergia a drogas, falta de compliance por parte del paciente, o reducido nivel de drogas debido a interacciones droga-droga o malabsorción después de una valoración apropiada de la presentación clínica.



Cuando el diagnóstico de SRI es considerado altamente probable, deben evitarse estudios invasivos, o nuevos procedimientos diagnósticos para localizar una infección oculta. Estos procedimientos diagnósticos pueden ser diferidos o incluso evitados. Sin embargo, el drenaje adecuado (con toma de muestra para cultivos), está indicado por ejemplo para alivio sintomático de una linfadenitis micobacterianas, así como para propósitos diagnósticos.

La reacción de hipersensibilidad por abacavir puede ser difícil de distinguir del SRI sistémico tal como se ve con M. avium complex (MAC). Los síntomas de hipersensibilidad por abacavir típicamente empeoran después de cada dosis de la medicación y mejoran antes de la dosis siguiente, pero tiende a empeorar con el tiempo. Los tests genéticos para HLA B*5701 pueden ayudar a distinguir entre hipersensibilidad por abacavir y SRI.



DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL.

El diagnóstico diferencial del SRI es amplia e incluye la progresión de la enfermedad de base (por resistencia a drogas, o no adherencia), desarrollo de una nueva infección con otra cepa, o toxicidad por drogas.



INCIDENCIA.

La serie de casos retrospectivos tempranos sugieren que hasta 30 por ciento de los respondedores a TARGA desarrollan uno o más síndromes inflamatorios consistentes con SRI (2,27). Datos posteriores sugieren que la incidencia es probablemente mucho menor:

Datos  de estudios prospectivos y retrospectivos sugieren que la incidencia de SRI siguiendo a la TARGA está fundamentalmente ligado a dos puntos:

1) La probabilidad de una infección oportunista preexistente.

2) La probabilidad de una respuesta inmunológica y virológica al TARGA. Los siguientes estudios ilustran la incidencia de casos que han sido reportados en una variedad de contextos y el espectro de infecciones que han sido descriptas:

  • En una revisión sistemática y metaanálisis de alrededor de 10.000 pacientes infectados por VIH, 13 por ciento de los casos desarrollaron SRI (31). Algunos de los diagnósticos más comunes incluyeron la tuberculosis, las infecciones herpéticas, la meningitis criptocóccica, la retinitis por CMV, y la leucoencefalopatía multifocal progresiva (LMP).

  • En un ensayo prospectivo que evaluó el manejo óptimo de las infecciones oportunistas relacionadas al SIDA (A5164), la incidencia de SRI fue de 7,6 por ciento, el cual ocurrió en promedio, 33 días después de la iniciación del tratamiento (26). En otro estudio de cohorte prospectivo en Sud África, una incidencia de 25 casos de SRI por 100 pacientes por año fue reportado, afectando al 10 por ciento de los pacientes (32).



PATÓGENOS ASOCIADOS A SRI.

Muchos patógenos han estado asociados al desarrollo de SRI (3,22-44). Los más frecuentes incluyen:

  • Mycobacterium tuberculosis.

  • Mycobacterium avium complex.

  • Cytomegalovirus.

  • Cryptococcus neoformans.

  • Pneumocystis.

  • Herpes simplex.

  • Hepatitis B.

Hay también algunos casos documentados de SRI asociado a: virus de hepatitis C, parvovirus B19 (33), herpes simplex, Bartonella henselae, Histoplasma capsulatum (34), dermatofitosis (35), lepra (36-38), bacillus Calmette-Guérin (BCG) (39), Penicillium marneffei (40), Schistosoma mansoni (41), y virus del molusco contagioso. Además, algunos pacientes con sarcoma de Kaposi han desarrollado “síndrome SRI like” cuando se ha iniciado TARGA (32,43,44), y otros pacientes han desarrollado tirotoxicosis (enfermedad de Graves), o sarcoidosis recurrente después de comenzar TARGA. 


FACTORES DE RIESGO.

Varios estudios retrospectivos han demostrado que menores niveles de CD4 en el momento de la iniciación del tratamiento, aumenta el riesgo de desarrollar SRI (2,27,28,32).

Datos subsecuentes sugieren que la respuesta al TARGA también juega un rol importante en predecir el riesgo. En un estudios prospectivo de 282 pacientes con infecciones oportunistas relacionadas a SIDA, el riesgo de SRI estuvo relacionado al recuento bajo de CD4 iniciales, y al grado de mejoramiento inmunológico con TARGA. De la misma forma, el riesgo de presentar SRI también se asoció a mayores niveles de viremia inicial y al grado de declinación de la carga viral con TARGA.

Un estudio caso control, demostró que el riesgo de desarrollar SRI se asoció al uso de un inhibidor de proteasas potenciado (“boosted”), a un recuento de CD4 de menos de 100 células/ml, y a una declinación plasmática de RNA VIH de más de 2,5 logs con TARGA (28).

Los inhibidores de proteasas tienen efectos inmunomodulatorios en la linfoproliferación de células T y en la apoptosis; ellos estimulan la producción de citoquinas proinflamatorias por los macrófagos (por ejemplo interleukina-6, y factor de necrosis tumoral alfa). Esas observaciones in vitro sugieren que existen múltiples mecanismos a través de los cuales los inhibidores de proteasas pueden aumentar el riesgo de SRI además de la supresión de VIH en si misma. Sin embargo, un ensayo prospectivo posterior no encontró ninguna diferencia en la incidencia de SRI entre pacientes que recibían inhibidores de proteasas, respecto de los que recibían regímenes en base a inhibidores nucleosídicos de la transcriptasa reversa (26).  



MANIFESTACIONES CLÍNICAS.

Los hallazgos clínicos de SRI se relacionan fuertemente al tipo y la localización de la infección oportunista antes de la iniciación del tratamiento antirretroviral.

Los síntomas de SRI pueden ser localizados o sistémicos. Alrededor de tres cuartas partes de los pacientes con SRI relacionados con micobacterias o criptococos desarrollan fiebre (8). En cambio, la fiebre ocurre infrecuentemente en SRI relacionado a CMV previamente diagnosticado o subclínico. El tiempo promedio en arribar al diagnóstico de SRI fue de 33 días en un ensayo (26).



SRI Asociado a Enfermedades Micobacterianas.

Antes de la generalización de la infección por VIH en el mundo, existía un cuadro inflamatorio paradojal  “SRI-like” en algunos pacientes que estaban siendo tratados por tuberculosis (10-12,45).

La reacción paradojal que sigue al tratamiento de la tuberculosis pulmonar se caracteriza por fiebre, malestar, pérdida de peso, y empeoramiento de los síntomas respiratorios. Empeoramientos transitorios de las alteraciones radiológicas, incluyendo la aparición de nuevas opacidades o infiltrados, y agrandamientos ganglionares intratorácicos pueden también ocurrir en estos pacientes.  Raramente el compromiso pulmonar puede evolucionar a compromiso respiratorio severo y a distress respiratorio del adulto. Con el uso amplio de la terapia antirretroviral en áreas de amplia prevalencia de tuberculosis, es probable que esta reacción sea más común (46).

Los pacientes con tuberculosis extrapulmonar pueden desarrollar linfadenitis (10,47,48), aparición de derrames pleurales nuevos (48,50), reaparición de fiebre con infiltrados nuevos (51), o expansión de tuberculomas intracraneales preexistentes (11,48,52-54), después de comenzada la terapia antituberculosa. La aspiración de ganglios fluctuantes, a menudo revela material purulento, pero los cultivos para mycobacterias a menudo son estériles, y la tinción para bacilos ácido alcohol resistentes no arroja organismos. Cuando se rescata M. tuberculosis en pacientes con reacciones paradojales generalmente no son resistentes (45).  

Los mecanismos de las reacciones paradójicas no se conocen bien, pero parecen ser inmunomediados. Cambios en la capacidad de responder a las proteínas de la tuberculina aparecen en algunos pacientes después del comienzo de la terapia antituberculosa. Por ejemplo, en un estudio, 74 por ciento de los pacientes que eran inicialmente anérgicos tuvieron reversión de sus tests cutáneos previamente negativos dentro de las dos semanas de comenzada la terapia antituberculosa (55). También la incidencia de las reacciones paradojales en pacientes no infectados con VIH puede ser mayor en aquellos que desarrollan tuberculosis mientras están recibiendo infliximab, un inmunomodulador (13). 

El deterioro clínico paradójico de los pacientes no VIH infectados con tuberculosis pulmonar después de la iniciación de la terapia antituberculosa es un fenómeno autolimitado la mayoría de los casos. Los antiinflamatorios no esteroideos pueden ser usados para el tratamiento de los síntomas leves. Sin embargo, varios estudios controlados de pacientes con SRI moderado a severo sugieren que la terapia con corticosteroides (prednisona 1 mg por kg de peso corporal) produce un mejoramiento sintomático rápido con mejoría o resolución de las alteraciones radiográfias (56,57); la dosis de los corticosteroides es reducida gradualmente después de una a dos semanas de la estabiliación del cuadro para disminuir el riesgo de efectos adversos.

La incidencia de empeoramiento paradojal asociado a la tuberculosis pulmonar es mayor en los pacientes infectados con VIH siguiendo a la iniciación delTARGA, comparados con aquellos que no están coinfectados con VIH (58-60). Como ejemplo, en un estudio prospectivo, las reacciones inflamatorias paradojales fueron documentadas en 12 de 33 pacientes (36 por ciento) coinfectados con VIH y en 1 de 55 pacientes (2 por ciento) sin VIH (61).

Los pacientes coinfectados con tuberculosis y VIH pueden también desarrollar SRI que se manifiesta por linfadenitis tuberculosa (64), tuberculomas intracraneales (65), lesiones cutáneas (61), peritonitis (66), epididimitis (66), perforación intestinal (67) o nefritis granulomatosa (68). El intervalo de tiempo desde la iniciación del TARGA hasta el inicio de SRI asociado a infección tuberculosa varió de 10 a 180 días (3), pero tienden a ocurrir dentro de los primeros 60 días de comenzado el TARGA (6,48).

Los pacientes coinfectados con VIH y M. avium complex (MAC) puede también desarrollar reacciones inflamatorias siguiendo a la iniciación de la terapia antirretroviral (69-72). En la mayoría de los casos, el SRI debido a MAC se manifiesta como fiebre y linfadenitis dolorosa una a ocho semanas después de la iniciación del TARGA (72,73).  Reportes de casos individuales, o pequeñas series de casos describen al SRI manifestándose como nódulos subcutáneos necróticos, osteomielitis, bursitis (1), hepatitis granulomatosa, abscesos paravertebrales (3), abscesos cerebrales (74), empeoramiento de infiltrados pulmonares, o compromiso intestinal difuso presentándose como dolor abdominal (75). En dos revisiones, el inicio del SRI comenzó un mes después de comenzado el TARGA en la mayorí ade los pacientes que dearrollaron SRI relacionado con MAC (3,71) (Figura 1, Figura 2, Figura 3).



Figura 1.
Linfadenopatía cervical izquierda con drenaje.
Síndrome de Reconstitución Inmune Asociado a Mycobacteria no Tuberculosa en un Paciente con Infección por VIH.







Figura 2.
TAC Abdominal que muestra Ganglios Intraabdominales con Centros Hipodensas (flechas sólidas) y Ascitis Quilosa (flecha de doble línea).
Síndrome de Reconstitución Inmune asociado a Mycobacterias no Tuberculosas en un Paciente infectado por VIH.  






Figura 3.
Lesión Polipoide Intrabronquial.
Síndrome de Reconstitución Inmune por Mycobacterias no Tuberculosas en un Paciente Infectado por VIH.



La mayoría de los pacientes con SRI debido a infección por MAC tratada tienen cultivos de sangre y médula ósea negativos. En contraste a los hallazgos en pacientes con SIDA e infecciones por MAC no tratadas, las biopsias de los ganglios, usualmente revela granulomas bien formados con pocos organismos visibles (76).


SRI Asociado con Infección Criptocóccica Preexistente.

Los pacientes infectados previamente con Cryptococcus spp. Pueden desarrollar síntomas de SRI localizado en sistema nervioso central o los pulmones (77). Los síntomas a menudo ocurren dentro de los dos meses de comenzado la terapia, pero pueden aparecer en forma diferida hasta seis meses después (77-79). A pesar del uso de terapia antifúngica, los pacientes con meningoencefalitis criptocóccica pueden tener fiebre, empeoramiento de la cefalea, náuseas, dolor ocular, fotofobia, y rigidez de nuca siguiendo a la iniciación del TARGA (80).

En el momento inicial del diagnóstico de la meningoencefalitis criptocóccica, tener un  LCR con escasas alteraciones (por ejemplo, menos de 25 células/ml), ha sido un factor predisponente para padecer SRI (81). Por el contrario, el seguimiento con punciones lumbares de los pacientes con SRI asociado a meningitis criptocóccica, a menudo revela más células inflamatorias que las encontradas antes del inicio de la terapia antirretroviral con TARGA; sin embargo, los cultivos permanecen estériles la mayoría de las veces.

Los pacientes con infección criptocóccica pulmonar preexistente, pueden desarrollar lesiones pulmonares cavitarias, hipoxia, fallo respiratorio agudo, y síndrome de distress respiratorio agudo, siguiendo a la iniciación de la TARGA (3,84). Raramente los pacientes con infecciones criptocóccicas diseminadas pueden desarrollar linfadenitis mediastinal, hipercalcemia, y abscesos cutáneos como parte del SRI (84,85).


SRI Asociado a CMV.

El SRI asociado a infección previa por citomegalovirus (CMV) ha sido llamado “uveítis por recuperación inmune” (URI), o “vitritis por recuperación inmune” por varios investigadores (86,87). El SRI ha sido reportado en 16 a 63 por ciento de los pacientes infectados por VIH con retinitis por CMV siguiendo a la iniciación del TARGA (29,87,88). En un estudio, el tiempo promedio hasta la aparición de URI en pacientes después de iniciado TARGA, fue en promedio de 43 semanas, pero puede ir desde tan precoz como cuatro semanas, o tan tardío como cuatro años (86,87). Sensación indolora de partículas móviles en la visión, visión borrosa, sensación de luces relampaguentes (flashes), disminución de la agudeza visual, o dolor ocular. Los pacientes con SRI debido a CMV preexistentes pueden desarrollar una extensa vitritis, papilitis, cataratas, formación de membranas epirretinianas, y edema macular cistoide. Aunque la pérdida visual es más comúnmente debida a edema macular, los pacientes pueden desarrollar vitrorretinopatía, hemorragia vítrea espontánea, y tracción vítreomacular que conduce a desprendimiento de retina. 

El examen de fondo de ojo de estos pacientes revela una intensa reacción inflamatoria, mucho más de lo que habitualmente se ve en la retinitis por CMV (que usualmente se manifiesta como necrosis de la retina con mínima inflamación intraocular) (89). A pesar de los esfuerzos de tratamiento, una proporción significativa de pacientes con URI, pueden desarrollar una condición inflamatoria crónica, lo cual puede redundar en complicaciones visuales que duran meses o años (90).

Aunque el SRI asociado a CMV usualmente se manifiesta como URI o empeoramiento de la retinitis, la infección preexistente por CMV puede producir manifestaciones de neumonitis como expresión de SRI (91), colitis, pancreatitis o inflamación submandibular (92) . Algunos casos de SRI asociado a CMV han ocurrido en pacientes  con recuentos absolutos de CD4 por encima de 100 células/mm3, un hallazgo remarcable, que contrasta con lo que se ha visto en pacientes infectados por VIH durante la era pre-TARGA, cuando menos del 1 por ciento de los pacientes con recuentos de CD4 por encima de 100 células/mm3 desarrollaban síntomas atribuibles a infección por CMV (93). 


SRI Asociado a Infección Preexistente con Virus JC.

Loa pacientes infectados con VIH y coinfectados con virus JC pueden desarrollar leucoencéfalopatía multifocal progresiva (LMP) después que el recuento de CD4 cae por debajo de 200 células/mm3.

Aunque la mayoría de los pacientes infectados con VIH  y LMP mejoran después de iniciar TARGA, alrededor de 10 a 20 por ciento de los pacientes pueden desarrollar un nuevo empeoramiento de los síntomas neurológicos asociados a agrandamiento de las lesiones en las imágenes del sistema nervioso central, las cuales muestran realce secundario a la infusión de agentes de contraste (hallazgo no típico de pacientes con SIDA y LMP) (94-96).

La mayoría de los casos de SRI asociado a infección por virus JC ocurre tres a seis semanas después de comenzado el TARGA (94). La biopsia en tales casos, revela extensa desmielinización con inflamación que rodea dichas zonas (97,98).

Los pacientes generalmente experimentan mejoramiento clínico o estabilización después de tres a seis meses de TARGA continua, pero el SRI asociado a virus JC puede resultar directa o indirectamente en una evolución fatal a pesar de una excelente respuesta virológica al TARGA, aún si se utiliza terapia con corticosteroides (94,95,98,99).



SRI Asociado a Infección por Pneumocystis carinii.

Muchos de los pacientes infectados con VIH con neumonía por P. carinii desarrollan una respuesta infalamatoria paradójica siguiendo a la iniciación de la terapia antimicrobiana  dirigida contra P. carinii. Por esta razón, se usa rutinariamente corticosteroides asociados a los antimicrobianos en los casos de enfermedad moderada a severa.

El SRI asociado a infección por P. carinii en pacientes con infección avanzada por VIH, produce un cuadro con síntomas similares, pero el SRI puede ser sospechado cuando el inicio de los síntomas se relaciona más con la iniciación del TARGA que con el tratamiento antimicrobiano del P. carinii.

Una a tres semanas después de la iniciación de la TARGA, algunos pacientes  que previamente fueron tratados tanto con terapia anti-pneumocystis y corticosteroides y respondieron bien, desarrollan manifestaciones de SRI manifestada por fiebre recurrente, aumento de la tos, malestar torácico, disnea, hipoxemia, y opacificación radiológica progresiva. La repetición de la broncoscopía puede revelar gran número de células inflamatorias en el líquido de lavado broncoalveolar. (100-102).



SRI asociado a Herpes Zóster.

Un estudio que comparó la incidencia de infección por virus de la varicela zóster (VZV) sintomática, en pacientes infectados por VIH con y sin terapia antirretroviral encontró que el herpes zóster sintomático ocurrió dos a nueve veces más a menudo en pacientes infectados con VIH tratados con TARGA comparado con aquellos que no recibían tal terapia.

Casi todos los casos están limitados a una distribución metamérica (distribución dermatómica) y respondieron bien a aciclovir oral o famciclovir. Algunos pacientes con infecciones oculares con VZV desarrollan queratitis importante  y/o iritis dentro del uno a cuatro meses siguiendo a la iniciación del TARGA (103).



SRI Asociado a Hepatitis B y C.

La coinfección con virus VIH altera la historia natural de los pacientes con virus de la hepatitis B y C, aún en ausencia de tratamiento del VIH.

Pueden aparecer síntomas y alteraciones de laboratorio sugestivos de empeoramiento de la hepatitis en pacientes coinfectados con HCV o HBV siguiendo al TARGA (104-108). Los pacientes afectados típicamente tienen  elevación de enzimas séricas hepáticas acompañado de fiebre, sudoración nocturna, anorexia, náuseas, fatiga, hepatomegalia dolorosa e ictericia. Algunos pacientes han desarrollado poliartralgias simétricas, a veces asociadas a crioglobulinemia mixta (109), mientras que otros han desarrollado porfiria cutánea tarda (106). El SRI asociado a hepatitis por virus B o C usualmente ocurre dentro de las dos a ocho semanas de la iniciación de la TARGA, pero el inicio puede ser  diferido hasta nueve meses.  

La incidencia de hepatitis clínica entre los pacientes respondedores al TARGA quienes están coinfectados con HBV o HCV es estimado en 1 a 5 por ciento. Dado que las enzimas elevadas en los pacientes  coinfectados tratados con TARGA puede ser consecuencia de una variedad de causas tales como efectos hepatotóxicos de las drogas (como se ve con inhibidores de proteasas o nevirapina), acidosis láctica inducida por drogas, retiro de la terapia con lamivudina, sarcoma de Kaposi, u otras causas infecciosas tales como una infección nueva con otros virus hepatotropos, a menudo es difícil establecer un diagnóstico definitivo de SRI. Sin embargo, en caso de SRI sospechado debido a hepatitis B o C preexistentes, los pacientes sometidos a biopsia hepática muestran una dramática necrosis hepática con actividad inflamatoria y marcada infiltración por células T CD8+ en ausencia de evidencia microbiológica de infección con otros agentes infecciosos que causen injuria hepática (104,108). En varios bien estudiados, en las biopsias se observan cambios similares, en pacientes coinfectados con HBV a quienes se agregó lamivudina (que tiene actividad contra el virus B) como parte de la TARGA (105).

En pocos casos, los pacientes con hepatitis sintomática debida a SRI asociado a infección por HCV o HBV presentan seroconversión específica del virus. En los casos de HCV, estos pacientes a menudo están previamente no diagnosticados de HCV debido a que cuando son testeados son anticuerpos negativos. Cuando el suero almacenado (obtenido uno o dos años antes de la iniciación de la TARGA), es re-testeado para RNA-HCV, muestra niveles detectables de RNA viral, lo que indica que la infección subclínica estaba ya presente (106). En al menos un caso de SRI asociado con un portador conocido de HBV crónico, el anticuerpo contra el core de la hepatitis B y el anticuerpo anti e aumentaron significativamente, y el antígeno e desapareció del suero (104).  

El pronóstico del SRI asociado a HBV y HCV parece depender en parte de la reserva funcional hepática de base. Algunos pacientes sólo experimentan elevaciones transitorias de las enzimas hepáticas y viremia; mientras que otros desarrollan cirrosis progresiva aún después de que el TARGA se suspende.


SRI Asociado a Leishmaniasis.

Han sido reportados casos de SRI asociado a manifestaciones cutáneas o viscerales de leishmaniasis en pacientes con SIDA avanzado que iniciaron TARGA (110). La reconstitución inmunológica condujo a la activación de una enfermedad latente lo que resultó en severas placas infiltrativas y úlceras.


SRI Asociado a Sarcoma de Kaposi.

Ha habido reportes de pacientes con sarcoma de Kaposi que desarrollan un síndrome de SRI-like cuando comienzan la terapia antirretroviral (43,44). En algunos lugares, donde el sarcoma de Kaposi es epidémico, el SRI asociado tiene mayor importancia, dado la cada vez mayor potencia de los tratamientos antirretrovirales.

Un estudio en Uganda evaluó 55 pacientes con sarcoma de Kaposi cutáneo quienes participaron en un estudio randomizado de dos diferentes regímenes antirretrovirales (111). Después de un período de 12 meses, se notaron una variedad de cambios clínicos, incluyendo marcada inflamación de las lesiones, aumento del dolor, y edema periférico. Aunque la mayoría de esos hallazgos se resolvieron espontáneamente sin interrumpir la terapia antirretroviral, una minoría de pacientes con compromiso pulmonar sospechado, requirieron quimioterapia; dos pacientes murieron.

En los EE UU, un caso fatal de sarcoma de Kaposi visceral, fue reportado durante la iniciación de la terapia antirretroviral, a pesar de una aparente regresión de las lesiones cutáneas (112)


Síndromes Misceláneos, Posiblemente Asociados a SRI.

Algunas pocas autoinmunes y otras condiciones no infecciosas pueden empeorar dramáticamente, o aparecer después de comenzado el TARGA. Ha sido sugerido que el responsable del cuadro es la inflamación inducida por un síndrome SRI-like. No se sabe sin embargo, si esta es un hallazgo relacionado o simplemente se trata de un hallazgo casual y coincidente.

La sarcoidosis ha ocurrido en algunos pacientes infectados con VIH rápidamente después de la iniciación del TARGA (113-115) Antes de la introducción de la TARGA, la sarcoidosis progresiva y la infección avanzada por VIH eran considerados procesos divergentes dado que las células T CD4+ (las que usualmente se encuentran deplecionadas en la infección avanzada por VIH), era consideradas esenciales para la formación del granuloma. Sin embargo, la ocurrencia de sarcoidosis siguiendo inmediatamente la iniciación de la TARGA sugiere que la reconstitución inmune puede “disparar” la reactivación, o la aparición  de sarcoidosis subclínica preexistente. Así, algunos pero no todos los pacientes con SRI  asociado a sarcoidosis, tienen sarcoidosis preexistente conocida que estaba inactiva desde hacía años. El SRI asociado a sarcoidosis ocurre típicamente después de 12 meses de comenzada la TARGA. La mayoría de los casos responden a los corticosteroides.

Varios autores han reportado tiroiditis autoinmune y enfermedad de Graves, las cuales pueden aparecer  rápidamente después de comenzado el TARGA (116-118). Aunque los mecanismos de este fenómeno no están completamente aclarados, la expansión de las células con receptores T junto a la disregulación inmune, puede conducir a la formación de células inmunes autorreactivas, las que a su vez producen anticuerpos anti-receptor TSH y otros autoanticuerpos.



TRATAMIENTO.

Los pacientes deben ser tratados lo más rápidamente posible si se demuestra la presencia de una infección oportunista. El momento de la iniciación de la terapia antirretroviral en relación a la iniciación del tratamiento de infecciones oportunistas, así como la utilidad potencial de las terapias adyuvantes para SRI se detallan más abajo.

Momento de Iniciación de la Terapia Antirretroviral.

El “timing” de la iniciación de la terapia antirretroviral en relación con el tratamiento de las infecciones oportunistas era controversial en el pasado. Algunos expertos apoyaban el uso de la terapia antirretroviral temprana en un intento de reducir los riesgos de la morbi-mortalidad asociada a SIDA. Las ventajas de la iniciación temprana de la terapia antirretroviral incluía la recuperación inmunológica temprana, lo cual a su vez contribuía a la más rápida resolución de las infecciones oportunistas. Otros expertos proponían diferir la iniciación de la terapia antirretroviral para disminuir el riesgo de SRI.  Eso expertos citaban las siguientes razones: toxicidad agregada de los múltiples agentes terapéuticos, interacciones medicamentosas, y el problema de la dificultad de diferenciar el SRI de otras co-morbilidades (57).

Hoy día existe fuerte evidencia de que aunque puede ocurrir SRI, la iniciación temprana de la terapia antirretroviral es mejor que su comienzo diferido, dado que esta disminuye el riesgo de mortalidad (26,119). Un ensayo randomizado en fase IV (AIDS Clinical Trial Group ACTG 5164), asignó randomizadamente a 282 pacientes a terapia antirretroviral inmediata (dentro de los 14 días) o diferida (más de 28 días) (119)La randomización fue estratificada por el recuento de CD4 (menos o más de 50 CD4/mm3), y por infección oportunista. Los pacientes con tuberculosis fueron excluídos. 

El endpoint primario combinado a las 48 semanas incluyódatos clínicos y de laboratorio: progresión a SIDA/muerte, y supresión de RNA-VIH. La infección oportunista más frecuente incluyó Pneumocystis (63%) y meningitis criptocóccica (13%).

Los resultados preliminares de este estudio son:

  • Los pacientes comenzaron la terapia antirretroviral inmediata o diferida después de comenzado el tratamiento de la infección oportunista (promedio 12 y 45 días respectivamente).

  • No hubo diferencias significativas entre los brazos de tratamiento inmediato o diferido en el endpoint primario que incluyó tanto resultados clínicos como virológicos. 

  • Sin embargo, los pacientes asignados al tratamiento inmediato de terapia antirretroviral, tuvieron menos progresión a SIDA/muerte, y un tiempo más acotado en alcanzar recuentos de CD4 mayores de 50 células (3,9 versus 8,1) comparados con los pacientes en el brazo de tratamiento diferido.

  • No hubo diferencias significativas en grado 3 o 4 de eventos adversos, adherencia, hospitalizaciones, o riesgo de SRI entre los dos brazos.


En otro estudio prospectivo entre 559 pacientes sin tratamiento previo que iniciaron tratamiento antirretroviral en Kampala, Uganda, 17 por ciento murieron en un período de 36 meses (120). La mayoría de las muertes (73 por ciento) ocurrieron durante los primeros tres meses después de iniciar tratamiento antirretroviral; sólo 7 por ciento de esas muertes pudieron ser atribuidas a SRI. 

Basados en esos datos, the International AIDS Society-USA Panel y the Department of Health and Human Services (DHHS) HIV treatment guidelines recomiendan que en ausencia de contraindicaciones, la terapia antirretroviral debe ser iniciada dentro de aproximadamente dos semanas de comenzada la terapia de la infección oportunista (57,121,122). La elección de la terapia antirretroviral debe estar fuertemente influenciada por las potenciales interacciones entre las drogas antirretrovirales y los agentes utilizados para la infección oportunista. Después de la iniciación de la terapia antirretroviral, los clínicos deben estar alertas a la aparición de SRI.

El manejo de los pacientes con tuberculosis que presentan SRI en relación a tal infección, no requiere interrupción de la terapia antituberculosa ni del régimen antirretroviral, debido a que la respuesta paradojal de ambos tratamientos (empeoramiento de los síntomas) es autolimitado. El agregado de drogas antiinflamatorias no esteroides o de un curso corto con corticosteroides ha sido recomendado si los síntomas son muy intensos. Sin embargo, tales tratamientos deben administrarse únicamente después de haber sometido al paciente a una cuidadosa evaluación para excluir otras causas potenciales de detrioro clínico (por ejemplo linfoma, fallo de tratamiento anti tuberculoso, o resistencia a drogas antituberculosas).


Opciones Para el Tratamiento del SRI.

Como se dijo antes, la incidencia de SRI ha sido reportado hasta en un 30 por ciento en algunas series de casos. Cuando ocurre SRI hay varias opciones de tratamiento:


Continuación de la Terapia Antirretroviral Cuando Ocurre SRI.

La experiencia publicada sugiere que es razonable continuar con el tratamiento antirretroviral en la mayoría de los casos. En pacientes con SRI que no pone en peligro la vida, y no expone al paciente a secuelas, los síntomas leves o moderados pueden ser tolerados. Hay que explicarle al paciente que los síntomas van a ir desapareciendo espontáneamente en un plazo breve.

Sin embargo, en algunos pacientes hay que discontinuar el tratamiento antirretroviral, debido a que el SRI pone en riesgo la vida, o cuando los síntomas localizados tengan riesgo de causar secuelas permanentes (por ejemplo obstrucción de la vía aérea por una masa que crece) (32). Esos pacientes pueden ser tratados por un período de tiempo de su infección oportunista de base, y reiniciar posteriormente el tratamiento antirretroviral. Esta a veces no es una opción (por ejemplo en LMP), ya que no tiene un tratamiento específico.



Rol de los Agentes Antiinflamatorios.

Aunque no hay ensayos controlados que evalúen el rol de los corticosteroides y los agentes antiinflamatorios no esteroides (AINES), hay muchos reportes de casos que sugieren que estos agentes pueden ser eficaces en disminuir la respuesta inflamatoria asociada a SRI (32).

Los AINES pueden ser muy útiles en el contexto de una masa obstructiva (por ejemplo una masa ganglionar progresivamente creciente por MAC). El uso de antiinflamatorios y especialmente corticosteroides, debe ser contrapesado con el riesgo potencial y los efectos adversos. Cuando se elige utilizar corticosteroides, se inicia con prednisona 1 mg/kg/día (dosis máxima 60 a 80 mg). Un rápido descenso de la dosis en un período de 10 a 14 días, mientras se monitorea la recurrencia de los síntomas clínicos, mientras se monitorea la recurrencia de los síntomas clínicos es recomendable las semanas y meses siguientes. Puede darse también en lugar de prednisona, dexametasona 8 a 16 mg/día dividida en dos dosis diarias.


PREVENCIÓN.

Puede ser posible evitar el SRI identificando y tratando la infección oportunista con terapia específica (por ejemplo Pneumocystis, tuberculosis, HBV, y criptococosis) durante uno o dos meses antes de iniciar la TARGA.

Es de este modo, que la terapia antimicrobiana  sin la acompañada reconstitución inmune puede reducir en gran medida la carga infecciosa (y los antígenos asociados a los microorganismos), disminuyendo así la probabilidad de SRI cuando se comience con la TARGA más adelante. Además de el estudio citado antes realizado en Uganda (57), existen ensayos diseñados para traer luz sobre este tema todavía controversial, y que están actualmente en curso.  

Un estudio de cohorte retrospectivo encontró un riesgo aumentado de muerte y de infecciones oportunistas durante los primeros dos meses de terapia antituberculosa en pacientes que no fueron tratados con TARGA asociado, especialmente cuando los CD4 eran menos de 100 células/mm3 (48) Por lo tanto, mientras se espera evidencia adicional que surja de estos ensayos, y en la esperanza de minimizar tanto el riesgo de SRI como el riesgo  de muerte y otra infección oportunista, actualmente se recomienda esperar para comenzar el TARGA  sólo dos semanas en pacientes con tuberculosis y CD4 debajo de 100 células/mm3. La TARGA puede ser diferida hasta dos meses en pacientes que están siendo tratados por tuberculosis y que tienen niveles de CD4 por encima de 100 células/mm3 para disminuir el riesgo de SRI (123).

Es mejor iniciar TARGA rápidamente en pacientes con infecciones oportunistas que no tengan tratamiento diferentes que la TARGA (por ejemplo LMP), a pesar del riesgo de eventos adversos. No hay datos que demuestren que la terapia con corticosteroides debe preceder a la TARGA en forma rutinaria en esos casos, por lo tanto, no deben utilizarse los corticosteroides a menos que o hasta que aparezcan síntomas de SRI.

En pacientes con infección por virus de hepatitis B (HBV), se recomienda lamivudina y/o tenofovir que debe ser incluido al régimen de TARGA para a su vez mantener y controlar la supresión viral HBV (124).

Una historia y examen físico dirigido debe ser llevado a cabo  buscando evidencias de infecciones oportunistas tales como síntomas de MAC antes de iniciar tratamiento con TARGA en pacientes con niveles bajos de CD4. Testeos diagnósticos adicionales deben ser llevados a cabo si el examen sugiere que puede haber una infección oportunista.


RESUMEN Y RECOMENDACIONES.

La presentación clínica inicial de cada individuo con SRI es completamente variable, y no hay datos publicados de ensayos controlados que permitan extraer guías claras. Las recomendaciones se basan en la experiencia clínica, reportes de casos, y opinión de expertos:

  • Aunque es razonable llevar a cabo estudios para desenmascarar infecciones oportunistas subclínicas, el diagnóstico de SRI es generalmente de exclusión. Las investigaciones para descartar la posibilidad de reacciones por drogas, pacientes que no cumplen tratamiento, infección persistentemente activa, y/o resistencia a drogas deben conocerse antes de concluir que estamos en presencia de un SRI.

  •  La mayoría de los pacientes con SRI desarrollan síntomas dentro de la semana a pocos meses después de la iniciación del TARGA. Si el inicio es más tardío, hay otros diagnósticos a considerar como más probables. La hipersensibilidad a abacavir puede ser confundida con SRI, pero en este caso, los síntomas empeoran inmediatamente después de cada dosis de abacavir. El workup diagnóstico frente a probable hipersensibilidad por abacavir incluye un testeo genético para HLA-B5701.

  • Cuando se considera el diagnóstico de SRI como altamente probable, la repetición de procedimientos diagnósticos tendientes a localizar una infección oculta pueden ser diferidos o aún evitados.

  • El tratamiento de los patógenos debe continuarse o si no está recibiendo ya tratamiento de los mismos, debe comenzarse cuando el paciente desarrolla SRI. Esto es particularmente importante cuando el SRI se asocia a virus de hepatitis B.

  • Los corticosteroides o los AINES pueden ayudar a disminuir la respuesta inflamatoria en algunos pacientes con SRI. La decisión de usar o no corticosteroides debe ser individualizada y debe tener en cuenta los riesgos de la terapia. Cuando se elige tratar con corticosteroides, se inicia la terapia con prednisona 1 mg/kg/día (máximo 60 a 80 mg) y se comienza a bajar la dosis  mientras se monitorea la recurrencia de los síntomas clínicos en semanas a meses.

  • Se sugiere la iniciación de la terapia antirretroviral dentro de las dos semanas de comenzado el tratamiento de la infección oportunista de base para disminuir el riesgo de progresión a SIDA y muerte.

  • Para las infecciones oportunistas que no tienen tratamiento específico efectivo (por ejemplo LMP), lo mejor es tratar a estos pacientes con TARGA a pesar del riesgo de resultados adversos. Normalmente no se usan corticosteroides, a menos que aparezcan síntomas de SRI.



BIBLIOGRAFÍA.



1.    DeSimone JA, Pomerantz RJ, Babinchak TJ. Inflammatory reactions in HIV-1-infected persons after initiation of highly active antiretroviral therapy. Ann Intern Med 2000; 133:447.

2.    French MA, Lenzo N, John M, et al. Immune restoration disease after the treatment of immunodeficient HIV-infected patients with highly active antiretroviral therapy. HIV Med 2000; 1:107.

3.    Shelburne SA 3rd, Hamill RJ, Rodriguez-Barradas MC, et al. Immune reconstitution inflammatory syndrome: emergence of a unique syndrome during highly active antiretroviral therapy. Medicine (Baltimore) 2002; 81:213.

4.    Michelet C, Arvieux C, François C, et al. Opportunistic infections occurring during highly active antiretroviral treatment. AIDS 1998; 12:1815.

5.    Hirsch HH, Kaufmann G, Sendi P, Battegay M. Immune reconstitution in HIV-infected patients. Clin Infect Dis 2004; 38:1159.

6.    Shelburne SA, Montes M, Hamill RJ. Immune reconstitution inflammatory syndrome: more answers, more questions. J Antimicrob Chemother 2006; 57:167.

7.    French MA. HIV/AIDS: immune reconstitution inflammatory syndrome: a reappraisal. Clin Infect Dis 2009; 48:101.

8.    Cheng VC, Yuen KY, Chan WM, et al. Immunorestitution disease involving the innate and adaptive response. Clin Infect Dis 2000; 30:882.

9.    Cooney EL. Clinical indicators of immune restoration following highly active antiretroviral therapy. Clin Infect Dis 2002; 34:224.

10.    Campbell IA, Dyson AJ. Lymph node tuberculosis: a comparison of various methods of treatment. Tubercle 1977; 58:171.

11.    Chambers ST, Hendrickse WA, Record C, et al. Paradoxical expansion of intracranial tuberculomas during chemotherapy. Lancet 1984; 2:181.

12.    Smith H. Paradoxical responses during the chemotherapy of tuberculosis. J Infect 1987; 15:1.

13.    Garcia Vidal C, Rodríguez Fernández S, Martínez Lacasa J, et al. Paradoxical response to antituberculous therapy in infliximab-treated patients with disseminated tuberculosis. Clin Infect Dis 2005; 40:756.

14.    Sansonetti P, Lagrange PH. The immunology of leprosy: speculations on the leprosy spectrum. Rev Infect Dis 1981; 3:422.

15.    Singh N, Lortholary O, Alexander BD, et al. An immune reconstitution syndrome-like illness associated with Cryptococcus neoformans infection in organ transplant recipients. Clin Infect Dis 2005; 40:1756.

16.    Cadena J, Thompson GR 3rd, Ho TT, et al. Immune reconstitution inflammatory syndrome after cessation of the tumor necrosis factor alpha blocker adalimumab in cryptococcal pneumonia. Diagn Microbiol Infect Dis 2009; 64:327.

17.    Pakker NG, Notermans DW, de Boer RJ, et al. Biphasic kinetics of peripheral blood T cells after triple combination therapy in HIV-1 infection: a composite of redistribution and proliferation. Nat Med 1998; 4:208.

18.    Notermans DW, Pakker NG, Hamann D, et al. Immune reconstitution after 2 years of successful potent antiretroviral therapy in previously untreated human immunodeficiency virus type 1-infected adults. J Infect Dis 1999; 180:1050.

19.    Autran B, Carcelain G, Li TS, et al. Positive effects of combined antiretroviral therapy on CD4+ T cell homeostasis and function in advanced HIV disease. Science 1997; 277:112.

20.    Markert ML, Alvarez-McLeod AP, Sempowski GD, et al. Thymopoiesis in HIV-infected adults after highly active antiretroviral therapy. AIDS Res Hum Retroviruses 2001; 17:1635.

21.    Franco JM, Rubio A, Martínez-Moya M, et al. T-cell repopulation and thymic volume in HIV-1-infected adult patients after highly active antiretroviral therapy. Blood 2002; 99:3702.

22.    Sempowski GD, Haynes BF. Immune reconstitution in patients with HIV infection. Annu Rev Med 2002; 53:269.

23.    Lederman MM, Connick E, Landay A, et al. Immunologic responses associated with 12 weeks of combination antiretroviral therapy consisting of zidovudine, lamivudine, and ritonavir: results of AIDS Clinical Trials Group Protocol 315. J Infect Dis 1998; 178:70.

24.    Antonelli LR, Mahnke Y, Hodge JN, et al. Elevated frequencies of highly activated CD4+ T cells in HIV+ patients developing immune reconstitution inflammatory syndrome. Blood 2010; 116:3818.

25.    Haddow LJ, Easterbrook PJ, Mosam A, et al. Defining immune reconstitution inflammatory syndrome: evaluation of expert opinion versus 2 case definitions in a South African cohort. Clin Infect Dis 2009; 49:1424.

26.    Grant PM, Komarow L, Andersen J, et al. Risk factor analyses for immune reconstitution inflammatory syndrome in a randomized study of early vs. deferred ART during an opportunistic infection. PLoS One 2010; 5:e11416.

27.    Ratnam I, Chiu C, Kandala NB, Easterbrook PJ. Incidence and risk factors for immune reconstitution inflammatory syndrome in an ethnically diverse HIV type 1-infected cohort. Clin Infect Dis 2006; 42:418.

28.    Manabe YC, Campbell JD, Sydnor E, Moore RD. Immune reconstitution inflammatory syndrome: risk factors and treatment implications. J Acquir Immune Defic Syndr 2007; 46:456.

29.    Jabs DA, Van Natta ML, Kempen JH, et al. Characteristics of patients with cytomegalovirus retinitis in the era of highly active antiretroviral therapy. Am J Ophthalmol 2002; 133:48.

30.    Breton G, Duval X, Estellat C, et al. Determinants of immune reconstitution inflammatory syndrome in HIV type 1-infected patients with tuberculosis after initiation of antiretroviral therapy. Clin Infect Dis 2004; 39:1709.

31.    Müller M, Wandel S, Colebunders R, et al. Immune reconstitution inflammatory syndrome in patients starting antiretroviral therapy for HIV infection: a systematic review and meta-analysis. Lancet Infect Dis 2010; 10:251.

32.    Murdoch DM, Venter WD, Feldman C, Van Rie A. Incidence and risk factors for the immune reconstitution inflammatory syndrome in HIV patients in South Africa: a prospective study. AIDS 2008; 22:601.

33.    Nolan RC, Chidlow G, French MA. Parvovirus B19 encephalitis presenting as immune restoration disease after highly active antiretroviral therapy for human immunodeficiency virus infection. Clin Infect Dis 2003; 36:1191.

34.    Breton G, Adle-Biassette H, Therby A, et al. Immune reconstitution inflammatory syndrome in HIV-infected patients with disseminated histoplasmosis. AIDS 2006; 20:119.

35.    van Hal SJ, Kotsiou G. An HIV-positive man with generalized rash. Clin Infect Dis 2005; 40:113, 182.

36.    Couppié P, Abel S, Voinchet H, et al. Immune reconstitution inflammatory syndrome associated with HIV and leprosy. Arch Dermatol 2004; 140:997.

37.    Lawn SD, Wood C, Lockwood DN. Borderline tuberculoid leprosy: an immune reconstitution phenomenon in a human immunodeficiency virus-infected person. Clin Infect Dis 2003; 36:e5.

38.    Menezes VM, Sales AM, Illarramendi X, et al. Leprosy reaction as a manifestation of immune reconstitution inflammatory syndrome: a case series of a Brazilian cohort. AIDS 2009; 23:641.

39.    Puthanakit T, Oberdorfer P, Punjaisee S, et al. Immune reconstitution syndrome due to bacillus Calmette-Guérin after initiation of antiretroviral therapy in children with HIV infection. Clin Infect Dis 2005; 41:1049.

40.    Gupta S, Mathur P, Maskey D, et al. Immune restoration syndrome with disseminated Penicillium marneffei and cytomegalovirus co-infections in an AIDS patient. AIDS Res Ther 2007; 4:21.

41.    de Silva S, Walsh J, Brown M. Symptomatic Schistosoma mansoni infection as an immune restoration phenomenon in a patient receiving antiretroviral therapy. Clin Infect Dis 2006; 42:303.

42.    Shelburne SA, Visnegarwala F, Darcourt J, et al. Incidence and risk factors for immune reconstitution inflammatory syndrome during highly active antiretroviral therapy. AIDS 2005; 19:399.

43.    Connick E, Kane MA, White IE, et al. Immune reconstitution inflammatory syndrome associated with Kaposi sarcoma during potent antiretroviral therapy. Clin Infect Dis 2004; 39:1852.

44.    Bower M, Nelson M, Young AM, et al. Immune reconstitution inflammatory syndrome associated with Kaposi's sarcoma. J Clin Oncol 2005; 23:5224.

45.    Cheng VC, Ho PL, Lee RA, et al. Clinical spectrum of paradoxical deterioration during antituberculosis therapy in non-HIV-infected patients. Eur J Clin Microbiol Infect Dis 2002; 21:803.

46.    Manabe YC, Breen R, Perti T, et al. Unmasked tuberculosis and tuberculosis immune reconstitution inflammatory disease: a disease spectrum after initiation of antiretroviral therapy. J Infect Dis 2009; 199:437.

47.    Hawkey CR, Yap T, Pereira J, et al. Characterization and management of paradoxical upgrading reactions in HIV-uninfected patients with lymph node tuberculosis. Clin Infect Dis 2005; 40:1368.

48.    Dheda K, Lampe FC, Johnson MA, Lipman MC. Outcome of HIV-associated tuberculosis in the era of highly active antiretroviral therapy. J Infect Dis 2004; 190:1670.

49.    Matthay RA, Neff TA, Iseman MD. Tuberculous pleural effusions developing during chemotherapy for pulmonary tuberculosis. Am Rev Respir Dis 1974; 109:469.

50.    Al-Majed SA. Study of paradoxical response to chemotherapy in tuberculous pleural effusion. Respir Med 1996; 90:211.

51.    Price P, Murdoch DM, Agarwal U, et al. Immune restoration diseases reflect diverse immunopathological mechanisms. Clin Microbiol Rev 2009; 22:651.

52.    Afghani B, Lieberman JM. Paradoxical enlargement or development of intracranial tuberculomas during therapy: case report and review. Clin Infect Dis 1994; 19:1092.

53.    Nicolls DJ, King M, Holland D, et al. Intracranial tuberculomas developing while on therapy for pulmonary tuberculosis. Lancet Infect Dis 2005; 5:795.

54.    Pepper DJ, Marais S, Maartens G, et al. Neurologic manifestations of paradoxical tuberculosis-associated immune reconstitution inflammatory syndrome: a case series. Clin Infect Dis 2009; 48:e96.

55.    Rooney JJ Jr, Crocco JA, Kramer S, Lyons HA. Further observations on tuberculin reactions in active tuberculosis. Am J Med 1976; 60:517.

56.    Dooley DP, Carpenter JL, Rademacher S. Adjunctive corticosteroid therapy for tuberculosis: a critical reappraisal of the literature. Clin Infect Dis 1997; 25:872.

57.    Kaplan JE, Benson C, Holmes KH, et al. Guidelines for prevention and treatment of opportunistic infections in HIV-infected adults and adolescents: recommendations from CDC, the National Institutes of Health, and the HIV Medicine Association of the Infectious Diseases Society of America. MMWR Recomm Rep 2009; 58:1.

58.    Chien JW, Johnson JL. Paradoxical reactions in HIV and pulmonary TB. Chest 1998; 114:933.

59.    John M, French MA. Exacerbation of the inflammatory response to Mycobacterium tuberculosis after antiretroviral therapy. Med J Aust 1998; 169:473.

60.    Navas E, Martín-Dávila P, Moreno L, et al. Paradoxical reactions of tuberculosis in patients with the acquired immunodeficiency syndrome who are treated with highly active antiretroviral therapy. Arch Intern Med 2002; 162:97.

61.    Narita M, Ashkin D, Hollender ES, Pitchenik AE. Paradoxical worsening of tuberculosis following antiretroviral therapy in patients with AIDS. Am J Respir Crit Care Med 1998; 158:157.

62.    Fishman JE, Saraf-Lavi E, Narita M, et al. Pulmonary tuberculosis in AIDS patients: transient chest radiographic worsening after initiation of antiretroviral therapy. AJR Am J Roentgenol 2000; 174:43.

63.    Kumarasamy N, Chaguturu S, Mayer KH, et al. Incidence of immune reconstitution syndrome in HIV/tuberculosis-coinfected patients after initiation of generic antiretroviral therapy in India. J Acquir Immune Defic Syndr 2004; 37:1574.

64.    Hill AR, Mateo F, Hudak A. Transient exacerbation of tuberculous lymphadenitis during chemotherapy in patients with AIDS. Clin Infect Dis 1994; 19:774.

65.    Crump JA, Tyrer MJ, Lloyd-Owen SJ, et al. Military tuberculosis with paradoxical expansion of intracranial tuberculomas complicating human immunodeficiency virus infection in a patient receiving highly active antiretroviral therapy. Clin Infect Dis 1998; 26:1008.

66.    Furrer H, Malinverni R. Systemic inflammatory reaction after starting highly active antiretroviral therapy in AIDS patients treated for extrapulmonary tuberculosis. Am J Med 1999; 106:371.

67.    Guex AC, Bucher HC, Demartines N, et al. Inflammatory bowel perforation during immune restoration after one year of antiretroviral and antituberculous therapy in an HIV-1-infected patient: report of a case. Dis Colon Rectum 2002; 45:977.

68.    Jehle AW, Khanna N, Sigle JP, et al. Acute renal failure on immune reconstitution in an HIV-positive patient with miliary tuberculosis. Clin Infect Dis 2004; 38:e32.

69.    Cabié A, Abel S, Brebion A, et al. Mycobacterial lymphadenitis after initiation of highly active antiretroviral therapy. Eur J Clin Microbiol Infect Dis 1998; 17:812.

70.    Race EM, Adelson-Mitty J, Kriegel GR, et al. Focal mycobacterial lymphadenitis following initiation of protease-inhibitor therapy in patients with advanced HIV-1 disease. Lancet 1998; 351:252.

71.    Phillips P, Bonner S, Gataric N, et al. Nontuberculous mycobacterial immune reconstitution syndrome in HIV-infected patients: spectrum of disease and long-term follow-up. Clin Infect Dis 2005; 41:1483.

72.    Lawn SD, Bekker LG, Miller RF. Immune reconstitution disease associated with mycobacterial infections in HIV-infected individuals receiving antiretrovirals. Lancet Infect Dis 2005; 5:361.

73.    Dworkin MS, Fratkin MD. Mycobacterium avium complex lymph node abscess after use of highly active antiretroviral therapy in a patient with AIDS. Arch Intern Med 1998; 158:1828.

74.    Murray R, Mallal S, Heath C, French M. Cerebral mycobacterium avium infection in an HIV-infected patient following immune reconstitution and cessation of therapy for disseminated mycobacterium avium complex infection. Eur J Clin Microbiol Infect Dis 2001; 20:199.

75.    Cinti SK, Kaul DR, Sax PE, et al. Recurrence of Mycobacterium avium infection in patients receiving highly active antiretroviral therapy and antimycobacterial agents. Clin Infect Dis 2000; 30:511.

76.    Hill AR, Premkumar S, Brustein S, et al. Disseminated tuberculosis in the acquired immunodeficiency syndrome era. Am Rev Respir Dis 1991; 144:1164.

77.    Skiest DJ, Hester LJ, Hardy RD. Cryptococcal immune reconstitution inflammatory syndrome: report of four cases in three patients and review of the literature. J Infect 2005; 51:e289.

78.    Lortholary O, Fontanet A, Mémain N, et al. Incidence and risk factors of immune reconstitution inflammatory syndrome complicating HIV-associated cryptococcosis in France. AIDS 2005; 19:1043.

79.    Sungkanuparph S, Jongwutiwes U, Kiertiburanakul S. Timing of cryptococcal immune reconstitution inflammatory syndrome after antiretroviral therapy in patients with AIDS and cryptococcal meningitis. J Acquir Immune Defic Syndr 2007; 45:595.

80.    Woods ML 2nd, MacGinley R, Eisen DP, Allworth AM. HIV combination therapy: partial immune restitution unmasking latent cryptococcal infection. AIDS 1998; 12:1491.

81.    Boulware DR, Bonham SC, Meya DB, et al. Paucity of initial cerebrospinal fluid inflammation in cryptococcal meningitis is associated with subsequent immune reconstitution inflammatory syndrome. J Infect Dis 2010; 202:962.

82.    Shelburne SA 3rd, Darcourt J, White AC Jr, et al. The role of immune reconstitution inflammatory syndrome in AIDS-related Cryptococcus neoformans disease in the era of highly active antiretroviral therapy. Clin Infect Dis 2005; 40:1049.

83.    Singh N, Perfect JR. Immune reconstitution syndrome associated with opportunistic mycoses. Lancet Infect Dis 2007; 7:395.

84.    Jenny-Avital ER, Abadi M. Immune reconstitution cryptococcosis after initiation of successful highly active antiretroviral therapy. Clin Infect Dis 2002; 35:e128.

85.    Blanche P, Gombert B, Ginsburg C, et al. HIV combination therapy: immune restitution causing cryptococcal lymphadenitis dramatically improved by anti-inflammatory therapy. Scand J Infect Dis 1998; 30:615.

86.    Wright ME, Suzman DL, Csaky KG, et al. Extensive retinal neovascularization as a late finding in human immunodeficiency virus-infected patients with immune recovery uveitis. Clin Infect Dis 2003; 36:1063.

87.    Karavellas MP, Plummer DJ, Macdonald JC, et al. Incidence of immune recovery vitritis in cytomegalovirus retinitis patients following institution of successful highly active antiretroviral therapy. J Infect Dis 1999; 179:697.

88.    Wohl DA, Kendall MA, Owens S, et al. The safety of discontinuation of maintenance therapy for cytomegalovirus (CMV) retinitis and incidence of immune recovery uveitis following potent antiretroviral therapy. HIV Clin Trials 2005; 6:136.

89.    Jacobson MA, Zegans M, Pavan PR, et al. Cytomegalovirus retinitis after initiation of highly active antiretroviral therapy. Lancet 1997; 349:1443.

90.    Karavellas MP, Song M, Macdonald JC, Freeman WR. Long-term posterior and anterior segment complications of immune recovery uveitis associated with cytomegalovirus retinitis. Am J Ophthalmol 2000; 130:57.

91.    Miller RF, Shaw PJ, Williams IG. Immune reconstitution CMV pneumonitis. Sex Transm Infect 2000; 76:60.

92.    Gilquin J, Piketty C, Thomas V, et al. Acute cytomegalovirus infection in AIDS patients with CD4 counts above 100 x 10(6) cells/l following combination antiretroviral therapy including protease inhibitors. AIDS 1997; 11:1659.

93.    Gallant JE, Moore RD, Richman DD, et al. Incidence and natural history of cytomegalovirus disease in patients with advanced human immunodeficiency virus disease treated with zidovudine. The Zidovudine Epidemiology Study Group. J Infect Dis 1992; 166:1223.

94.    Cinque P, Bossolasco S, Brambilla AM, et al. The effect of highly active antiretroviral therapy-induced immune reconstitution on development and outcome of progressive multifocal leukoencephalopathy: study of 43 cases with review of the literature. J Neurovirol 2003; 9 Suppl 1:73.

95.    Collazos J, Mayo J, Martínez E, Blanco MS. Contrast-enhancing progressive multifocal leukoencephalopathy as an immune reconstitution event in AIDS patients. AIDS 1999; 13:1426.

96.    Berenguer J, Miralles P, Arrizabalaga J, et al. Clinical course and prognostic factors of progressive multifocal leukoencephalopathy in patients treated with highly active antiretroviral therapy. Clin Infect Dis 2003; 36:1047.

97.    Hoffmann C, Horst HA, Albrecht H, Schlote W. Progressive multifocal leucoencephalopathy with unusual inflammatory response during antiretroviral treatment. J Neurol Neurosurg Psychiatry 2003; 74:1142.

98.    Vendrely A, Bienvenu B, Gasnault J, et al. Fulminant inflammatory leukoencephalopathy associated with HAART-induced immune restoration in AIDS-related progressive multifocal leukoencephalopathy. Acta Neuropathol 2005; 109:449.

99.    Safdar A, Rubocki RJ, Horvath JA, et al. Fatal immune restoration disease in human immunodeficiency virus type 1-infected patients with progressive multifocal leukoencephalopathy: impact of antiretroviral therapy-associated immune reconstitution. Clin Infect Dis 2002; 35:1250.

100.    Barry SM, Lipman MC, Deery AR, et al. Immune reconstitution pneumonitis following Pneumocystis carinii pneumonia in HIV-infected subjects. HIV Med 2002; 3:207.

101.    Koval CE, Gigliotti F, Nevins D, Demeter LM. Immune reconstitution syndrome after successful treatment of Pneumocystis carinii pneumonia in a man with human immunodeficiency virus type 1 infection. Clin Infect Dis 2002; 35:491.

102.    Wislez M, Bergot E, Antoine M, et al. Acute respiratory failure following HAART introduction in patients treated for Pneumocystis carinii pneumonia. Am J Respir Crit Care Med 2001; 164:847.

103.    Martínez E, Gatell J, Morán Y, et al. High incidence of herpes zoster in patients with AIDS soon after therapy with protease inhibitors. Clin Infect Dis 1998; 27:1510.

104.    Carr A, Cooper DA. Restoration of immunity to chronic hepatitis B infection in HIV-infected patient on protease inhibitor. Lancet 1997; 349:995.

105.    Drake A, Mijch A, Sasadeusz J. Immune reconstitution hepatitis in HIV and hepatitis B coinfection, despite lamivudine therapy as part of HAART. Clin Infect Dis 2004; 39:129.

106.    John M, Flexman J, French MA. Hepatitis C virus-associated hepatitis following treatment of HIV-infected patients with HIV protease inhibitors: an immune restoration disease? AIDS 1998; 12:2289.

107.    Rutschmann OT, Negro F, Hirschel B, et al. Impact of treatment with human immunodeficiency virus (HIV) protease inhibitors on hepatitis C viremia in patients coinfected with HIV. J Infect Dis 1998; 177:783.

108.    Zylberberg H, Pialoux G, Carnot F, et al. Rapidly evolving hepatitis C virus-related cirrhosis in a human immunodeficiency virus-infected patient receiving triple antiretroviral therapy. Clin Infect Dis 1998; 27:1255.

109.    Monsuez JJ, Vittecoq D, Musset L, et al. Arthralgias and cryoglobulinemia during protease inhibitor therapy in a patient infected with human immunodeficiency virus and hepatitis C virus. Arthritis Rheum 1998; 41:740.

110.    Posada-Vergara MP, Lindoso JA, Tolezano JE, et al. Tegumentary leishmaniasis as a manifestation of immune reconstitution inflammatory syndrome in 2 patients with AIDS. J Infect Dis 2005; 192:1819.

111.    Clutter, D, Kambugu, A, Orem, J, et al. Kaposi's Sarcoma-associated IRIS in Africa: Initial findings from a prospective evaluation. Presented at the 16th Annual Conference on Retroviruses and Opportunistic Infections, Montreal, Canada February 8-11th, 2009; abstract #31.

112.    Crane HM, Deubner H, Huang JC, et al. Fatal Kaposi's sarcoma-associated immune reconstitution following HAART initiation. Int J STD AIDS 2005; 16:80.

113.    Gomez V, Smith PR, Burack J, et al. Sarcoidosis after antiretroviral therapy in a patient with acquired immunodeficiency syndrome. Clin Infect Dis 2000; 31:1278.

114.    Lenner R, Bregman Z, Teirstein AS, DePalo L. Recurrent pulmonary sarcoidosis in HIV-infected patients receiving highly active antiretroviral therapy. Chest 2001; 119:978.

115.    Naccache JM, Antoine M, Wislez M, et al. Sarcoid-like pulmonary disorder in human immunodeficiency virus-infected patients receiving antiretroviral therapy. Am J Respir Crit Care Med 1999; 159:2009.

116.    Gilquin J, Viard JP, Jubault V, et al. Delayed occurrence of Graves' disease after immune restoration with HAART. Highly active antiretroviral therapy. Lancet 1998; 352:1907.

117.    Jubault V, Penfornis A, Schillo F, et al. Sequential occurrence of thyroid autoantibodies and Graves' disease after immune restoration in severely immunocompromised human immunodeficiency virus-1-infected patients. J Clin Endocrinol Metab 2000; 85:4254.

118.    Chen F, Day SL, Metcalfe RA, et al. Characteristics of autoimmune thyroid disease occurring as a late complication of immune reconstitution in patients with advanced human immunodeficiency virus (HIV) disease. Medicine (Baltimore) 2005; 84:98.

119.    Zolopa A, Andersen J, Powderly W, et al. Early antiretroviral therapy reduces AIDS progression/death in individuals with acute opportunistic infections: a multicenter randomized strategy trial. PLoS One 2009; 4:e5575.

120.    Castelnuovo B, Manabe YC, Kiragga A, et al. Cause-specific mortality and the contribution of immune reconstitution inflammatory syndrome in the first 3 years after antiretroviral therapy initiation in an urban African cohort. Clin Infect Dis 2009; 49:965.

121.    Thompson MA, Aberg JA, Cahn P, et al. Antiretroviral treatment of adult HIV infection: 2010 recommendations of the International AIDS Society-USA panel. JAMA 2010; 304:321.

122.    http://aidsinfo.nih.gov/Guidelines/GuidelineDetail.aspx?MenuItem=Guidelines&Search=Off&GuidelineID=7&ClassID=1 (Accessed on September 20, 2010).

123.    Burman WJ. Issues in the management of HIV-related tuberculosis. Clin Chest Med 2005; 26:283.

124.    McGovern B. What drives hepatitis B virus-related hepatic flares? Virus, T cells--or a bit of both? Clin Infect Dis 2004; 39:133.






domingo, 24 de julio de 2011

Mujer de 35 Años VIH Positiva, con Cefalea, y Alteración del Estado Mental.

Una mujer de 35 años, diestra, con antecedentes de infección por VIH fue internada en un hospital por presentar cefalea y alteración de su estado mental después de un accidente automovilístico.

Más temprano, el día de la internación, mientras conducía su vehículo sin cinturón de seguridad, sufrió una colisión contra otro vehículo a baja velocidad, recibiendo traumatismo de cráneo. En ningún momento perdió la conciencia, pero los testigos que presenciaron el accidente, y los que la acompañaron al hospital, dijeron que la paciente actuaba en forma extraña. En la evaluación en el hospital, se objetivó que la paciente estaba desorientada.  No había signos de trauma, y los signos vitales eran normales. Los resultados de los exámenes de laboratorio de rutina eran normales. Una TAC de cráneo sin administración de sustancia de contraste reveló áreas prominentes de baja atenuación en ambos hemisferios, sin contusiones hemorrágicas. Se le administró dexametasona intravenosa y fue derivada a otro hospital de mayor complejidad.

En el departamento de emergencias del otro hospital, la paciente refirió cefalea de leve intensidad pero ningún otro síntoma. No recordaba el accidente.

Cuatro años antes se le había realizado un diagnóstico de infección por VIH después de una consulta ginecológica donde se le encontró una displasia cervical de alto grado. El recuento de linfocitos T CD4 fue en ese momento de 211/mm3, y la carga viral RNA VIH fue de 476.000 copias/ml. No había evidencias de coinfección activa con hepatitis B ni C, sífilis, o Mycobacterium tuberculosis. Anticuerpos anticitomegalovirus (CMV) fueron detectados en el suero de la paciente; en cambio, no se detectaron anticuerpos contra Toxoplasma gondii.

Se comenzó tratamiento antirretroviral; subsecuentemente el recuento de CD4 permaneció consistentemente por encima de 200 células/mm3, y la carga viral de RNA VIH cayó a menos de 400 copias/ml. 

Dos años antes de la actual internación, comenzó con episodios de cefalea diarias, los cuales fueron empeorando gradualmente. La paciente en ese momento consultó al hospital donde se le realizó una punción lumbar; el líquido reveló un aumento de la celularidad a predominio linfocitario. Fue tratada con aciclovir intravenoso, y las cefaleas se fueron resolviendo en un período de dos meses.

Seis meses más tarde, comenzó nuevamente con episodios de cefalea todos los días. Fue internada nuevamente por cefalea severa con malestar general, fotofobia, vómitos, e inestabilidad en la marcha. La RMN de cerebro después de la administración de gadolinio reveló realce leptomeningeo difuso con hiperintensidades asimétricas extensas en T2 y FLAIR en la sustancia blanca profunda de los hemisferios cerebrales, ganglios basales, y región dorsal de la protuberancia. Los anticuerpos IgG contra herpes simplex tipo 2 (HSV-2) eran positivos en el suero; los resultados del estudio del líquido cefalorraquídeo se muestran en la Tabla 1.

Tabla 1.
Análisis del Líquido Cefalorraquídeo.

Se hizo diagnóstico de meningitis de Mollaret (meningitis aséptica recurrente causada generalmente por virus de la familia Herpesviridae), y se comenzó nuevamente con aciclovir en forma intravenosa por 10 días. La paciente fue dada de alta después de los 10 días de tratamiento parenteral, con valaciclovir por vía oral y seguimiento por consultorio de neurología. 

Cuando la paciente fue vista por neurología un año antes de la actual internación, la cefalea había mejorado algo y no refería otros síntomas. La paciente describía la cefalea como sorda, leve, constante, generalizada, y no presentaba signos de foco. El examen del fondo de ojo mostraba edema de papila bilateral. El examen neurológico incluyó una evaluación cognitiva básica que fue normal.

Dos semanas más tarde una punción lumbar mostró una presión de apertura de 38 cm de agua. Los resultados de los tests de laboratorio se muestran en la Tabla 1 y Tabla 2.


Tabla 2.
Resultado de los Exámenes Hematológicos y Séricos.


Se le administró acetazolamida pero la paciente no la tomó.

Un mes más tarde, en una consulta de seguimiento, la cefalea había mejorado y el edema de papila se había resuelto. Los resultados del líquido cefalorraquídeo llevados a cabo cuando la paciente estaba asintomática se muestran en la Tabla 1.

La RMN de seguimiento cuando la paciente estaba asintomática reveló resolución del realce paquimeníngeo pero persistencia de las anormalidades de señal en la sustancia blanca de ambos hemisferios. Durante los meses siguientes ella se sintió bien excepto por recurrencia breve de cefalea asociada a trastornos de memoria 5 meses antes de la internación, que se resolvieron espontáneamente.

Los antecedentes de la paciente incluian neumonía bacteriana, depresión leve, y una histerectomía llevada a cabo debido a displasia cervical.

En la internación, su medicación incluia lopinavir asociado con ritonavir, emtricitabina, tenofovir, valaciclovir, y paroxetina.

La paciente no tenía alergias conocidas a medicamentos.

Había nacido en África sub-Sahariana y había emigrado a los EE UU 6 años antes. Estaba divorciada y trabajaba como enfermera. No tenía hijos. Tomaba alcohol ocasionalmente. No fumaba ni usaba drogas ilícitas. Había tenido cinco compañeros sexuales en toda su vida, pero actualmente no tenía una vida sexualmente activa. Una hermana había muerto de SIDA en África. Sus padres y otros hermanos estaban sanos. No tenía antecedentes de enfermedades neurológicas. 

En el examen la paciente estaba alerta pero sorprendida y atemorizada, orientada, pero con limitada comprensión de la situación. Estaba desatenta y fácilmente distraible, e incapaz de articular frases coherentemente. Su nivel de actividad variaba desde retardo psicomotor severo hasta la agitación. Seguía las órdenes, pero era incapaz de realizar actividades más complejas. Su lenguaje parecía normal, aunque hablaba poco. Los tests de otras esferas cognitivas estaban alterados por la falta de atención. Los signos vitales eran normales. Las pupilas eran asimétricas, de 3 mm de diámetro, y levemente reactivas a la luz. Los reflejos osteotendinosos estaban vivos, y la respuesta plantar era extensora bilateralmente. El resto del examen neurológico era normal.

Una RMN de cráneo después de la administración de gadolinio reveló extensa anormalidad en la señal  dentro de la sustancia blanca, en una distribución diferente a la observada  en un reciente estudio de 4 meses antes, con áreas de mejoramiento pero con compromiso de nuevas áreas. El realce meníngeo no era evidente. La angio-RMN de cabeza y cuello era normal.

La paciente fue admitida al servicio de neurología donde continuó con su medicación habitual. Se notó incontinencia urinaria el primer día de internación. El segundo día, se realizó una punción lumbar, y el líquido mostró una presión de apertura de 20 cm de agua.  Los resultados del LCR se muestran en la Tabla 1.

Un electroencefalograma mostró ondas tetha difusas lentas, con ondas delta más prominentes.

El sexto día se llevó a cabo un procedimiento diagnóstico.

Diagnóstico Diferencial.

Cuatro años antes de la internación actual, esta mujer de 35 años fue diagnostica de infección por VIH y comenzó tratamiento antirretroviral sin complicaciones. Después de la iniciación de la terapia antirretroviral su recuento de CD4 permaneció en forma estable por encima de 200 células/mm3 y su nivel de carga viral RNA-VIH, por debajo de 400 copias de RNA/ml. Esta buena respuesta a la terapia es crítica cuando se formulan diagnósticos diferenciales, ya que muchas de las clásicas complicaciones neurológicas asociadas a VIH-SIDA, ocurren generalmente cuando el recuento de linfocitos CD4 caen por debajo de 200 células/mm3. Un año antes de la internación actual, la paciente fue evaluada en un servicio de neurología, por discretos episodios de meningoencefalitis, asociadas a imágenes neurológicas marcadamente anormales en cerebro. Es importante notar que la linfocitosis en LCR y las alteraciones en las imágenes, persistieron aún después de la completa recuperación clínica.

Imágenes de Cerebro.

Una  RMN de cerebro fue llevada a cabo durante el episodio inicial de meningitis aséptica. Las imágenes en T1 obtenidas después de la administración de material de contraste fue remarcable por el intenso realce leptomeníngeo.  Lesiones de anormalidades de señal, hiperintensas multifocales fueron vistas en T2 y FLAIR (Figura 1A), y afectaban todas las zonas del cerebro, incluyendo la sustancia blanca subcortical profunda de los hemisferios cerebrales, ganglios de la base, y región dorsal de la protuberancia.



Figura 1. Estudio de Imágenes de Cerebro.

Imágenes obtenidas con fluid-attenuated inversion recovery (FLAIR), la RMN inicial de cerebro revela anormalidades de señal, hiperintensas que afectan la sustancia blanca subcortical profunda y a nivel de los ventrículos laterales (Panel A). Las imágenes con FLAIR llevadas a cabo 2 años más tarde, en el momento de la internación, muestran una significativa progresión de las alteraciones de la señal (Panel B). Las imágenes con FLAIR obtenidas 1 año antes de la iniciación del tratamiento con corticoides revela lesiones multifocales de hiperintensidades en la señal (Panel C); sin embargo, las alteraciones son menos extensas que las vistas en imágenes previas. 


Las alteraciones de señal con hiperintensidades en T2 persistieron pero con cambios sutiles en las RMN de los 2 años siguientes. La RMN de cerebro 2 años después del examen inicial, en el momento del deterioro severo en la condición de la paciente (Figura 1B), no reveló realce leptomeníngeo ni paquimeníngeo, pero reveló progresión de las alteraciones de señal de la sustancia blanca, con compromiso más extenso del cerebro y especialmente en fosa posterior. Las imágenes mostraron variaciones regionales en la alteración de la señal T2. Además, había estrechamiento de los ventrículos y los surcos, indicativos de  edema difuso.

Cuál es el Diagnóstico?


Discusión.

La presentación clínica remitente recidivante, junto a alteraciones persistentes del líquido cefalorraquídeo y de las imágenes, son inusuales en el contexto de un paciente con infección por VIH bien controlada. Los episodios subagudos de cefalea, aumento de la celularidad, realce transitorio difuso de las leptomeninges, edema de papila, y elevación de la presión de apertura en la punción lumbar se deben más probablemente a meningoencefalitis crónica con empeoramientos intermitentes. Las alteraciones de las imágenes son inusuales dado lo extenso de las mismas, el compromiso dinámico de la sustancia blanca, y el compromiso progresivo del tronco cerebral. La presencia de bandas oligoclonales, y la producción de IgG intratecal en la electroforesis del LCR, sugieren que la enfermedad es inflamatoria.

Durante mucho tiempo en esta paciente (dos años), existió una marcada disparidad entre lo extenso de las alteraciones observadas en las imágenes, y el grado de deterioro clínico, lo que es sugestivo de que la enfermedad no conduce a destrucción  irreversible del tejido, tal como se ve en  infecciones fulminantes, vasculitis, o neoplasias.

El deterioro brusco en la condición clínica de la paciente después de un accidente automovilístico menor, recuerda las dramáticas descompensaciones descriptas en algunas leucoencefalopatías.


Meningoencefalitis Crónicas con Alteraciones de la Sustancia Blanca.

En resumen, esta paciente, con infección por VIH bien controlada se presentó con compromiso extenso de la sustancia blanca, el cual implica una muy amplia lista de diagnósticos diferenciales. (Tabla 3)




Tabla 3. Diagnóstico Diferencial de las Enfermedades de la Sustancia Blanca en pacientes con Infección por VIH.


En la Tabla,  CADASIL son las siglas de cerebral autosomal dominant arteriopathy with subcortical infarcts and leukoencephalopathy.
En la Tabla, marcadas con una +: Condiciones que pueden cursar con meningoencefalitis crónica.
En la Tabla, neuro ISIS (Immune Reconstitution Inflammatory Syndrome), se refiere las manifestaciones neurológicas del síndrome de recostitución inmune.


El reconocimiento de una meningoencefalitis crónica ayuda a estrechar el diagnóstico diferencial, ya que hay un número limitado de condiciones en las que esas dos condiciones ocurren juntas.

Ciertos diagnósticos, aunque improbables, deben ser mencionados. La leucoencefelopatía multifocal progresiva (LMP), ocurre muy raramente cuando el recuento de linfocitos T-CD4 excede las 200 células/mm3. La LMP no se asocia a linfocitosis en el LCR, y la ausencia de DNA del virus JC en el LCR (1) hace que este diagnóstico sea muy improbable. En forma similar, las enfermedades relacionadas al virus de Epstein-Barr (EBV) (por ejemplo meningoencefalitis y linfoma primario de SNC), son improbables, debido a que esos trastornos raramente ocurren en pacientes con recuentos periféricos de linfocitos T-CD4 mayores de 100 células/mm3. En una ocasión se detectaron 200 copias de EBV/ml en el LCR de esta paciente. Una muestra de LCR posterior, mostró 2100 copias /ml de EBV, sugiriendo un “escape” del virus al compartimiento del LCR. Sin embargo, los tests de ácidos nucleicos para EBV realizados con posterioridad, incluyendo el llevado a cabo en la última internación, fueron negativos. Una reactivación leve de EBV sin síntomas no es infrecuente en pacientes con VIH, y no tiene consecuencias particulares (2).

Las leucoencefalopatías tóxicas son improbables en este caso, dado el aumento de la celularidad en el LCR y a la ausencia de exposición conocida a sustancias tóxicas para la sustancia blanca.

Las enfermedades desmielinizantes han sido reportadas  en pacientes con infección con VIH.

Enfermedades similares a la encefalomielitis diseminada aguda pueden ocurrir en pacientes con seroconversión VIH, particularmente en niños (3). La encefalomielitis diseminada aguda es improbable en este caso, ya que existe un gran espacio de tiempo entre la seroconversión y el primer síntoma clínico; además, aunque la encefalomielitis diseminada aguda es un síndrome monofásico, la historia de esta paciente es prolongada.

La desmielinización multifocal similar a la vista en casos de esclerosis múltiple, ha sido reportada en pacientes con infección por VIH. Sin embargo, tanto la meningoencefalitis, como las alteraciones en las imágenes vistas en esta paciente son atípicas para esclerosis múltiple. Las meningoencefalitis causadas por Herpesviridae, particularmente HSV-1 y HSV-2, tienden a ser monofásicas, a menudo severas, y que no se asocian a alteraciones crónicas del LCR.

La meningitis de Mollaret se caracteriza por episodios recurrentes de cefalea severa, meningismo, fiebre, y aumento de la celularidad en el LCR, con remisiones espontáneas que duran semanas a meses; ahora se cree que es causada por el HSV en la mayoría de los casos. En esta paciente, la PCR en LCR para DNA-HSV fue negativo en tres ocasiones, haciendo improbable el diagnóstico de meningitis de Mollaret.

La meningoencefalitis aguda es un cuadro conocido en el síndrome de seroconversión agudo por VIH, pero ha sido reportado también en pacientes con infección crónica por VIH, típicamente aquellos que tienen elevadas cargas virales de VIH en el LCR, (4) las cuales  no existían en esta paciente. En forma similar, un síndrome del compartimiento intratecal por VIH (persistencia de la replicación VIH en SNC, a pesar de supresión virológica en sangre) es improbable en vista de las bien controladas cargas virales plasmáticas y mínimos niveles de RNA-VIH en LCR.


Trastornos Neurocognitivos Asociados a VIH.

La infección por VIH se asocia a un espectro de síndromes de disfunción cognitiva, que están agrupados bajo el nombre de: trastornos neurocognitivos asociados a VIH (5). Esos síndromes van desde un trastorno neurocognitivo asintomático, detectado sólo por teswts dirigidos a desenmascararlos, pasando por un leve trastorno neurocognitivo sintomático, hasta la demencia asociada a VIH. Alguna de estas formas de compromiso neurocognitivo se ve en 40 a 60% de las personas infectadas con VIH, reflejando su neurovirulencia.  Estos términos clínicos se acompañan de un espectro de anormalidades neuropatológicas directamente relacionadas a la infección del parénquima cerebral  por el VIH, o a la activación inmune inducida por el VIH, o a ambas.  Los pacientes que son tratados con antirretrovirales en forma efectiva están protegidos de la demencia asociada al VIH, pero, la terapia antirretroviral no parece prevenir los trastornos asintomáticos o los trastornos neurocognitivos leves, (6) que son probablemente debidos a injuria morfológicamente más sutil de las sinapsis y las dendritas (7,8). Este tipo de injurias son particularmente evidentes en el cuerpo estriado, en el hipocampo, y la corteza prefrontal, y se correlacionan clínicamente con las alteraciones del pensamiento abstracto, la flexibilidad mental, la atención, el juicio, y la velocidad psicomotora.

Esta paciente tenía alteraciones importantes del LCR y alteraciones en las imágenes. Los pacientes con trastornos neurocognitivos activos asociados a VIH no tienen alteraciones, o sólo alteraciones leves del LCR, y sólo los pacientes con demencia asociada a VIH tienen evidencias de alteraciones de la sustancia blanca en las imágenes. Además, los trastornos asintomáticos, o los trastornos neurocognitivos leves pueden ocurrir en pacientes con infección VIH bien controlada, pero la demencia asociada al VIH es una manifestación avanzada infección VIH no tratada. En esta paciente, un trastorno neurocognitivos asociados a VIH parece improbable ya que la infección por VIH estaba bien controlada, y, tanto el LCR como las imágenes no son típicas de ningún subtipo de trastornos neurocognitivos asociados a VIH.


Leucoencefalopatía asociada a VIH.

Las alteraciones del la sustancia blanca vistas en esta paciente evocan el diagnóstico de leucoencefalopatía asociada a VIH, un síndrome descripto en pacientes que tienen infección avanzada con virus VIH, niveles marcadamente elevados de RNA-VIH en plasma y LCR, y compromiso inmune clínicamente significativo (9). La leucoencefalopatía asociada a VIH se caracteriza por una profunda demencia subcortical, con compromiso difuso marcado y confluente de la sustancia blanca en las imágenes.   Este síndrome es probablemente una forma fulminante de demencia asociada a VIH, y una forma de encefalitis que afecta la sustancia blanca en particular. A pesar de las alteraciones difusas de la sustancia blanca en esta paciente, la infección sistémica VIH estaba controlada.  


Sindrome de Reconstitución Inmune (SRI).

El síndrome de reconstitución inmune (immune reconstitution inflammatory syndrome) (IRIS) fue reportado por primera vez en 1992. Es una apropiada pero excesiva respuesta inmune a un estímulo antigénico, generalmente de naturaleza infecciosa, en el contexto de la recuperación inmune, después de la iniciación de terapia antirretroviral (10,11). Después de la iniciación de la terapia antirretroviral, los niveles plasmáticos de RNA-VIH  caen típicamente a menos de 10% de los niveles pre-terapéuticos al cabo de dos semanas. Paralelamente, ocurre un aumento bifásico en el recuento de linfocitos T CD4, asociado a un moderado aumento del recuento de los linfocitos T CD8. Cuando este proceso de reconstitución inmune ocurre en presencia de un estímulo antigénico (sea un antígeno extraño como un autoantígeno), la reacción inmune al antígeno puede ser excesiva y patológica, conduciendo en este caso al SRI.

Aunque una coinfección (sirviendo como estímulo antigénico extraño) puede ser conocida (y aún ya tratada) en el momento de la iniciación de la terapia antirretroviral, una infección latente es a menudo desenmascarada por la respuesta inmune recargada. Una amplia variedad de agentes infecciosos han estado implicados en el SRI sistémico, particularmente M. tuberculosis, otras mycobacterias, y CMV. El SRI puede conducir a otros síndromes no infecciosos inmunomediados tales como la enfermedad de Graves (12), y la sarcoidosis (13). Hasta donde sabemos, esta paciente no tenía otras coinfecciones, aunque debido a que es oriunda del África sub Sahariana, su riesgo de albergar una infección latente como por ejemplo tuberculosis, está aumentado.

El SRI sistémico es usualmente leve y autolimitado, y la mayoría de los casos ocurren dentro de los 3 meses después de la iniciación de la terapia antirretroviral. La enfermedad de esta paciente comenzó 2 años después de la iniciación de la terapia antirretroviral, y pareció estar limitada al sistema nervioso central. 

La presentación neurológica del SRI (neuro-SRI) parece mucho menos común que el SRI sistémico con una incidencia estimada de menos de 1% (14,15). Como el SRI sistémico, los casos de neuro-SRI con infecciones coexistentes han sido descriptos. La infección más común es el virus JC, causa de la leucoencefalopatía multifocal progresiva (LMP) (15,16), y la infección por  Cryptococcus neoformans (16). Recientes reportes enfatizan que la terapia antirrretroviral puede haber sido comenzada antes de que la LMP se haya reconocido, llevando a una confusión diagnóstica y a una notable morbimortalidad (5 a 15%) a pesar del tratamiento (14,15). Menos frecuentemente, el SRI ocurre con  coinfección con T. gondii, CMV, varicella–zoster virus, HSV, or parvovirus B19 (17-21). Un dato de extrema importancia es, que muchos pacientes con neuro-SRI pueden no mostrar evidencias de coinfección (14,16,22,23). En tales casos, el estímulo antigénico de base puede ser dado por componentes del VIH en si mismo, o autoantígenos.  Alternativamente, un escape ocasional de VIH u otros virus (por ej EBV) a través de la barrera hematoencefálica pueden servir como provocadores antigénicos. Si nuestra paciente tenía neuro-SRI, uno de esos dos escenarios serían la explicación más probable.

Alteraciones difusas en el estudio con imágenes, similares a las vistas en esta paciente, han sido descriptas en neuro-SRI sin evidencia de coinfección (14,16). En forma similar, el aumento de los linfocitos en el LCR ha sido reportado (14).

Para realizar un diagnóstico definitivo de neuro-SRI, y descartar definitivamente otros diagnósticos, fueron llevados a cabo una biopsia abierta del lóbulo frontal y de las meninges .


Diagnóstico Presuntivo:
Síndrome de reconstitución inmune neurológico (neuro-SRI).



Discusión Patológica:

La biopsia del lóbulo frontal derecho incluia leptomeninges, corteza cerebral, y sustancia blanca subyacente. Las leptomeninges eran finas y delicadas sin evidencias de infiltrados inflamatorios. La corteza estaba apropiadamente poblada por neuronas, con laminación intacta. No había evidencias de encefalitis, ya que la corteza carecía de nódulos microgliales, neurofagia, o gliosis reactiva. Había vasos esparcidos por la corteza cerebral con importantes infiltrados celulares inflamatorios perivasculares, y aún más vasos en la sustancia blanca subcortical con dichos infiltrados (Figura 2A) 



Figura 2. Biopsia de Cerebro.

Una biopsia de lóbulo frontal fue llevada a cabo. La toma de la corteza muestra arquitectura normal, e infiltrados perivasculares multifocales pero no celularidad leptomeningea (Panel A hematoxilina-eosina). El infiltrado perivascular está compuesto por pequeñas células inflamatorias, sin evidencia de injuria de la pared vascular (Panel B hematoxilina-eosina).

La tinción inmunohistoquímica para CD3 muestra que e infiltrado consiste en células T, con extensión del infiltrado linfocitario al parénquima (Panel C), y la mayoría de las células T expresan CD8 (Panel D).  



Las células inflamatorias son una mezcla de poblaciones constituidas por linfocitos, macrófagos, y ocasionales células plasmáticas (Figura 2B), a diferencia de la población monofásica  de pequeños linfocitos  que son características de las cencefalitis virales o las células atípicas del linfoma de sistema nervioso central. No existe injuria de la pared de los vasos, como se ve en las vasculitis.

Además de los infiltrados de células inflamatorias, la sustancia blanca estaba bien preservada, sin pérdida de mielina. No había hallazgos anatomopatológicos de encefalopatía por VIH, caracterizados clásicamente por infiltrados macrofágicos o células mononucleares con células multinucleadas (sincitios) tanto en la sustancia gris como en la sustancia blanca. El análisis inmunohistoquímico para antígenos de VIH (gp41) fue negativo. Tinciones especiales para organismos, incluyendo espiroquetas fueron negativos. No había tampoco hallazgos histológicos compatibles con LMP (oligodendrocitos agrandados con cromatina de aspecto cristalino y grandes astrocitos con marcado pleomorfismo nuclear). Además, el análisis inmunohistoquímico para análisis de antígenos de virus JC fue negativo.

El análisis inmunohistoquímico reveló que los infiltrados de células inflamatorias estaba compuesto predominantemente por células CD3 y CD8 (Figura 2C), acompañados por macrófagos CD68  dispersos; no había células CD20. Células CD3 y CD8 estaban también aumentados en número en la sustancia blanca, alejados de los vasos sanguíneos (Figura 2D). Todos estos hallazgos son consistentes con SRI de cerebro.

Los hallazgos histológicos del compromiso de cerebro por SIR (neuro-SRI) habían sido definidos en estos últimos años como fenómenos que acompañan a la terapia antirretroviral (23,24). Aunque este síndrome es más comúnmente visto en pacientes con infecciones oportunistas de cerebro (16,25), puede también ser observado  en ausencia de tal estímulo. En pacientes sin tales estímulos, la respuesta puede estar dirigida contra autoantígenos, o contra antígenos asociados a VIH (23).  No encontramos evidencias de infección en esta paciente, lo cual es sugestivo que el mecanismo patogénico en este caso es la segunda causa (respuesta inmune dirigida contra antígenos asociados a VIH), aunque la ausencia de evidencia de otra infección está siempre limitada por la sensibilidad de los métodos de detección.


Manejo y Seguimiento.

El status mental de la paciente mejoró espontáneamente, y fue dada de alta a un centro de rehabilitación el día 12º de su internación, y retornó a su hogar 9 días más tarde.

En una visita de seguimiento 3 días más tarde, la paciente estaba en su estado normal basal. Dado que ya sus síntomas habían desaparecido y vuelto a aparecer en otras oportunidades, dado también que la biopsia había arrojado neuro-SRI, y dado que se descartó infección oportunista, se comenzó con 60 mg de prednisona diarios, debido a las alteraciones en las imágenes y al riesgo  de ulterior deterioro en la condición de la paciente. La terapia antirretroviral no se cambió.

La paciente fue monitoreada clínicamente y con RMN seriadas. La dosis de prednisona se fue bajando en un año hasta llegar a 5 mg por día, y se suspendió definitivamente después de 2,5 años, momento en el cual las alteraciones de la sustancia blanca se habían casi resuelto (Figura 1C). La paciente está actualmente trabajando en tiempo completo. Sus déficits cognitivos están casi completamente resueltos, y sus cefaleas no han reaparecido; está siendo tratada por depresión leve.

Este caso nos recuerda que las formas crónicas de SRI existen, a veces con un largo intervalo entre la iniciación de la terapia antirretroviral y el desarrollo de los síntomas (24 meses en esta paciente). Ella tuvo una dramática y sostenida respuesta clínica a los corticoides, reafirmando que el neuro-SRI es potencialmente tratable si es reconocido.

Una RMN llevada a cabo después del tratamiento, reveló alteraciones multifocales de hiperintensidad en T2 y FLAIR mucho menos extensas que las imágenes iniciales

En una ocasión, hubo un bajo nivel de RNA VIH detectados en LCR, a pesar de una carga viral indetectable en plasma. Es posible que el virus hubiese persistido en SNC dado la insuficiente penetración de la terapia antirretroviral, y que todo este fenómeno sea expresión de respuesta inmune dirigida selectivamente al SNC, pero, en esta paciente, los repetidos tests confirmaron un bajo número de copias RNA VIH en el LCR. Además, las tinciones inmunohistoquímicas para gp41 fueron negativas en la biopsia cerebral. Sin embargo, es posible que un escape intermitente de VIH o EBV pueden haber servido como estímulo antigénico intermitente, lo que dio el cuadro clínico de una  meningoencefalitis intermitente.



Diagnóstico Anatómico:

Síndrome de reconstitución inmune neurológico (neuro-SRI) sin evidencias de infección oportunista.



Fuente

Departments of Neurology (D.J.C.), Radiology (R.G.G.), and Pathology (M.P.F.), Massachusetts General Hospital; and the Departments of Neurology (D.J.C.), Radiology (R.G.G.), and Pathology (M.P.F.), Harvard Medical School — both in Boston.

Conclusiones del Caso.


Esta mujer de 35 años, VIH positiva diagnosticada cuatro años antes de la actual internación, y en tratamiento antirretroviral desde entonces, comenzó su enfermedad dos años después del inicio del tratamiento, momento en el cual tenía un status inmunológico aceptable, y no habiendo presentado antes, ninguna sintomatología relacionada, aún cuando su condición inmune había estado antes,  más comprometida.

La sintomatología consistía en cuadros de meningoencefalitis linfocitarias a líquido claro de comportamiento remitente-recidivante, asociado a alteraciones cognitivas leves, y con alteraciones en las imágenes cerebrales, las cuales mostraban compromiso difuso de la sustancia blanca de dos años de evolución. Se hizo un diagnóstico presuntivo de meningitis de Mollaret, a pesar de ausencia de fiebre en los episodios, de que la investigación de HSV 1 y 2 en LCR fue negativa, de la ausencia de las células características del síndrome, y de las anormalidades en las imágenes cerebrales, las cuales exceden el diagnóstico de meningitis de Mollaret.

Los episodios de cefalea eran periódicos, y seguramente en su génesis intervenían la meningoencefalitis crónica recidivante, con pleocitosis mononuclear y eritrocitos en LCR, así como una hipertensión endocraneana, evidenciada por edema de papila bilateral objetivado por lo menos en una ocasión, con aumento en la presión de apertura. 

El síndrome de reconstitución inmune (SRI) planteado como explicación abarcativa del cuadro, se fundamentó en una meningoencefalitis crónica recidivante y remitente en forma espontánea, que apareció de la mano de la recuperación inmune de la paciente, asociado a un intensa respuesta humoral de anticuerpos intratecales, evidenciado por aumento de la IgG en forma de bandas oligoclonales, y habiendo descartado otras causas, especialmente las infecciosas y neoplásicas. No pudo arribarse al diagnóstico de la causa del síndrome de reconstitución inmune, si bien se especuló sobre antígenos propios del virus VIH como desencadenante de la exagerada respuesta de anticuerpos, o bien autoantígenos cerebrales normales, que por alguna razón, en el contexto de la recuperación inmune, son reconocidos como ajenos por el sistema propio de vigilancia. Estos antígenos sin embargo, no fueron encontrados en la biopsia de cerebro ni en el LCR de la paciente.

La espectacular respuesta terapéutica a la prednisona, confirma el diagnóstico de SRI.

En la próxima entrada, revisaremos el síndrome de reconstitución inmune.



Referencias Bibliográficas.



1)Koralnik IJ, Boden D, Mai VX, Lord CI, Letvin NL. JC virus DNA load in patients with and without progressive multifocal leukoencephalopathy. Neurology 1999;52:253-260
Web of Science | Medline



2) Plentz A, Jilg W, Kochanowski B, Ibach B, Knoll A. Detection of herpesvirus DNA in cerebrospinal fluid and correlation with clinical symptoms. Infection 2008;36:158-162
CrossRef | Web of Science | Medline



3) Silver B, McAvoy K, Mikesell S, Smith TW. Fulminating encephalopathy with perivenular demyelination and vacuolar myelopathy as the initial presentation of human immunodeficiency virus infection. Arch Neurol 1997;54:647-650
Web of Science | Medline



4) Wendel KA, McArthur JC. Acute meningoencephalitis in chronic human immunodeficiency virus (HIV) infection: putative central nervous system escape of HIV replication. Clin Infect Dis 2003;37:1107-1111
CrossRef | Web of Science | Medline

5) Antinori A, Arendt G, Becker JT, et al. Updated research nosology for HIV-associated neurocognitive disorders. Neurology 2007;69:1789-1799
CrossRef | Web of Science | Medline

6) Cysique LA, Brew BJ. Neuropsychological functioning and antiretroviral treatment in HIV/AIDS: a review. Neuropsychol Rev 2009;19:169-185
CrossRef | Web of Science | Medline

7) Everall IP, Heaton RK, Marcotte TD, et al. Cortical synaptic density is reduced in mild to moderate human immunodeficiency virus neurocognitive disorder. Brain Pathol 1999;9:209-217
CrossRef | Web of Science | Medline

8) Masliah E, Heaton RK, Marcotte TD, et al. Dendritic injury is a pathological substrate for human immunodeficiency virus-related cognitive disorders. Ann Neurol 1997;42:963-972
CrossRef | Web of Science | Medline

9) Langford TD, Letendre SL, Marcotte TD, et al. Severe, demyelinating leukoencephalopathy in AIDS patients on antiretroviral therapy. AIDS 2002;16:1019-1029
CrossRef | Web of Science | Medline

10) French MA. HIV/AIDS: immune reconstitution inflammatory syndrome: a reappraisal. Clin Infect Dis 2009;48:101-107
CrossRef | Web of Science | Medline

11) French MA, Mallal SA, Dawkins RL. Zidovudine-induced restoration of cell-mediated immunity to mycobacteria in immunodeficient HIV-infected patients. AIDS 1992;6:1293-1297
CrossRef | Web of Science | Medline

12) Crum NF, Ganesan A, Johns ST, Wallace MR. Graves disease: an increasingly recognized immune reconstitution syndrome. AIDS 2006;20:466-469
CrossRef | Web of Science | Medline

13) Foulon G, Wislez M, Naccache JM, et al. Sarcoidosis in HIV-infected patients in the era of highly active antiretroviral therapy. Clin Infect Dis 2004;38:418-425
CrossRef | Web of Science | Medline

14) McCombe JA, Auer RN, Maingat FG, Houston S, Gill MJ, Power C. Neurologic immune reconstitution inflammatory syndrome in HIV/AIDS: outcome and epidemiology. Neurology 2009;72:835-841
CrossRef | Web of Science | Medline

15) Tan K, Roda R, Ostrow L, McArthur J, Nath A. PML-IRIS in patients with HIV infection: clinical manifestations and treatment with steroids. Neurology 2009;72:1458-1464
CrossRef | Web of Science | Medline

16) Venkataramana A, Pardo CA, McArthur JC, et al. Immune reconstitution inflammatory syndrome in the CNS of HIV-infected patients. Neurology 2006;67:383-388
CrossRef | Web of Science | Medline

17) Pfeffer G, Prout A, Hooge J, Maguire J. Biopsy-proven immune reconstitution syndrome in a patient with AIDS and cerebral toxoplasmosis. Neurology 2009;73:321-322
CrossRef | Web of Science | Medline

18) Tremont-Lukats IW, Garciarena P, Juarbe R, El-Abassi RN. The immune inflammatory reconstitution syndrome and central nervous system toxoplasmosis. Ann Intern Med 2009;150:656-657
Web of Science | Medline

19) Janowicz DM, Johnson RM, Gupta SK. Successful treatment of CMV ventriculitis immune reconstitution syndrome. J Neurol Neurosurg Psychiatry 2005;76:891-892
CrossRef | Web of Science | Medline

20) Newsome SD, Nath A. Varicella-zoster virus vasculopathy and central nervous system immune reconstitution inflammatory syndrome with human immunodeficiency virus infection treated with steroids. J Neurovirol 2009;15:288-291
CrossRef | Web of Science | Medline

21) Intalapaporn P, Poovorawan Y, Suankratay C. Immune reconstitution syndrome associated with parvovirus B19-induced pure red cell aplasia during highly active antiretroviral therapy. J Infect 2006;53:e79-e82
CrossRef | Medline

22) Gray F, Bazille C, Adle-Biassette H, Mikol J, Moulignier A, Scaravilli F. Central nervous system immune reconstitution disease in acquired immunodeficiency syndrome patients receiving highly active antiretroviral treatment. J Neurovirol 2005;11:Suppl 3:16-22
CrossRef | Web of Science | Medline

23) Miller RF, Isaacson PG, Hall-Craggs M, et al. Cerebral CD8+ lymphocytosis in HIV-1 infected patients with immune restoration induced by HAART. Acta Neuropathol (Berl) 2004;108:17-23
CrossRef | Web of Science | Medline

24) Rushing EJ, Liappis A, Smirniotopoulos JD, et al. Immune reconstitution inflammatory syndrome of the brain: case illustrations of a challenging entity. J Neuropathol Exp Neurol 2008;67:819-827
CrossRef | Web of Science | Medline

25) Johnson T, Nath A. Neurological complications of immune reconstitution in HIV-infected populations. Ann N Y Acad Sci 2010;1184:106-120
CrossRef | Web of Science | Medline